17.4.13

Poeta de poetas.
Maestro sin parangón
de la melancolía tan propia
del Modernismo que representó
de manera sin igual...y de la vida.

Pierde en 1892 a su amada hermana Elvira,
y en 1895 la mayor parte de su obra en un naufragio.

A los pocos días de mayo de 1896
le pide a un amigo médico que le marque en su camisa
el lugar exacto del corazón.

El 23 de mayo de 1896,
a los 35 años, se pega un tiro
en el lugar marcado por el amigo,
no sin antes cubrir todo con algodones
para no generar molestias innecesarias
a quienes descubran su cadáver.

Obra breve pero insuperable.
Aunque hubiese escrito solamente
el Nocturno que comparto,
bastaría para darle un lugar único
en la poesía universal.
Le "conocí" a mis 14 años,
y nunca pude separarme de él.

El Nocturno está dedicado, por supuesto,
a su amada hermana Elvira, por quien José Asunción
sentía un amor desbordante...

Difícil superar tanta belleza.
Disfrutémosla con la unción de lo Sagrado.



Nocturno III

Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado lentamente, contra mí ceñida, toda,
Muda y pálida
Como si un presentimiento de amarguras infinitas,
Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
Por la senda florecida que atraviesa la llanura florecida
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban
Y eran una
Y eran una
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!

Esta noche
Solo, el alma
Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
Por el infinito negro
Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
Por la senda caminaba,
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas,
Sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
Entre las blancuras níveas
De las mortüorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte
Era el frío de la nada...
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada,
Iba sola,
Iba sola
¡Iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
Fina y lánguida,
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de alas,
Se acercó y marchó con ella
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!...

 

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