30.3.11


"La decadencia de occidente y el fin de los tiempos”


por Manuel Gerardo Monasterio
(Publicado en Foro Planetario el 8/8/2007)



“Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo”
Tomás de Aquino


Durante toda la historia conocida, y a pesar de todas las crisis, conflictos y hecatombes, la humanidad mantuvo siempre espacios de la vida cotidiana impregnados de la percepción de lo Sagrado, entendiéndose esto con aquel ámbito de la Naturaleza del hombre en el que éste participa del Misterio, de lo Numinoso que trasciende no sólo lo conocido, sino lo cognoscible. Aquello a lo que se refiere el sagaz Wittgenstein en la última entrada de su Tractatus, cuando escribe “Acerca de aquello sobre lo que nada puede decirse, más vale mantener silencio”.

Nunca, como hoy, hubo tanta información, tanto material, tanta literatura referida precisamente a Eso sobre lo que nada se puede decir.

La llamada “nueva era” nos ha traído consigo “todas las explicaciones”.
Nunca, como hoy, hubo tanta confusión. Nunca como hoy, la confusión ha sido tan proporcional a la presunción de supuesto conocimiento acerca de Eso sobre lo que nada puede decirse.

Los adalides y maestros de la “nueva era” se presentan ante las multitudes de incautos como sabiéndolo todo al respecto de Aquello sobre lo que nada se puede saber.

Esa falta de humildad –y esa insensatez- no es en absoluto casual. Procede, por un lado, de la necesidad de ejercer poder personal sobre la mayor cantidad posible de eventuales acólitos o fieles. Pero lo que subyace, desde una perspectiva Gnóstica y profunda- es la intrusión creciente en la mente humana de lo que, a falta de mejor sinónimo, llamaré energías arhimánicas.



“El mayor logro del diablo ha sido hacerle creer al hombre que el diablo no existe”
Chesterton



El desorden generalizado, la falta de discernimiento y la decrepitud del criterio, la “igualación” de todo pero a ras de tierra, la confusión de los sexos y la perversión de las costumbres en detrimento evidente de la paz y la armonía interior, son el signo de los tiempos.

Hay un orden natural elemental -ni siquiera religioso sino lisa y llanamente biológico- que está siendo volitivamente trastocado.
El ser humano necesita lo que podemos llamar “provisiones morales”, es decir, una serie de hábitos y costumbres que le permitan devenir Hombre en primer lugar.
Lo que estoy planteando está lejos de tener algo que ver con una actitud mojigata. Se trata simplemente de ser conscientes de que si metemos la mano en el fuego nos vamos a quemar. Nadie nos prohíbe hacerlo, sino nuestra propia percepción de dolor cuando la piel y la carne se comienzan a tostar. ¿Pero qué ocurriría si por alguna razón fisiológica o provocada el organismo perdiese esa capacidad de percibir el dolor cuando el cuerpo es puesto en situación de inminente destrucción? Uno podría quemarse vivo casi sin darse cuenta.

Nadie me prohíbe acercarme al “fuego” de las conductas y actitudes que habrán de “quemar” y disolver mi condición de Hombre sino mi propia consciencia. Pero, ¿qué ocurre si por medio de múltiples argumentos y tácticas se adormece mi consciencia y no siento escozor ético alguno frente a prácticas que normalmente habrían de ponerme en dolorosa situación de alerta?

Ese adormecimiento, esa narcotización, esa alteración flagrante y disolutiva de la percepción de lo que está bien y de lo que está mal, es lo que el llamado “posmodernismo” o incluso “globalización” –si se la entiende como la exportación universal de una visión del mundo a la medida del consumismo total y omniabarcante- está introduciendo en la vida humana.

Se les hace creer a las pobres gentes que todo da igual, que todo es posible, que así como podemos clonar una vaca, es posible e incluso entretenido asomarse a la vida íntima del prójimo sin culpa ni reparos –llámese gran hermano o los programas televisivos de chismes- y que es "natural" que haya tres o cuatro sexos. Que todo se puede vender y comprar, esa es la única verdad que se sostiene como eterna e inviolable en el “nuevo mundo·: la ley de la oferta y la demanda. Si hay quienes quieren comprar sexo infantil se encontrará quien esté dispuesto a venderlo, y no hay –eso es evidente- demasiado interés en acabar con esto porque de lo contrario hubiésemos tomado a nivel mundial las medidas drásticas que hacen falta para terminar con semejantes prácticas.

No hay voluntad de acabar con esto porque hay un adormecimiento que ya en algunos temas es casi completo frente a lo que esta bien y lo que está mal. Y en medio de estas dos categorías que para los tatarabuelos eran bien fáciles de distinguir, el “progreso” ha colocado –con la ayuda siempre eficaz del Derecho de aquellos abogados infieles a su juramento- miles de grises, matices y atenuantes que confunden tanto el panorama como para lograr que la mayoría -que incluye por supuesto y especialmente a muchos universitarios- no conozca ya en algunos asuntos de ética y moral o incluso del más elemental criterio, la diferencia certera entre un microbio y un caballo.

Las aberraciones éticas y las crueldades de la impiedad en pos de la propia satisfacción narcisista con la cooperación de mil y un artificios creados por el ocio mal conducido son sostenidas con la excusa de no hacerse uno problema por nada que no le ataña o amenace a uno de la manera más directa posible. Al ritmo de ésta, que es la verdadera “filosofía” que subyace –no demasiado oculta-como móvil esencial de la sociedad consumista, miles de maniobras gatopardistas en pos de “cambios” que en realidad no cambian nada de manera sustancial son realizados a través de todo el mundo.
En esta cultura manda el “progreso”. Como si la sola palabra representase algo en particular, cuando en verdad sólo significa “ir hacia”, “avanzar”. La pregunta es hacia donde. Pero eso no interesa, porque lo único importante ha pasado a ser estar en frenético movimiento.

Con el impulso de toneladas de dinero y bajo el amparo de leyes laxas y reglamentaciones confusas o superpuestas, se diseña, se fabrica y se realiza todo lo que pueda ser realizado. La tecnología, que ha marchado a una velocidad inversamente proporcional a la de la Comprensión –y no esa mera inteligencia instrumental que posee una gran cantidad de técnicos científicos actuales- permite hoy hacer cosas no digamos impensadas, ni siquiera soñadas en otros tiempos. Cuando comprendamos que la clave de la hora es autocontrolarnos y abstenernos de manera autoconsciente de hacer todo y absolutamente todo lo que somos hoy capaces de hacer, será quizás demasiado tarde.

El hedonismo, la comodidad, la molicie, el "hago mi placer y mi voluntad",
han prosperado incluso a partir de una cantidad de filosofías que intentan hacer pasar como “la sabiduría oculta de los tiempos” a partir de libros, cursos y seminarios que mentalizan a los ingenuos en estado de necesidad física, psicológica o emocional, con los “consigue lo que quieras”, “el mundo es tuyo si lo deseas”, cumple todos tus deseos”, “no te ocupes de lo que le pasa al prójimo porque ese no es tu asunto” y mil propuestas más que atentan contra las leyes más elementales de la convivencia creativa, como bien lo saben quienes verdaderamente investigaron y conocieron la existencia humana a lo largo de los siglos.


"Los dioses en su eternidad pueden darse el lujo brutal de lo absoluto. Para nosotros siempre y de manera inexorable, encarnar los absolutos desemboca en la tragedia."
Manuel Gerardo Monasterio en “Y Juramos con Gloria Morir”



La extrapolación –epistemológicamente ilícita-de los hallazgos de la física en general y de la cuántica en particular, a la vida cotidiana colectiva, ha aumentado aún más la confusión generalizada. La relatividad de Einstein ha sido “bajada” a la filosofía práctica relativizando los valores y las consecuencias por del desprecio por los mismos. Siendo todo ”tan relativo” y el universo tan grande, que más da lo que hagamos o dejemos de hacer: “todo es igual y da lo mismo”. Argumentos que no resisten el más mínimo análisis, ya que , evidentemente, el cosmos seguirá funcionando si tu hijo de 3 años muere dentro de un rato, pero el impacto sobre tu vida no será por cierto “relativo”. Y todos nuestros actos cotidianos no son relativos en relación con nuestro estado mental, no lo son en absoluto. Nuestra paz interior depende de muchos detalles que, desde la perspectiva cósmica, pueden ser por cierto irrelevantes. ¿Pero estamos nosotros operando acaso desde esa perspectiva cósmica? (pregúntese el lector sagaz ¿Quiénes son los que operan desde esa perspectiva cósmica? y obtendrá la certera respuesta...)

El otro error, con efectos deletéreos sobre la mentalidad colectiva, ha sido el de extrapolar las teorías del caos a la simple vida cotidiana de la gente.
Como en sus niveles más grandes el universo es puro caos, piensan los incautos que incluso han entendido mal las cosas de la física, todo vale. ¿Qué ética y qué moral pueden tener valor alguno sustancial frente a ese panorama cósmico vertiginoso?
Pero más allá de lo que ocurra en niveles cósmicos que son, en definitiva, inaccesibles para todos menos para las especulaciones de algunos pocos físicos en todo el mundo, nuestro sistema solar, que es lo que nos atañe directamente, tiene precisas leyes que hacen que los astros no se precipiten unos sobre otros a cada rato.
Y en el plano de lo eminentemente concreto en nuestra vida cotidiana, la calidad de vida –la más plena calidad física y mental, no la que se mide solamente en función de cuántos aparatos suntuarios puede llegar uno a adquirir- depende de pequeños y grandes gestos éticos que son dados y recibidos a cada rato en la vida interpersonal. Actitudes, conductas y gestos que para ser efectivos han de partir de una clara jerarquización de los valores que uno aplica en su vida diaria.


Un caos demasiado organizado



"Porque no estamos luchando contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los jefes de las tinieblas de este mundo, contra malevolencia espiritual en lugares elevados" Efesios 6:12


En la cita que antecede, me he permitido traducir directamente de la Biblia en inglés del Rey Jaime, una versión por la que siempre he sentido especial predilección.
Yace oculto aquí un secreto muy profundo, tanto, que representa directamente la explicación del núcleo de los males de la humanidad. Tan manipulado está el entendimiento de la gente por la influencia de eso a lo que se refiere Pablo, que si hablara yo directamente de este tema, sería tomado por loco y seguramente pocos proseguirían con la lectura. Seguiré de ahora en más como en parábolas, para que se me acompañe hasta el final.


"En una lectura atenta y simple del Pentateuco nos encontramos enseguida con que el dios que allí se nos presenta —el Yahvé que se les manifestó a Abraham y a Moisés— es un individuo vengativo, cruel, encaprichado con un pueblo y feroz con los otros pueblos (que supuestamente también eran hijos suyos), celosísimo de otros dioses (dioses que por otro lado no existían, a juzgar por las mismas enseñanzas de Yahvé), intolerante, impaciente, incumplidor de sus promesas, incansable demandador de sacrificios sangrientos (con los cuales no hacía más que imitar a los "falsos dioses" de los otros pueblos), extraño en su manera de manifestarse, confuso y contradictorio en su mensaje a los hombres, absurdo en muchas de sus peticiones, errático en su manera de proceder, exigente, implacable en sus castigos, miope en cuanto a los otros habitantes del mundo, y en fin, demasiado parecido a los hombres tanto en sus defectos como en sus virtudes... Pero del Dios fuente de toda belleza y bondad que los hombres tan ansiosamente buscamos, no sólo tenemos derecho a esperar alguna virtud, sino todas ellas en grado sumo y además una ausencia total de todas las cosas negativas y malas que encontramos en el Yahvé del Pentateuco."
Salvador Freixedo


Vivimos en una era de confusión programada. Y hay "quienes" se nutren de la energía que producen el sufrimiento, el caos y la confusión. El llamado “pecado original” que es en realidad “ignorancia primordial”, es un fenómeno impuesto sobre la humanidad por voluntades –a las que Pablo se refería en Efesios- que operan desde niveles inaccesibles a nuestra percepción. El hombre en estado original es una criatura tan bruta e inocente como el gorila. Quien tenga oídos, oiga. El estado actual de la humanidad, lejos de ser resultado de un proceso "natural" es un estado progresivamente programado. Quien tenga ojos, vea.

Este no es nuestro estado natural.
Este no es nuestro estado original.
Este es el estado hacia el que, aquellos de los que hablaba Pablo en Efesios, nos han ARREADO.

La Gracia está siempre presente. Pero si aspiramos a la manifestación de la Gracia más allá de lo circunstancial y fortuito, debemos estar conscientemente abiertos a la Gracia. Porque , contrariamente a como a veces se cita, Jesucristo no dijo “la verdad os hará libres” sino que dijo, “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
La verdad puede estar frente a uno, como el rio frente al sediento, pero si éste cierra los ojos y camina en sentido contrario, no encontrará el agua ni calmará su sed. A ese ir hacia el río, a ese abrirse a la Gracia, le llamamos Intencionalidad
La Gracia viene de Lo que nada puede ser dicho que no sea distorsionado o insuficiente. La intencionalidad la pone el hombre.

Más vale que nos abramos a la Gracia y que intentemos conocer esa Verdad. Porque lo que viene no tiene parangón con nada de lo que nosotros ni nuestros antepasados hemos visto o soñado.


Para compartir con Gnósticos y con criaturas inocentes:





"Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las
asechanzas del diablo." (Efesios 6:11)

"Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en CRISTO JESUS Señor nuestro” (Romanos 8:38-39).

El Reino de Cristo no es ni fue ni puede ser de este mundo. El Reino de Cristo no es del tiempo ni tiene nada que ver con el tiempo.
El Rey de este mundo, que es el Rey del tiempo, no tiene nada que ver con el Cristo y con el Reino del Cristo.

Hemos utilizado la palabra "diablo" para no escandalizar a los racionalistas y ateos, que por ahora pensarán tan sólo que somos unos "pobres" creyentes. Si utilizáramos la definición más concreta de "aquellos" a quienes nos referimos nos tomarían por dementes.


Manuel Gerardo Monasterio
Buenos Aires, 8 de Agosto de 2007

3 comments:

Anónimo dijo...

"Todo debe suceder...la naturaleza adecua los cambios al estado de la conciencia de la humanidad"

Lelé Chamán

Manuel Gerardo Monasterio dijo...

En efecto, sabio Lelé,y en ese sentido hasta podríamos decir que la naturaleza es muy compasiva...No pensará usted que yo necesariamente CREO en todo lo que escribo, y muchísimo menos en lo que pienso! Pero mientras tanto, algo hay que hacer! Si es posible, lo mínimo indispensable! Siempre se los recuerda con mucho cariño...

Manuel Gerardo Monasterio dijo...

Ah, dicho sea de paso, me he encontrado últimamente con un antiguo compañero suyo de la GFU...

 

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