Camino y camino el arduo guijarro terrestre, yendo y viniendo del uno al otro confín, buscando, como Diógenes, en mi caso con una lámpara en la frente, buscando y buscando lo que hace siglos no logro encontrar:
un hombre Libre
Luego, exhausto, vuelvo al inmarcesible espejo que siempre me aguarda en el mismo lugar, y me digo, como dijo el inefable Federico:
“¿Por qué lloras, no somos acaso felices…?”
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