Amo tu Obra,
descomunal y pavorosa,
tan distante de mí
que soy un muro solo
donde la Vida penetra
con mañosa sutileza.
Y tan cercana a mí
que soy pequeño.
Amo tu Obra,
feliz y pavorosa.
Tan fugaz, Dios mío,
y tan sin fin a un tiempo para mí,
que soy pequeño.
Amo tu Obra,
celeste y pavorosa.
Tu crueldad infinita
o acaso tu bondad inaccesible para mí,
que soy pequeño
y a veces no comprendo:
Alfarero inefable que nos amasas
sin piedad y sin término.
"Extinción de la Palabra", Manuel Monasterio, 1979
2.8.09
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