28.7.12

Divagaciones del ciudadano de a pie



Basta tener una sola aspiración pura, un solo reclamo justo, una única protesta legítima, para tomar de inmediato contacto directo con el demonio del mundo. No importa que se trate de democracias o de dictaduras, la sempiterna burocracia de los que viven a expensas de los otros
-los chupasangres, los chupatintas, los jueces, los secretarios, los escribientes, los licenciados: los funcionarios infinitos del estado-
caerá sobre ti en el mismo momento en que una sola aspiración decente te lleve a reclamar aquello que, por el propio peso de la razón y la justicia, debería estar tan claramente dado como el agua clara.

Ni la razón ni la justicia tienen espacio en este mundo donde mandan la voluntad y la fuerza. La voluntad y la fuerza de los que detentan el poder, no importa qué tipo de poder ni bajo qué régimen. Sólo te queda soportar el peso de la banal arbitrariedad de los que mandan en cualquier momento dado de cualquier régimen político o social.

Las democracias, particularmente, son los constructos más perversos, porque surgen bajo el imperio de la ilusión de que en ellas “eres libre” y tus derechos son respetados. Y bajo la ilusión de la libertad y de la justicia tus impulsos más elementales se ven aplacados por el peso insoportable de las multitudes unánimes que viven bajo la ilusión de ser libres, y por lo tanto ya no hacen más nada para liberarse de esas cadenas tanto más oprobiosas cuanto más invisibles.

Nadie se sorprende de exigir derecho y justicia en las evidentes dictaduras. Las rebeliones están justificadas, los aplastados bajo su flagrante yugo avivan la pasión –y la compasión- de todos los que observan.

Pero, las democracias! Ah las democracias! Qué palabra talismán maravillosamente cínica, inconcebiblemente perversa pero tan real!

"Democracia representativa"...Si no fuese trágico, resultaría gracioso. Pero significa que hay que mantener  a miles de parásitos: diputados nacionales,diputados provinciales, senadores nacionales, senadores provinciales, más los miles de asesores, consultores, secretarios, escribientes, ayudantes...Con sus dietas, con sus viáticos, y todo bajo el amparo de su "fuero parlamentario".

¿Con qué objeto la nación -que es el pueblo-mantiene a este contubernio de sabandijas hematófagas, que a la hora de votar lo hacen en bloque, siguiendo, no el mandato de la gente sino la orden partidaria de acuerdo con los ocultos intereses de las cúpulas?

Decir "ocultos intereses" no es más que un eufemismo, basta ver cómo viven y cómo aumenta el patrimonio de todos estos maleantes sostenidos por la sacrosanta "constitución nacional".

Habría qué ver cómo lo defiende a usted, ciudadano de a pie, la "constitución nacional", cuando le matan a un hijo, le violan a una hija o irrumpen en su casa para despojarlo de lo que se ha ganado trabajando de sol a sol como una bestia de carga. Cuando eso ocurra, aprenderá usted lo que son los "derechos humanos" y con qué efectividad se aplican a favor de los delincuentes asesinos con el sostén de los señores y señoras "jueces de la nación" y de todo el edificio de leyes y decretos que ya el viejo Cicerón denunciara hace más de dos mil años como una estructura al servicio de la corrupción creciente.

Mientras escribo en la madrugada estas tristes divagaciones, hay niños y niñas que están siendo secuestrados, para ser utilizados con intenciones que ni siquiera desearíamos imaginar, que no podemos imaginar, pero que son verídicos y existen aqui y ahora. Muchachas que son arrebatadas en las calles para ser arrastradas hacia inmundos tugurios donde serán vejadas sin fin por ciudadanos "honorables", todo bajo el amparo de policías, jueces y legisladores infames...Convirtiéndose -tristes criaturas-en un número más de un expediente finalmente archivado bajo la pila de papeles en oscuros-oscuros y siniestros-edificios que ya no aguantan el peso de los folios acumulados...y de la ignominia indescriptible que continúa acumulándose sin solución de continuidad en este mundo vergonzoso y pestilente que hemos creado y sostenemos con nuestra docilidad mecanizada.


Dije antes: “la banal arbitrariedad de los que mandan”. Me hacía eco de la frase de Hannah Arendt, cuando escribió acerca de “la banalidad del mal”. Es un mal implícito, sencillo, automático. Un mal que funciona con la simplicidad del mecanismo de una simple ametralladora. Un trivial engranaje sin laberínticas justificaciones, ni necesidades ontológicas que vayan más allá de su propia letal simplicidad. Eso son los burócratas. Los vampiros del estado.

El escribiente de turno tomará tu deposición. La misma pasará por la criba incontestable de las férreas leyes inscriptas en inamovibles códices que inexorables eruditos de la burocracia han establecido como norma inmarcesible del funcionamiento del estado. Y allí quedarás atrapado, para siempre. Aplastado como un insecto entre las tapas de unos códices, que por arbitrio del abstraccionismo más absurdo-pero inapelable-vale más que todos los hombres, mujeres y niños de carne y hueso que día a día sucumben aplastados bajos sus letras que tienen todo el poder que le falta a la inerme razón de tu sangre.

Tú, para ganarte el mísero sustento, debes vivir a salto de mata. Sin saber nunca cómo vas a llegar a fin de mes. Cómo vas a hacer para pagar los vencimientos, las cuotas, los impuestos.
Ellos viven en la comodidad de saber que el sueldo que te roban –junto con tu tranquilidad de todos los días- llegará puntualmente a fin de mes. Y que bajo la “ley de estabilidad del empleado público”, jamás los podrán echar.
Ellos están tranquilos mientras tú  estás temblando por mil razones aún antes de llegar, entre las  dificultades sin fin de tus obligaciones cotidianas. Y cuando llegas, finalmente, escuchas el “No ha lugar”, “tramítese por la vía correspondiente” “debe asistir con su abogado” (más alimañas al servicio de la podredumbre universal) “ no hay prueba suficiente” “háganse las pericias de rigor” ( sabandijas que juzgarán si eres verdaderamente apto, es decir, “socialmente adaptado”, para aspirar a lo que pretendes)

El bíblico original  “a partir de ahora comerás con el sudor de tu frente” debería ya incluir: “bajo el imperio de las sabandijas chupasangres de la burocracia del estado” que, por supuesto, están exentas de ese primer mandato original, ya que ellas comen con el sudor de “tu frente”, y del de todos los ciudadanos de a pie que pagamos sus salarios, sus retiros y pensiones.

Es por ello que las llamadas democracias son las más perversas formas de gobierno, porque bajo la ilusión de la libertad viven todos sin más impulso ya de rebelarse contra un sistema de opresión, tan bien organizado, que aniquila desde el vamos la sola percepción de la tremenda esclavitud a la que somete, más tremenda cuanto que más oculta bajo un montón de baratijas, de leyes y de artilugios que sirven mayormente a los que más tienen y a los que detentan cargos públicos, sin contar a los delincuentes, que siempre, grandes socios de los abogados y jueces, se las amañarán para delinquir dentro de los marcos jurídicos que les permitan salir lo más ilesos posibles.

Vé tú, trabajador de a pie, asalariado o independiente decente y cumplidor de las leyes, y comete una sola falta (róbate una gallina o un sachet de leche en un supermercado) y ya verás cómo opera sobre ti la justicia con sus leyes.

El violador, el asesino o el ladrón más o menos pícaro, siempre llamará la atención de algún abogado más o menos mediático que sacará su rédito por poner en marcha el maravilloso engranaje de la justicia y de sus códices para encontrarle una salida a su cliente. Y si algo le faltase, ya vendrá Freud con sus secuaces de turno a justificarlo todo bajo la figura de que el pobre individuo, en razón de sus deterioradas funciones mentales, no es imputable.

Y cuando todo termine, te dirán: “Venga, no vaya usted a perder la confianza en el sistema de justicia”. Porque vivimos en una sociedad de derecho.

¿Qué me dice? ¿Qué no la vé usted derecha? 
Será, amigo mío, que no la está mirando usted  desde la perspectiva adecuada.
 Súbase a la tarima de los que mandan (gobernantes, senadores, diputados concejales,jueces,funcionarios,sindicalistas, lobbistas y empresarios) y verá usted que, desde esa cómoda altura, la sociedad se vé bien derecha, como una columna construida bajo las impecables leyes de la escuadra.


 

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