El alba ya no es más
que la pálida pirueta
de un peñasco rodando
por el infinito
incomprensible.
La noche es sólo la sombra
del mismo peñasco impenetrable.
Y mis ojos se han llenado
de la bruma inexpugnable
que lo ha cubierto todo.
No te veo,
y yo también
he desaparecido.
No soy más
que una muralla
de gritos y Silencio,
en medio de una eternidad
de respuestas que no contesta
ni una sola de mis preguntas.
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