18.4.13

He vivido motivado por una piedad infinita
ante el horror inenarrable de lo que somos,
o acaso lo que no somos. 

Y esa Piedad, -infinita para mí,
por cuanto no le he conocido límite alguno objetivable-
me parece la marca distintiva de este pequeño y extraño
animal bipedestado, con toda la carga inconcebible
de su tremenda gravitación vertical.



La piedad, de la que surge la ternura.
La ternura que he sentido,
con una sensibilidad casi irresistible, en esos ojos…
En esos ojos oscuros de los que emana una luz inconcebible.
Una luz que me ilumina para siempre desde entonces. 


Los ojos de Tiziana.


Un milagro que la Providencia puso ante mis ojos,
para bendecirme más allá de todo cálculo. 


Si algún recuerdo nos es dado llevar,
en este insólito viaje interestelar y planetario,
yo elijo esa luz : la luz inmarcesible de esos ojos,
que me ha redimido aquí y ahora, y para siempre.

 

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