Extracto de una entrevista a Manuel Gerardo Monasterio por Nuria Climent Vilardebó (26/1/2007)
Nuria: ¿qué pasó con tu práctica profesional una vez que comenzaste a hablarle a la gente de cómo funcionan realmente las cosas?
Manuel: Me convertí en un absoluto fracaso comercial! (risas)
Es decir, la mayoría de la gente que va al psicólogo, lo hace convencida de que tienen un verdadero problema. Y se supone que "un verdadero problema" ha de llevar tiempo para ser resuelto. Esto es, muchas sesiones, muchos meses -quizás un par de años o incluso más-. Mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchas idas y vueltas. Todo ESO está en su cabeza en primer lugar. Es muy difícil para ellos aceptar de buena gana que algo que los ha perturbado tal vez durante años, era una fantasía desde el mismo principio.
No se trata de que uno se ría de los "complejos" problemas que trae la gente y les haga un par de bromas burlonas al respecto. En absoluto. Pero alguien que sabe realmente de qué se trata esto, tampoco puede tomarse en serio todo el asunto y darle completo crédito a lo que la gente ha supuesto como real.
El tema es que, mayormente, la gente está habituada de tal manera a su estilo de vivir que necesitan alguien que lo corrobore. Un psicólogo convencional es perfecto para eso.
Nuria: ¿Y los psicólogos que manejan técnicas alternativas?
Manuel: Sí, en general también resultan perfectos. En la medida en que encaren todo el asunto como un problema que hay que desenmarañar y resolver. Estamos en el mismo río, solo que en un bote diferente.
Nuria: Pero, ¿qué hay de la gente que siente y entiende que ha logrado ayuda con este tipo de enfoque terapéutico, a veces luego de unos años, que consideran bien invertidos?
Manuel: En la Vedanta hay un antiguo cuento que explica esta situación de manera muy ilustrativa: Resulta que había un perro que encuentra un hueso muy viejo y muy seco, un hueso del que evidentemente no podrá sacar nada verdaderamente nutritivo. Pero como el perro tiene mucho hambre y no encuentra nada más a la vista, comienza a morder con ahínco el estéril hueso. Lo muerde y lo muerde, con tal afán y deseo que finalmente comienza a morderse las propias encías, y un poco la lengua. De tal forma que comienza a comer su propia sangre. Y el pobre perro entonces piensa que finalmente ha logrado sacar del viejo hueso algo de alimento, cuando en realidad se está alimentando de su propia sangre...
Nuria: Es decir, que la gente es la que ha logrado, a su ritmo y como ha podido, de sus propios recursos, sacar algo de provecho de esa terapia...
Manuel: Sí
Nuria: Pero¿no es siempre así? El terapeuta no puede ser más que una guía, siempre será la persona la que produzca los cambios.
Manuel: En efecto.
Nuria: ¿Por qué culpar al terapeuta entonces?
Manuel: Yo no culpo al terapeuta de nada. Simplemente estoy diciendo, que la gente está comprando un producto diferente al que dicen venderle, digo que en algún nivel ambos "lo saben" y que han pactado un precio excesivo para toda la transacción
Nuria: Pero nadie los obliga a ello!
Manuel: Efectivamente. Y volvemos exactamente al principio de lo que dije. Toda nuestra cultura está esencialmente basada en esa mala fe (en el sentido mas sartreano del término, que es muy ofensivo en francés, esto es, "salaud") En la inautenticidad. En la hipocresía de arruinarnos muy cortésmente la existencia. En el arte de emponzoñar diplomáticamente nuestra vida mental y emocional cotidiana. Y a cualquiera que se atreva a denunciar este infundio, a exponer a este emperador impúdicamente en cueros (y es impúdico no porque esté en cueros sino por pretender lo contrario) lo harán añicos, si pueden.
Nuria: Bueno, tú te vienes salvando!
Manuel: Diría en inglés, "barely", es decir, apenas o ahí nomás. Llega un punto en que, como la maravillosa gaviota que Richard Bach bautizó como Jonathan Seagull -Juan Salvador Gaviota- uno queda abatido y cansado de recibir picotazos y levanta vuelo hacia la soledad de la altura, la única dispuesta a cobijarlo....
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