Intuyo tu Presencia en cada instante:
Blanca, tan cercana y distante.
Rosa que habrá de aromar un día
el páramo sombrío de mi vida.
Elevas mi estatura
al ritmo que conjuras
el tiempo luminoso
del Viaje, quizás, o del reposo.
¿Por qué conjeturar
con ciencia vana y fría
tu rostro singular,
tu forma tan amada,
tu mano tan temida:
Alba o Crepúsculo final.
Soneto
Mi corazón naufragio
y mi sangre ruina.
Guarda, hechicera, tu presagio.
Siempre lo mismo se avecina.
No has de hallar entre tus signos
nada nuevo para mí,
hijo predilecto del Abismo,
psiconauta de una muerte sin fin.
Si leyeras por debajo de mi sangre,
penetraras en el denso laberinto,
descubrieras el origen de mi Hambre
y alumbraras el trágico recinto
del fantasma letal que me desvela,
entonces creería en ti, hechicera!
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