united fruit...forever
Poema sobre tanto
Sobre ruinas y esperpentos
sobre glorias de cartón
sobre víboras y sueños
sobre rosas incendiadas
sobre tumbas clamorosas
sobre muerte y sobre muertos
sobre infames fantasías
sobre sueños infernales
sobre niños mutilados
sobre cantos cercenados
sobre furias sobre llanto
sobre ruinas sobre espantos
sobre tanto marcha el hombre
sin paz y sin descanso
sobre todo lo perdido
y sobre todo lo olvidado
sobre anhelos encendidos
sobre amor ametrallado
sobre tanto amor
y tanto horror enamorado
sobre tanta risa
y tanta tentadora tontería
marcha el hombre
marchitamente muerto de antemano
Andrés
De Garnier,
1979
Estaba en medio de una jungla en el espacio
estelar. Alzó la mirada y vio dos soles verticales sobre su alma.
El hombrecito estaba
frente a é1, sentado contra un plátano
gigantesco. Andrés se sobresaltó. El otro sonreía cuando le dijo,
-Estás metido en un lindo follón, no es así?-
-Qué te parece! -
- Yo sé muy bien de qué se trata. Mira, yo me quemé los cojones por esos
hijos de puta. Mi alma era un volcán que reía en medio de las tinieblas de mi
pueblo. Porque yo era libre. El único hombre libre entre todas aquellas
cucarachas a las que amaba desesperadamente. Lo que yo no sabía entonces es que
el hombre ha nacido muerto. Y yo era uno de aquellos abortos cósmicos que
llegan de tanto en tanto, y estando vivo, estaba condenado a sufrir como un
bendito. Salvo unos cuantos creyentes que durante un tiempo me acompañaron,
estuve cercado por cerdos y ratas. Y América era una gangrena gaseosa que me
estaba consumiendo. América era un chancro en mi alma. En mi alma como agua
clara que se me estaba muriendo de América que se me había caído encima y no me
dejaba respirar. Yo había soñado con un mundo diferente. Un mundo donde la
brisa se llamara libertad y el agua decencia. Donde el pan fuese dignidad alimentando la esperanza del trabajo
solidario de unos que vivieran como hermanos no sólo en el discurso y la
palabra. Pero era inútil, porque todos estaban muertos, o casi todos. Y yo
estaba cercado por ratas y por cerdos. Por hormigas coloradas que se habían
encaramado a mi cuerpo y me habrían de alcanzar el corazón.-
Andrés
escuchaba iluminado. La presencia entraba en su cerebro como una danza de luces
que lo iba colmando con un júbilo agudo, esclarecedor y doloroso. El hombre
continuó,
-Ahora ya lo
veo todo claro desde aquí. Desde mi
cielo personal construido con mis manos y mis cojones luminosos, entregados en
pos del ideal que forjé para nadie. Para nadie. Porque, ¿sabes? Hay unos chicos allá, con muy buenas
intenciones. Pero todo sigue siendo inútil, porque los que están vivos,
verdaderamente vivos, son siempre demasiado pocos. Y el peso de los muertos
acaba por tumbarte. Y el olor de la muerte se te va metiendo por la piel, y tu
también comienzas a morir vertiginosamente. De
otra muerte. De una muerte que se llama indiferencia y soledad. Es una
historia que se repite sin fin. Es una calesita de pueblo con sus viejos
caballos cansados y su musiquita quebrada que dan pena. Y no quisiera mirar.
Pero no puedo dejar de mirar. A falta de un dios que mire con la mirada con que
yo los miro sigo mirando. Y cada vez que miro me desbordan las lágrimas y el
corazón se me derrama. ¿No has sentido alguna vez mis lágrimas, mis verdes
lágrimas lloviendo sobre tu alma? Acabarás aquí conmigo, finalmente. Porque no
hay nada que hacer. Nunca habrá nada que hacer. Pero vale la pena a pesar de
todo seguir haciéndolo para siempre.-
El hombre era
ahora una bola luminosa que lo enceguecía.
Se despertó
agitado como un niño en víspera de fiesta. Salvo estar en su cama de la casona
de Caballito, no había razón para creer que hubiese sido un sueño. Había estado
con Augusto César Sandino.
Capítulo 16 de mi novela "Y Juramos con Gloria Morir"
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