26.5.10

Para S.C.C

Son las cinco y treinta de un otoño

que impone sobre mi despertar:

la madrugada.

Es noche afuera, pero más noche aún en mi alma.

Fugaces ruidos me han despertado. Está preparando las pocas cosas que le

hacen falta, pues lleva consigo el Ser que necesita

para éste y todos los mundos por venir.

Ha sido una larga jornada cuya senda se pierde entre la bruma de los años…

Tuve muchos discípulos, pero ninguno como él.

Desde que le vi asomarse cuando niño,

con la frágil apariencia de un patito mojado,

supe que finalmente había llegado.

Nadie sino el maestro podía saber

cuán distinto era realmente a todos los demás.


He was The One.

El Elegido.


El aún no lo sabía,

nadie lo sabía,

nadie podía saberlo

salvo yo, su Maestro.


Veinte años de Trabajo día y noche.

Veinte años de respirar el mismo aliento de la misma Sadhana

bajo la misma Estrella del Conocimiento Interior.

No es que le haya enseñado más que a los otros,

es que él aprendió mucho más y mejor.


Se lo dije temprano, cuando percibí que comenzaba a apegarse

a mí: “Mira que este discipulado llegará algún día a su fin. Porque de eso se trata

todo. Maldito el Maestro al lado del cual un discípulo tenga que

permanecer para siempre, porque significaría que ha fracasado. Has de saber que

estás frente a un Maestro Mayor, de aquellos que saben que si su Trabajo está bien

hecho, será inevitablemente superado por aquel a quien ha formado.”

Me miraba sin comprender, con su ojitos de pájaro azorado,

faltaba todavía tanto que aprender!

Pero era mi obligación desde el principio prepararlo

para la última barrera que algún día habría de trasponer.


Ninguno tan obediente, tan prudente, tan esmerado como él.

Ninguno tan desesperado por aprender.

Soportó todos mis embates. Toleró todas las pruebas

frente a las que los demás se dieron por vencidos.

Resultaba increíble para todos, que aquel cuerpo tan frágil

escondiera un alma tan fuerte y tan grande...

Para todos, excepto para mí.


Una por una, día tras día, año tras año,

fue traspasando los umbrales de todas las prácticas.

Mientras yo no dejaba de recordarle, cuando le veía

tan contento y apegado a mí:

“Mira que algún día, deberás partir.

Nuevos Maestros te aguardan en otro lugar,

en otros Mundos más allá del Mundo que te estoy Entregando.

Cuando hayas aprendido todo lo que tengo para enseñar,

deberás continuar aprendiendo aquello que

yo no te puedo enseñar.

Me miraba, y sonreía.

Aquel momento parecía

entonces tan lejano

como si fuera “Jamás!”


Hace unos días noté un cierto cambio en su semblante.

Una cierta madurez largamente ansiada,

pero tan desconocida!

No me dijo nada, y yo nada pregunté.

Estuve siempre tan completamente seguro de mí!

Muchos discípulos habían llegado y partido frente a mí.

“Viveka y Vairagya”, me han escuchado siempre decir.

Discernimiento y Desapego.

Hasta este momento,

fui el ejemplo viviente

de la actitud que prediqué.


Por eso no comprendí al principio la razón

de tanto frío en esta madrugada,

que el otoño me impone a las cinco y treinta de la mañana.


Es el último discípulo que ha quedado conmigo,

El único que ha resistido y persistido.

El único que ha crecido en toda la estatura

que mi práctica prometía solamente a aquel

que se atreviese a transitar la senda hasta el final.


Está preparando el último té

para él, y para su ya antiguo Maestro.


De alguna manera, fue ocupando

todos los lugares posibles.

Primero fue mi alumno más querido.

luego fue mi hijo, mi hermano,

e incluso el amante que no he tenido

y que por mis Votos jamás podré tener.


Estoy sintiendo emociones inquietantes.

emociones demasiado jóvenes,

emociones que no creí ni deseé volver a sentir.

Son tantas y tan ajenas no sólo a lo que Soy

sino a lo digo Ser, que me siento súbitamente

avergonzado y tengo que apelar a toda mi templanza

para no generar un despropósito

indigno de mí, y de él.


Hace ya algunos minutos, sin embargo,

que mi rostro recibe una lluvia

que no puedo ni deseo contener.

El me mira, tan sólido como siempre lo soñé.

Sus ojos firmes y decididos guardan, sin embargo,

la tenue sombra de lo que me desborda a mí.

Ninguno de los dos dudamos un momento

de lo que habrá de suceder.


El Sol ha comenzado a imponerse

sobre la madrugada de este otoño,

que parecía interminable.

Y le veo partir, por la misma senda

sinuosa por la que vi llegar alguna vez.


Siempre supe que yo estaba solo.

Pero la soledad que siento hoy

es muy distinta a todo lo que imaginé.


El círculo se ha cerrado.

El discípulo, finalmente,

alcanzó lo que ambos,

-sobre todo yo-

sabíamos y esperábamos.


Veo ya la sombra de su sombra

que se ha perdido por la senda sinuosa

por la que, cuando niño, le vi llegar una vez.


Se ha ido para siempre,

por lo menos para siempre

en el sentido en que yo lo conocí.

Me deja la última Perla

de Precio inmensurable.

La última barrera que yo creí conocer

pero en realidad no conocía.

La última barrera que ahora,

siendo como soy un genuino Gran Maestro,

yo también, a pesar de mi inicial flaqueza

habré de trasponer.


Gracias:

Mi Unico Hijo,

Mi Unico Hermano.

Mi Unico Amigo,

Mi Unico verdadero discípulo

y mi Unico primer y Ultimo Maestro.


Que así Sea.

 

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