Qué puedo yo ofrecerte?
Una verdad tan clara
que cegará tus tiernos años.
Aléjate del monstruo
luminoso del espanto.
No puedo darte más
que la certeza
de tu propia soledad.
Qué esperas de mí?
Imbéciles promesas
de jardines encantados,
y no tengo para darte
la mentira graciosa
que me exigen tus años,
que son bellos y estúpidos
como frágiles palomas
que estallarán entre mis manos,
ante un fulgor que dejará tu vida
desierta como un páramo
donde rondarán para siempre
las siluetas ominosas
de tus sueños abortados.
Es inútil convivir
con un hombre tan sensato
que no habrá de dejarte
un solo sueño intacto.
Te prevengo ahora:
uno a uno habré de violarlos.
Quebraré sin piedad
la ingenuidad candorosa
de tus breves años.
Para qué?
Busca mejor,
muchacha hermosa.
Busca un joven bello
que recorra contigo
el bosque esplendoroso
que habrán de talar
los inexorables años:
de lujuria y tempestad,
de tormentas y de engaño.
Conozco demasiado
la roja arcilla
con que estamos
hechos los humanos.
Sí, ya sé, no me lo digas,
cómo puedo estar tan viejo
o acaso tan gastado!
Qué quieres que te diga?
Si yo mismo no puedo creer
que tenga solamente treinta años!
View from the bridge
Aquí están,
como restos de un torvo festival
de momias y espantajos:
las flores y poemas,
los frutos de mi pena,
mi risa incontrolada
y el inevitable llanto
de todo lo que muere
día a día, noche a noche
entre mis manos.
No queda nada
de todo lo soñado.
El alba inexorable
ha deslumbrado
mis fantasmas,
y la luz acecha
como un halcón
sobre mi alma.
Estoy cansado y solo,
como vine aquel abril
iluminado de espanto.
Se aprende a llorar
antes que a nada,
y el llanto es tan grotesco
como las ruinas de un naufragio:
Allí una calavera
y un trozo de mi sangre
flotando en el pantano,
en las aguas podridas
del cieno pegagoso
en que se pudren mis encantos.
Mis burdas ilusiones,
el candor de aquellos años,
y la certeza más completa
de quien ya no espera nada
y a quien ya no aguarda nadie.
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