7.2.11

A George W. Bush, 2006


Manuel Gerardo Monasterio, por sí,
en pleno uso de las facultades
que le han quedado
-con el cerebro y las arterias corroídos
por el llanto milenario-
te escribe, Mr.President, desde la más austral
de tus posesiones en este continente.

Mis compatriotas desde el Desierto de Sonora
hasta el Cabo de Hornos te recuerdan,
Mr.President, se acuerdan de ti
y de tus antepasados diariamente.

Debo ser, mira tú qué soberbio,
uno de los pocos por aquí que te comprende.
Te comprendo a ti y a tus perros de Wall Street,
a tus castrados del pentágono
y a tus cenicientos marines vestidos
con la sangre de toda la belleza
masacrada en la tierra y en el aire.

Me imagino, Mr. President,
las lacerantes maldiciones
que te impone el Hambre,
el Hambre del Hombre
que no eres y la muerte sin tregua
que ronda los helados rincones
del triste laberinto de tu sangre


Comprendo que tu apetito se encienda
con la visión deslumbrante
de los niños y niñas de mi tierra.
Tiernas doncellas de mi bella Guatemala.
Exquisitos bocados con forma de niño
en Ecuador. Honduras y Nicaragua.
Jubilosos chiquillos de mi ardiente Salvador.
Sangre radiante de las entrañas de una América
que vive con una Vida exuberante
que los chacales de tu tierra aún no logran apagar.

Me imagino lo que ha de ser estar
tan muerto todos y cada uno de los días
y no saber adónde clamar,
cuando no se conoce a Dios
más que de nombre
y se lo niega cada día
matándolo en la carne
de todos los hombres
que tus mastines desgarran
sin descanso en todas partes.

Tienes sed y tienes hambre.
Y no tienes otro sitio
adónde recurrir.
Y cuando te aburres
de la sangre de Asia o Medio Oriente
vuelves siempre a tu platillo favorito,
que es la América de veras,
no la América falsaria
de las barras incendiarias
y las sangrantes estrellas.

Yo no voy a maldecirte, Mr. President,
Yo, sin embargo, te bendigo.
Te bendigo en nombre de los padres masacrados,
de las madres y los hijos de mi pueblo
que navegan por los vientres
de tus insaciables financistas y
tus famélicos soldados.

Te bendigo, Mr.President,
para que los niños luminosos
de mi tierra deslumbrante
-que te has tragado-
se te enciendan en el vientre
y te iluminen la sangre.
Y te conviertas en el Hombre
que tanto envidias en los Hombres
de la América genuina,
de la América salvaje.

Hasta entonces,
mis saludos,
Mr.President.

 

Copyright 2010 Tristario.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.