El tema de la modificación del Código Civil es un asunto demasiado serio para que se sancione más en base a presiones de grupos de poder, que sustentándose en un profundo estudio en el que concurran especialistas de todas las áreas en juego.
Las presiones de los Lobbyings –sean católicos, de organizaciones homosexuales u otros-deben reducirse al mínimo a la hora de dictaminar.
El panorama general al respecto no resulta confiable, cualquiera sea la decisión que asuma el Senado. La cuestión de fondo NO ESTA BIEN PLANTEADA. En realidad, habría que volver a empezar de cero. Los sentimentalismos de un lado, y las suposiciones espectrales-religiosas del otro, no aportan nada a una decisión que debe fundamentarse en criterios de funcionalidad en pos del mal menor (o del bien mayor, según les guste) de la sociedad en su conjunto.
Por otra parte, a los jueces que han realizado casamientos- en flagrante violación del Código Civil- habría que destituirlos de inmediato. Un juez no puede dictaminar en base a su criterio personal en violación al Instrumento primario de sanción a nivel nacional. Es una simple cuestión jurídico-procesal que nada tiene que ver con el contenido moral o social del dictamen.
De los sacerdotes que prometen “el infierno” a aquellos Senadores que decidan a favor del matrimonio gay, sólo podemos decir que son un ejemplo muy bello de “misericordia cristiana”…
En fin, frente al panorama que se presenta en este y en tantos otros temas, sólo nos queda coincidir con Goethe:
“Considerada desde las alturas de la razón,
toda vida parece una enfermedad maligna
y el mundo un manicomio”
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