Qué lento exprimes, Señor,
el líquido tenaz,
el fosco liquen de mi vida,
para regar quizá
los bosques de tu hastío.
Sí, tan sólo bosques,
umbríos bosques puedes regar conmigo.
Y mis huesos obedientes,
y mis húmedos tejidos
van cediendo mansamente
en tu mortero celestial.
Criatura soterrada.
Extinción total.
Qué lento ha sido el día,
Alfarero mío,
qué lento y qué fugaz!
Manuel Monasterio, "Extinción de la Palabra" 1981
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