Hoy mi querido amigo José Martínez Obarrio -médico grastoenterólogo de exquisita sensibilidad, que conoce bastante más de la existencia humana que su aparato digestivo- me acercó esta bella advertencia, que resulta ser el epitafio que el Emperador Adriano hizo colocar en su tumba:
"Turba medicorum perit"
(He muerto a manos de una turba de médicos)
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