Entrevista a Manuel Monasterio
Por Nuria Climent Vilardebó
(Nueva Era,Criptohistoria,Ovnis,evolución,psicoanálisis, Foucault y el posmodernismo)
Amor, violencia y terrorismo
Esta Entrevista se realizó hace unos pocos años atrás, apareció en el extinto Foro planetario. La republicamos nuevamente.
(N: Nuria Climent Vilardebó M: manuel Gerardo Monasterio)
N: Espero que hoy podamos charlar acerca de todos los temas que quedaron pendientes en nuestros encuentros anteriores.
M: Sí, espero poder plantear todas las preguntas relevantes.
N: Bueno, espero poder plantearlas para que tú respondas…
M: No, no, no. No me interesan las respuestas. Sólo me interesan las preguntas. Las preguntas abren puertas insospechadas…Y la mayor parte de las respuestas, las cierran. Sólo me interesa expandir los límites de la duda hasta el punto en que aprendamos a convivir con la incertidumbre. La certeza es un cuarto cerrado. Un callejón sin salida. Suena mejor en francés, más gráfico, “cul de sac”…
Si logramos generar las preguntas, una suficiente cantidad de preguntas relevantes, eso sí resulta creativo. En las preguntas precisas está todo lo que podemos precisar.
N: Te escuchaba comentar algo acerca de Slavoj Zizek, y me preguntaba qué piensas del psicoanálisis en general.
M: ¿Qué puedo pensar acerca de algo semejante? El psicoanálisis es una descomunal masturbación mental sin ningún despliegue biológico real.
N: ¿Eso es todo? ¿Acaso no ves en ello nada de valor?
M: “Lo” único valioso que surgió del psicoanálisis fue Wilhelm Reich. ¿Y qué hicieron con él? Dime tú, ¿Qué hicieron?
N: Lo trataron de demente, lo persiguieron…
M: Sí, exacto. Lo defenestraron, lo persiguieron, lo calumniaron de todas las maneras posibles, lo encarcelaron y lo asesinaron. ¿Qué otra cosa podían hacer con él? ¿Qué otra cosa pueden hacer los muertos con aquello que está vivo? Reich estaba vivo. Su formación biologista y sus antecedentes como materialista lo salvaron de toda la gran masturbación de los psicoanalistas de su tiempo. Reich no era, a diferencia de los demás, un onanista mental. Era un organismo mucho más sano, vital. Si una paciente lo excitaba, no intentaba enredarse con ella para terminar encamado en medio de la terapia como la mayoría de sus colegas de la época. No. Reich paraba el proceso y le decía a su paciente, estoy caliente con usted, no puedo seguir atendiéndola. ¿Qué hacemos ahora? Y si el deseo era mutuo se iban a encamar, sin interpretaciones. Era un hombre sano, no un onanista degenerado. Por eso lo odiaban profundamente, no se lo perdonaron.
N: ¿Y Freud?
M: Un onanista judío.
N: ¿Y jung?
M: Un onanista ario.
N: Si no me lo hubieras dicho seguido hubiera pensado en una actitud discriminatoria….
M: No, no. No tiene que ver con eso. Tiene que ver con que los contenidos del onanismo varían de un grupo étnico a otro. Nada más. Define los contenidos predominantes de las fantasías que cada uno va a elaborar, eso es todo.
N: ¿Qué quieres decir exactamente con “onanista”?
M: Inventan palabras, teorías, conceptos. Y se masturban con ellos hasta morir. Todo eso es el resultado de una profunda perturbación de la percepción, una enfermedad del sistema nervioso.
N: Entonces, dices que los psicoanalistas…
M: No, no sólo los psicoanalistas. Todo lo que llamamos cultura y civilización es el resultado de una perturbación del sistema nervioso. Es el resultado de no coger, comer y dormir adecuadamente durante generaciones. Cualquier organismo que esté satisfecho en sus necesidades concretas no tiene interés alguno en desarrollar semejantes cosas. Muchísimo menos fantasea con nada parecido al “progreso”.
N: Bueno, esto me suena a un pensador hindú que vive en Suiza….
M: Sí, pero no. Porque es hindú. No me interesan sus pretensiones de que él no está condicionado o lo que le pasó a él que él no controló en absoluto o todo eso que pueda decir. Es de origen indio, y los indios simplifican. Lo vienen haciendo desde milenios.
N: Yo creía precisamente lo contrario, que los sistemas filosóficos surgidos en India eran los más complejos y…
M: Sí, los “sistemas filosóficos”, más masturbación. Lo que el hindú no sabe y no lo saben la mayoría de los santones –al menos éste no se vende como gurú, aunque oficia en parte de ello-es cómo comenzó todo esto. ¿Cómo es posible que algo tan “natural” como un mono se haya convertido en algo semejante a lo que somos nosotros? ¿Cómo es posible? Tú eres antropóloga, tú dime.
N: Bueno, las teorías evolucionistas…
M: No, no. Por favor, nada de masturbaciones al respecto. No me hables de esas teorías. ¿Cómo es posible que un mono, que la tiene “clara”. Es decir, tú no tiene que explicarle a un mono cuales son las actividades fundamentales de la existencia. El mono lo “sabe” perfectamente. Nadie tiene que explicarle que su único objetivo es la supervivencia, y que dentro de esa necesidad entra la alimentación y la cópula con las monas. Déjalo comer, déjalo descansar, déjalo copular, y el mono está en paz. Así de simple. Ha alcanzado esa paz que jamás habremos de alcanzar los humanos a través de todas las prácticas y tecnologías religiosas y “espirituales” desde Palo Alto hasta el Tibet. Así de simple….
N: Bueno, pero tú estás reduciendo al hombre….
M: ¿Reduciendo a quién?
N: Al hombre….
M: ¿Qué es el hombre? Tú profesión se basa en eso, no es así? “Antropología”. Bueno, dime ¿Qué es el hombre?
N: Un mamífero superior de la familia de los primates…
M: Un mono. Un mono, no es así?
N: Bueno, sí, pero….
M: ¿Pero qué? Ten cuidado, allí está la clave. Esto no te lo va a decir el indio de Suiza ni tampoco ninguno de sus compatriotas que se dedican a recitar a Shankaracharya como loros desde hace 1200 años.
N: Pero la evolución….
M: ¿Qué evolución?
N: La evolución del Homo Sapiens. Ha evolucionado desde su estado de primate a esto.
M: Ha evolucionado. Muy bien. Ha evolucionado…¿Cómo “ha evolucionado”? ¿Cómo pasas de aquellos “homínidos” simiescos originarios a esto? ¿En qué sentido “ha evolucionado”?
N: Bueno, ese es un tema complejo.
M: ¿Es verdaderamente un tema complejo? ¿Es esto así? Lo que ha habido es una gigantesca acumulación de artificio que ha caído como una montaña de condicionamiento sobre el cuerpo, sobre el poderoso mamífero que es tan inteligente y tan resistente que no termina de morir bajo el peso de tanta estupidez y tanta porquería. Eso es la cultura. Una enorme montaña de artificio. Y así los padres transmiten a sus hijos ese fantasma. El yo. Un punto de “identidad” fabricado a partir de toda esa basura programada que ha sido venerada por generaciones. “Identidad”. Es lo peor que puede pasarle al cuerpo. Y es lo más respetado en nuestra cultura. Luego, enseguida, llegan los maestros y la escuela. Tiene que ser rápido. No hay que perder un solo instante en terminar de deformar para siempre esa hermosa presencia natural sin decorados. Hay que aplastarla. Hay que seguir alimentando el fantasma, esa monstruosidad verbalizada, ese espectro lingüístico cuya realidad es inversamente proporcional a la expansión que vaya adquiriendo. Y esto, esto no ha sido un proceso natural, en el sentido en que ha habido una influencia que no procede de lo que conocemos como biológico en este planeta. Este es el quid de la cuestión que los indios no te van a contar porque no lo saben, y ni siquiera les interesa.
Y si uno no conoce ese factor primordial, entonces uno no sabe nada que valga la pena de ser sabido. Porque ese es el comienzo de toda la penuria que ha aquejado a los hombres desde el principio. Y ha sido un proceso artificial. Ha sido fabricado. Y ha sido fabricado por eso que llamamos “los dioses”, en los que se ha depositado además todo el bien, cuando han sido los proveedores de todo el mal que nos ha acaecido.
N: No entiendo. Explica con más claridad, por favor.
M: Claro que no entiendes. Porque ese es el único secreto de la especie, y está escondido de tal manera que hasta hemos olvidado que lo olvidamos. Así fue programado. La especie humana fue construida a partir de la manipulación genética de los pobres monos indefensos que fuimos, en parte. Luego vino la monstruosidad en que nos convertimos. Y aquí estamos.
N: Esto me interesa. ¿Qué más se puede decir al respecto? Y ¿Cómo llegaste a esto?
M: Empecemos por el final.
El único objetivo que todas las prácticas pueden tener-me refiero a todas las ascesis y todas las parafernalias meditativas y todas esas cosas desde Buda para atrás y para adelante- es de agotar nuestra voluntad de interferir y de generar resultados hasta el punto en que se llega a la absoluta, total y completa inermidad. El convencimiento completo de que no hay nada, absolutamente nada que uno pueda hacer para alcanzar esa supuesta iluminación, esa supuesta paz, esa supuesta armonía, que todas las religiones y todos los taumaturgos y ahora también todas las escuelas esotéricas y maestros e instructores constantemente están vendiéndole a la humanidad. Nunca como hoy hubo tantas ofertas, una más ridícula que la otra, una más pretenciosa que la otra. Basta escuchar la radio o ver la televisión, nunca tantos estuvieron tan empeñados en dominar a los otros por todos los medios aprendidos de persuasión y de manipulación. Fíjate tú para que ha servido todo esa “metafísica” y todas esas maravillosas “enseñanzas espirituales”…¿Qué hace la gente con todo eso? ¿Qué está haciendo la gente con todo eso? Si le das a un cachorro un libro de arte, jugará con él hasta romperlo, es su naturaleza. No importa lo que le des a la gente, terminará utilizándolo para satisfacer su codicia, ganar dinero, sacárselo al prójimo si puede, y adquirir poder personal sobre los demás.
Cuando uno llega al fondo de todo esto –hay que tener un elevado, intenso grado de intencionalidad, y la mayoría carece de ese impulso arrollador-, cuando uno llega al fondo, decía, pasando a través de toda la imbecilidad milenaria programada en nuestro cuerpo, sobre nuestro cuerpo, en las cornisas de la llamada locura y al borde de la autodestrucción-tan pegado está el cuerpo a las espurias estructuras-comienza, quizás por primera vez, a percibir ciertas vislumbres de lo que subyace aquí. Hacia 1990, por poner una fecha, una frase, una actitud de Gurdjieff hacia John Bennett me llamó la atención. Me la llamó de tal manera que no pude dejar de prestar atención. Y la información –que estaba repartida en realidad por todos lados-comenzó a adquirir sentido. Fue entonces cuando tuve la primera visión de los “Edvours”, y toda el ingente historial de sacrificios, penitencias, derramamiento de sangre, se iluminó con una, digamos, tétrica luz.
N: ¿”Edvours”? ¿Qué es eso?
M: Es un pequeño y bizarro neologismo, a falta de nada más ilustrativo, que viene a significar algo así como “Extraterrestrial Devourators”. El Buda puede haberse quedado tranquilo con su primera “noble verdad”. A mí no me convence en absoluto. Toda existencia es sufrimiento. Por supuesto, estos indios sacan siempre conclusiones filosóficas. Como a mí esas conclusiones me dicen poco y nada, no he dejado de mirarlo con ojos de biologista. Alguien se alimenta de todo eso. Alguien, algo, que, como decía a su manera mi amigo Terence McKenna, opera desde un lugar, o una dimensión, o un estado, que no sólo nos es difícil imaginar, sino que posiblemente está más allá de las posibilidades de nuestra imaginación. Por eso no queda más que especular. Pero los datos están ahí. Algo opera sobre la humanidad como si nosotros operásemos sobre una hipotética criatura bidimensional. Si la atravesáramos desde arriba con una aguja, moriría sin poder siquiera imaginar qué le ocurrió.
La presencia de los dioses creadores y manipuladores se encuentra en todos los relatos de todas las culturas tradicionales de la tierra.
Esa “mutación”, ese “eslabón perdido”, no es tal. Hubo una manipulación genética con introducción de material génico de los “dioses” en los inermes monitos. Un experimento de vidriosos alcances que aparentemente provocó controversias en el seno de los mismos “dioses” y los confrontó entre sí. De allí, Prometeo.
Había envidia en los “dioses” hacia los monitos. Increíble, verdad? ¿Qué podían envidiar? El organismo de los primates es una máquina poderosa. El cuerpo es poderoso. Quizás sea lo único valioso en este plano. Había que negarlo, denigrarlo, “desempoderarlo”. Llenarlo de pecados y de culpas y de tabúes. Sacar todo el “bien” espontáneo y natural que había en esos cuerpos y dejarles todo el “mal”. De allí que el “bien” sea atributo de los dioses, a nosotros nos quedan los restos. El mal, el pecado, la miseria. La mirada de los dioses. La mirada que anonada. La mirada de repulsa de los dioses hacia esas criaturas primitivamente maravillosas.
N: ¿Tienen alguna relación son esto los OVNIS?
M: Sí, pero de maneras completamente distintas a lo que se especula.
N: Los especialistas en Ovnis…
M: ¡Por Favor! ¡No existen especialistas en OVNIS! En mi país está lleno de mamarrachos que se pasan inventando teorías y describiendo incluso la psicología y los objetivos de esos “seres”! Es tan ridículo, que casi desafía la imaginación. Por la simple razón de que NO SABEN NADA, absolutamente nada. Se la pasan imaginando fantasmagorías para entretenerse y entretener a la gente con una actividad sin sentido, idiotizante. Tuve oportunidad de charlar largamente con el fallecido David Tansley –nos relacionaba, en particular, el tema radiónico-quien publicó un libro interesante sobre el tema*, y el estaba cerca tanto de Jacques Vallee como de McKenna, Sea lo que fuera que es, opera desde una dimensión que ejerce un dominio y un control absoluto sobre nuestra percepción. Cualquier cosa que podamos “saber” al respecto, es falsa!
Por otra parte, Estados Unidos ha estado experimentando desde hace más de 50 años con objetos voladores basados en las teorías de Tesla, posiblemente el más grande genio científico que surgió de la humanidad. Es muy probable que estén muy avanzados y tengan naves a disposición utilizando esa tecnología revolucionaria a espaldas del público.
N: Pero…
M: Mira, llevo 33 años vinculado con ese tema en particular, conozco personalmente a muchos de los que trabajan en ese tema. Y se dividen en dos grupos: los soñadores- que deliran y creen realmente en sus fantasías y los comerciantes, que especulan monetariamente con la credulidad de la gente. No saben nada. Puras especulaciones.
N: Pero hay algo…
M: No algo, mucho! Quizás demasiado, pero sencillamente no tenemos posibilidades de acceder más que a lo que deseen que veamos.
El hecho concreto es el siguiente: lo que conocemos como humanidad fue un asunto experimental diseñado por entidades no terrestres, de características morfológicas muy diferentes a las nuestras, realizado en parte para entretenerse, en parte para tener mano de obra disponible, en parte para alimentarse…
N: Es un escenario dantesco el que propones…
M: Tú insististe mucho tiempo para que hablara de este tema, yo no quería hacerlo. ¿De qué puede servir? La mayoría de la gente continúa respondiendo al esquema original “ovejas-pastor”, y se encuentran en un estado irreversible de esclavitud programada.
N: ¿Qué posibilidades tiene la humanidad?
M: ¿Posibilidades de que, quién?
N: Posibilidades de salir de esto, el ser humano.
M: ¿Posibilidades? Ninguna. El ser humano no tiene ninguna posibilidad en absoluto.
N: Pero tú no tienes esperanza…
M: ¿Para qué necesitaría alguien como yo algo como la esperanza?
No aliento absolutamente ninguna esperanza.
Cualquier oportunidad se halla más allá de lo humano. El ser humano es un proyecto agotado. Nietzsche tenía razón. Y más aún su discípulo, Foucault….
Michel Foucault…O la homosexualidad como búsqueda Luciferina de transformación del mundo
N: Este es el título de un ensayo tuyo acerca de Foucault. En él propones un panorama inquietante acerca del trabajo de Foucault.
M: Llegué tarde a Foucault. El único de los últimos filósofos –si podemos llamarlo así-que presenta algo de interés. Aunque en verdad, podría haber dicho lo que dijo con muchísimas menos palabras.
Llegué tarde, te decía, y para mí desde un principio toda la estructura de su obra y de su vida me resultó una “opus mágicka”. Tal vez muy habituado a ese tema, me pareció que mucha gente tendría que haberse dado cuenta de eso a primera vista, es muy evidente. Pero luego descubrí con sorpresa que todos los investigadores filosóficos de occidente han de ser, en realidad, tan genuinamente idiotas como aparecen. Nadie se percató de ese hecho elemental. La obra, la vida y en particular la muerte de Foucault, transitan un hilo mágicko, podríamos decir en honor a los clásicos, “de mano izquierda”.
N: Habiendo leído tu trabajo estoy al tanto. Tú planteas que Foucault está “transido” de “otredad” desde su pubertad, Una otredad que lo obsede, lo perturba, lo mortifica y lo condiciona de manera radical hacia una búsqueda de sentido en otros mundos, o más precisamente, en la destrucción sistemática del mundo para dar cabida al nacimiento de otro mundo, donde la otredad sea la norma.
M: Exacto. Durante el curso de dicho trabajo, fue desmantelando todo el discurso construido desde las morales de los poderes establecidos, discurso que literalmente ha ido fabricando “las realidades” aceptadas a lo largo de los siglos. ¿Recuerdas su charla televisada con Chomsky en 1971?
N: Sí, he leído la transcripción.
M: Bien. Luego te doy el video, recuérdamelo, por favor. Chomsky terminó apabullado, no por los argumentos en sí, sino por el “lugar” de donde procedían los argumentos. Más tarde, Chomsky comentó que “nunca se había encontrado con alguien tan completamente amoral”.
Lo cual, desde ya, no sólo no nos sorprende en absoluto, sino que es lo que se podría esperar de alguien que está convencido de que no existe en realidad “una naturaleza humana” más que como resultado de los constructos sucesivos de poder que se han ido instalando en el cuerpo, en los cuerpos, a lo largo de la historia.
N: ¿Cómo ves tú esa posición?
M: Debo inclinarme hacia Foucault, sin duda. La postura de Chomsky es clásicamente ingenua. En realidad, lo que llamamos el sujeto, es un constructo psico-linguistico. Teniendo en cuenta lo que interpreto yo como “psique”, es en verdad “una nada”. No hay sujeto, nunca lo hubo, nunca lo habrá. El sujeto es el fantasma tras el que viene corriendo la filosofía occidental. Hay todavía quienes “juran por el sujeto”, sin percatarse de que está completamente “muerto”…Para Chomsky, hay estructuras lingüísticas prenatales ya dadas, basa su teoría lingüística en esas estructuras a priori. Pero su sorpresa frente a la amoralidad de Foucault, marca definitiva la diferencia entre quien se asoma al abismo de la “verdad” y quien ha tenido que quedarse de este lado de la orilla. Pero por supuesto, eso tiene un precio.
N: ¿Y Foucault pagó ese precio?
M: Hasta el final. ¿Cómo si no explicas tú que un hombre de su inteligencia se embarcara en las prácticas sexuales S/M en San Francisco, con pleno conocimiento del riesgo asumido?
N: Quizás siendo el tema del Sida aún incipiente, no había ni en Foucault una percepción del riesgo.
M: De ninguna manera. Foucault estaba completamente informado.
N: ¿Qué estás sugiriendo?
M: Que fue casi un acto deliberado. Un acto ritual final, definitivo, para cerrar toda una vida de ascesis mágicka. Este ritual terminal es una variante de la “Mors Justi” tántrica.
N: Explica, por favor, en que consiste.
M: “Mors Justi” es el acto mágicko en que el practicante muere, literalmente, durante el orgasmo. Es la práctica tántrica ultérrima. En ese contexto, las últimas experiencias de Foucault adquirirían perfiles sacrificiales mágickos propios de un auto-martirio ritual. En el sentido etimológico del témino, “mártir”, es decir, testigo. ¿Testigo de qué? De un plano dimensional transhumano completamente afín con su linaje Nietzscheano. Estamos frente a un suicidio ritual al estilo de la Endura Cátara, pero en una inversión del mundo afín con el camino de “mano izquierda”. En ese sentido Foucault está íntimamente emparentado con Crowley y con toda la Chaos Magick posterior, aunque evidentemente en esa disciplina no surgió, ni remotamente, nadie de la estatura investigativa de Crowley. Jack Parsons, en quien Crowley tenía confianza en un principio, enloqueció, y Ron Hubbard se dedicó a desarrollar la Dianética que luego culminó en la Cienciología.
N: Recuerdo que tú hacias una graciosa alegoría de Lacan, por un lado, y de Foucault por otro, en relación con Freud y Nietzsche…
M: En efecto, decía yo que la obra de Lacan, era el resultado de una hipotética metástasis del cáncer de Freud, que habiéndole llegado al cerebro, habría finalmente explotado y supurado como el discurso de Jaques Lacan…
N: Es evidente que te disgusta profundamente Lacan. Y Foucault?
M: En el caso de Foucault, es un proceso inverso. Es como si el cerebro de Nietzsche hubiese hipotéticamente superado el ataque erosivo del Treponema sifilítico, su cerebro hubiese transmutado como producto del esfuerzo, y esa superación transhumana hubiese dado nacimiento…al discurso de Michel Foucault.
N: Suena ditirámbico, exactamente a la inversa de tu posición frente a Lacan.
M: Michel Foucault es el único investigador de la filosofía occidental del Siglo XX que merece mi atención. Lejos estamos de haber tomado consciencia de las implicaciones de su trabajo. Difícilmente haya alguien más citado y menos comprendido. No es tanto lo que escribió o dijo Foucault, sino las implicancias intrínsecas a su discurso. La obra de Foucault es una obra de dimensiones mágickas, en el sentido de su potencial transformador de la realidad programada. Sólo encontramos algo parecido en al filosofía occidental en Nietzsche, pero en Foucault lo vemos de una manera mucho más consumada.
Amor, Relaciones, Familia y la gran parafernalia de la hipocresía universal…
N: La obra de Foucault tuvo una gran influencia en todas las posteriores discusiones de Género, la Queer Theory y la visión posmoderna de la sexualidad. ¿Cómo ves tú hoy el tema de la familia, la sexualidad y el amor?
M: Te refieres al amor de pareja?
N: En este contexto, sí.
M: ¿Qué amor?
N: ¿Acaso sugieres que no existe el amor de pareja?
M: ¿Estás tú en pareja?
N: Sí.
M: ¿Con otra mujer?
N: ¡No! Con un hombre.
M: ¿Por qué con un hombre?
N: ¡Porque soy hetersosexual!
M: Ya. ¿Y qué tiene que ver eso con el amor? Si fuese amor y nada más que amor, podría ser con otra mujer. Pero está todo mezclado, verdad? Evidentemente, la lujuria es un elemento altamente vinculante. Pero, fundamentalmente, los genes mandan. Las “relaciones de pareja” están esencialmente condicionadas por la programación genética que “usa” a la gente de acuerdo a las puras necesidades de supervivencia. Eso hace que tanta gente se case, tenga hijos, y al tiempo se diga: ¿que hago yo con esta persona? Los genes lo han amañado todo, como lo hacen en todas las especies desde un principio. Sólo que nosotros, la especie humana, somos los únicos imbéciles que tenemos la posibilidad de especular, inventar y fantasear acerca de segundas intenciones en todo ese proceso, cuyo único objetivo es la reproducción y la supervivencia del paquete genético. Aquí entran en juego ciertamente las religiones, que nos han “endulzado” el oído con una sarta de paparruchadas idealistas que han puesto aún más distancia entre nuestra percepción y la realidad. El amor es un proceso unitario. Donde hay dos, no hay amor. Hay necesidad, hay demanda, hay carencia, hay comercio, hay toma y daca. Una transacción. Eso es todo.
Todas las fantasías del amor romántico con sus pretensiosas idealizaciones representa una descomunal masturbación mental, un recalentamiento virtual de las meninges que da como resultado un estado patológico al que denominamos “estar enamorado”. Una “puesta en escena” de los genes que utilizan todos los recursos para que cumplamos diligentemente con el objetivo: reproducción ilimitada.
N: Una visión decepcionante.
M: ¡Allí está! El juicio que nos hace proclives a caer en la genuina decepción. Que es el tener segundas intenciones fuera de la cción instantánea. Y ese el quid de la cuestión. La constante distancia entre nuestra percepción y la acción. Nuestra percepción condicionada, amañada por la experiencia, por la manipulación cultural permanente. Toda nuestra existencia entonces se convierte en un exudado residual.Una continua repetición y un interminable reciclamiento.
En un poema de 1983, una suerte de carta a mi colega Alberto le escribía: “…A veces me invaden/espantosas certezas./Pero debo confesarte/que no necesito vestir/a la vida de princesa./Ante mí la tengo,desdentada y vieja,/ con su pubis raleado/ y su carcajada grotesca./La miro de frente/no entorno los ojos/ni la imagino bella,/pues ya no necesito/vestir a la vida de princesa./ Su falta de pudor no me horroriza,/su ausencia de piedad no me interesa,/pues ya no necesito/seguir vistiendo/a la vida de princesa./Puedo verla desnuda/sin deseo ni queja./No ha sido en vano/la tétrica jornada, ni han sido tan ausentes/las ausencias,/si puedo ver a mi amante/así tal cual,/y puedo amarla/sin vestirla de princesa.
N: Finalmente, ¡Tú también eres un romántico!
M: Un oncólogo brillante podrá continuar realizando excelentes diagnósticos aunque él mismo padezca de cáncer!
Decíamos, el amor, nuestras fantasías acerca de ese comercio y nuestra deshonestidad por disfrazarlo. Fíjate que ese es el único punto que me interesa. No el hecho en sí de que sólo seamos los mercaderes que somos, sino nuestra presunción de adornar todo eso con pretensiones y vanos idealismos. Nuestra permanente necesidad de amañar con palabras y teorías cada uno de nuestros actos. Nuestra falta de autenticidad, de ir directo a la acción en ese sentido que Nietzsche plasmó en la voluntad de poder, que es la voluntad de supervivir, y que más allá de todas nuestras fantasías es lo único que persiste. Observa el panorama del mundo actual. Siguen estando los que “ganan” y los que “pierden”. Como siempre. Sólo que ahora están tambien la “sociología”, la “antropología”…y las Naciones Unidas. Para darle a todo ese antiguo e inexorable juego del “come-come” el viso de legalidad y humanismo que nos permita sobrevivir al espectáculo sin morir a vómitos en el intento. El más grande aplasta y se devora al más pequeño. Antes lo vivíamos frontalmenete en el tiempo de choza o de caverna. Ahora lo hemos embozado todo de tal manera que hay que verlo en Animal Planet. Donde los bichitos siguen actuando tan naturalmente como siempre, mientras nosotros nos contorsionamos intentando hacer equilibrio parados sobre un hilo de coser con todos nuestros cum laudes y aleluyas “humanísticos”. Y nuestros vanos discursos acerca de la paz universal y de la necesaria “pacificación” y el indispensable “trabajar para la paz”. Como si la paz fuese algo que pueda llegar a surgir de todos los esfuerzos de la guerra perpetua en que nos encontramos. Como si cualquier cosa que la paz fuese pudiese ser verdaderamente alcanzado, como si no fuese un resultado instantáneo, un fluir espontáneo. Como si pudiésemos “fabricar” la paz.
Finalmente, ¿Quiénes deben pacificarse?
Siempre, siempre, siempre, el discurso de paz y de pacificación se aplica a los más pequeños, a los marginados, a los que están en el lado de abajo del plato, comiendo lo que se chorrea del plato lleno y desbordante de los opulentos. Lo tienes a la vista ahora mismo. Con este asunto de la bomba atómica de Corea del Norte. Yo mismo me encuentro diciéndome “Corea del Norte no debe tener la bomba atómica.” Y aceptando que los países más poderosos que ya la tienen sean los únicos que la sigan teniendo...Pero, ¿quien puede querer que alguien, cualquiera, tenga algo semejante?
Desde el punto de vista social, ¿quiénes se benefician con la pacificación colectiva? ¿Los indigentes, los zaparrastrosos, los hambrientos? ¡Esos la única paz que sospechan es la proverbial de los sepulcros!
Todas nuestras palabras están mortalmente contaminadas.
La palabra “paz” es otro insulto. Porque lo que en realidad se busca es “pacificar” a los oprimidos para que no se rebelen y no se les ocurra enloquecer y descogotar a los millonarios. Por dios, hay que mantener el status quo, cualquiera que sea, la estructura establecida. Y para ello se utilizarán todos los recursos: la Biblia, el Evangelio, el Dhammapada, el Papa y el Dalai lama, el Pato Donald y Tomás de Aquino, Unicef y la Cruz Roja, Hollywood y el futbol, la Virgen y el Tribunal de La Haya.
¿A quién se le va a ocurrir hablar en contra de la “paz”?
Hemos manchado de manera irremediable todas nuestras palabras.
Somos gente de segundas o terceras intenciones, tan retorcidamente ocultas que hasta vivimos convencidos de que somos sinceros!
N: ¿Qué rol juega en todo esto el terrorismo?
M: El terrorismo es una suerte de “acting out” de lo que en realidad es nuestra cultura, de lo que en realidad somos. Por eso resulta tan sobrecogedor, tan espantoso. Porque más allá de cualquier otra interpretación, nos pone en contacto con la realidad negada de la enorme violencia subyacente en nuestra maravillosa sociedad occidental y democrática.
Como todo “acting out”, representa una irrupción incontenible de lo real en el escenario de lo simbólico. El terrorista ya no negocia más, ya no acepta más las reglas del status quo que se le han impuesto siempre. Que las impone siempre el amo sobre el esclavo. Mientras en el 2001 nos horrorizamos frente al asesinato televisado de unas 5.000 personas, ¿Cuántos recuerdan lo que pasó en 77 días de 1994 –sólo 77días- en Rwanda, cuando se calcula –y es una cifra conservadora- que 800.000 hombres, mujeres y niños fueron asesinados?
¿Cómo se calculan estas vidas en relación con las otras?
¿ Quizás a razón de 16 negritos hambreados, sucios y malolientes por cada yuppie blanco perfumado?
Creo que me estoy quedando corto, deben ser muchos más los negritos que hacen falta para equiparar.
Desde siempre, para generar una guerra, ha sido necesario hacer del eventual enemigo la encarnación diabólica del mal. Hoy día, los Estados Unidos hacen eso con una buena parte del mundo musulmán y una buena parte del mundo musulmán hace eso con Estados Unidos.
¿Cuál es la diferencia entre la actitud que aplica Estados Unidos y la actitud de los terroristas?
El terrorismo siempre es una táctica que adviene del lado más débil. El fuerte no necesita aplicar la táctica terrorista convencional porque ya tiene el poder para implantar un terror institucionalizado mucho más fuerte y más extendido que el otro. El terrorismo es la última línea de batalla del que ha sido –o al menos se siente- completamente derrotado. Y ese es el peligro de tener tanto poder como para aplastar de tal manera al “enemigo” que ya no le importe entregar directamente su vida en la lucha, porque en esa confrontación su aplastamiento es vivido como algo tan extremo que ya no le queda dignidad para seguir.
Si queremos analizar el fenómeno del terrorismo, tenemos que analizar lo que ha hecho y lo que hace el sistema capitalista avanzado que detenta la mayor concentración de poder hoy día.
N: Sí, pero en las democracias….
M: ¡Por favor! No incluyamos en este momento esa palabra. Esa palabra es una de las más contaminadas de nuestro apestado vocabulario. Por favor, esa palabra no significa nada. Dejémosla para los políticos, los periodistas y los profesores.
A nosotros no nos interesa esa palabra, que es literalmente un insulto para cualquier individuo medianamente lúcido. Una palabra contaminada que expande como todas las semejantes- su contaminación a todo lo que toca. Y perturba el discurso, porque introduce la falacia con fuerza de ley hipnótica.
El terrorismo es el último recurso del hombre al que el eventual “adversario” ha empujado a perder el último vestigio de respeto propio. Este es un mundo cada día más pequeño, los poderosos tendrán que pensarlo dos veces antes de hacer sus necesidades fisiológicas en los patios traseros de sus fincas, puede que los excrementos lleguen al living más rápido de lo que hubieran imaginado.
N: ¿Cuál es tu posición frente a todo esto?
M: Ten en cuenta que más allá del tono que utilizo, estoy esencialmente describiendo. No estoy juzgando en este momento la moralidad en sí misma del genocidio, ni del terrorismo, ni de la explotación constante y permanente de la humanidad por la humanidad, sino nuestra tremenda hipocresía para disfrazar todo lo que ocurre con toneladas de emociones y de palabras. Porque, sencillamente, no sabemos lo que es un acto puro, un acto no contaminado por todo este ingente poceso de condicionamiento.
Nuestra laboriosa incapacidad por reconocer nuestra condición de mamíferos en la elemental carrera de la supervivencia, nos ha vuelto inmensamente crueles, nos ha retorcido de manera increíble. Y vivimos en medio de la gran inestabilidad de intentar contorsionarnos entre las complejas circunvoluciones que hemos inventado para no mirar la realidad de frente.
Esa dificultad primordial, echa aún más luz sobre nuestros orígenes, de los que hablaba en un principio. Por decirlo de alguna manera, la parte genética de los dioses que llevamos encima se asquea, se repulsa del mamífero que somos y nos obliga a intentar tomar- más que inútilmente, horrorosamente-distancia de nosotros mismos, distancias que se traducen en teorías, en conceptos y palabras, cualquier cosa que nos haga creer que somos en realidad algo distinto de eso que somos.
Byron, que era bastante más de lo que se piensa, escribió: “El hombre es un ser marino que vive en la tierra deseando volar”. Y es inmenso lo que ha dicho, se oculta allí un gran misterio, que él sólo pudo expresar a través del salto poético.
En pos de lo imposible, nuestra existencia se vuelve cada vez más y más artificial, y nuestros métodos cada vez más artificiosos. Todas las constituciones hablan de la “igualdad de los hombres”, sí, sí, “igualdad ante la ley” explicarán. Pero nuestros mismos conceptos nos enredan hasta límites insospechados. Todas las investigaciones “peligrosas” son tratadas con mucha discreción. Tú, antropóloga, dime, ¿Son los blancos genéticamente superiores a los negros?
N: Desde ya que hay evidentes diferencias, pero no las tratamos en términos de “superioridad”.
M: Claro, claro,muy bien. ¿Conoces el trabajo sobre estas diferencias realizado po Francis Crick, el Nobel que fue uno de los descubridores de la doble hélice del ADN?
N: No estoy al tanto de ello.
M: Francis Crick es uno entre muchos científicos que está convencido que las diferencias –no discutidas estadísticamente-de Cociente Intelectual a favor de los blancos, no son culturales, como cómodamente se había pensado, sino genéticas. Los trabajos realizados con resonancia magnética cerebral y otras técnicas han confirmado esto con bastante certeza. ¿Cuál es tu primera impresión cuando te hago este planteo? No pienses demasiado, dam, tu primera impresión.
N: Bueno, tú me la has pedido, mi impresión más inmediata es que estás haciendo algún tipo de alegato racista…
M: ¡Perfecto! Pero completamente erróneo, por supuesto. Así opera la mente, en base a estereotipos, percepciones condicionadas, información indiscriminada. Si y o te dijera ahora que “fascismo” es una palabra que en sí misma no representa en absoluto el demonio que se pretende, inmediatamente pensarías que soy un fascista y voy a hacer algún tipo de velado alegato favorable a esa posición. Quizás llegue un día en que la palabra “democracia” genere lo mismo.
De hecho, todavía hay mucha gente en mi país –y las de haber en el tuyo- que se refieren a alguien como “zurdo” o incluso más peyorativamente “zurdito” o comunista o más vulgarmente “comunardo” como si eso en sí mismo fuese un crimen. Así opera la mente condicionada, es decir toda mente tal cual la conocemos. Pero no deseo extenderme ahora acerca de esto, porque es mucho lo que podríamos decir y hay otros temas.
Volviendo al tema de las diferencias genéticas, no importa lo que cualquier discurso “humanista” pretenda al respecto, estamos atravesados por esas diferencias, como cualquier otra especie, desde los microbios a los insectos en adelante. Sólo una mente “racista” puede colegir que uno desee someter a los negros si uno acepta que hay diferencias genéticas de cociente intelectual, el hecho de que sea estadísticamente más bajo –lo que pone afuera del cuadro a los individuos excepcionales de cada raza- significa simplemente que en una cultura en la que el cociente intelectual opere como valor o ventaja de algún tipo, estos especímenes tendrán quizás menos oportunidades. Pero el hombre blanco esté lleno de dudas y de locura, es racista pero culposo, entonces luego de aplastar y matar por un lado, crea leyes proteccionistas por el otro, generando un matete infernal en el que hace irrumpir factores artificiales en la selección natural. Por otra parte, y te lo digo ya desde lo personal, entiéndase que para mí el cociente intelectual no significa nada. De hecho en otro contexto un hombre de raza negra tendría más chances de supervivencia que otro de raza blanca.
N: Tú has hecho algunos comentarios acerca de la familia, en relación con el amor, podrías ampliar?
M: ¿Miras Animal Planet?
N: Sí, a veces.
M: Allí encontrará ejemplos más atractivos de familia que en la especie humana.
N: Sabes, te la pasas haciendo afirmaciones muy duras, no hay nada que parezca sostenerse dignamente según tu mirada…
M: ¿Qué edad tienes, Nuria?
N: 32 años
M: Imagínate que vengo estudiando este tema desde que tú apenas nacías, lo que en sí mismo no me daría ventaja alguna, porque una piedra puede haber estado un millón de años en el mismo lugar sin haber aprendido nada que pueda enseñar. Luego he tenido oportunidad de trabajar con miles de familias de los más diversos tipos. Quizás ese sea mi mayor pecado, haber visto demasiado. Pero vamos al punto, veamos por ejemplo el tan mentado “amor maternal”. ¿Qué tiene de sublime? ¿Qué tiene de especial el que uno esté apegado a su cría? Pero, por Dios, si no es más que estar preocupado por la continuidad de uno mismo! Es el más inveterado egoísmo, una pura mierda –por lo vulgar-que se repite en todas las especies por imperio de los genes que mandan sobre todo y sobre todas las cosas. Y luego, la manipulación que se ejerce sobre ese “paquete de genes” que llamas “tu hijo”. La familia es una estructura animal espantosamente deformada por la cultura. Los animales cumplen con su mandato y ya, adelante que la naturaleza te proteja! ¿Pero los humanos? ¡Qué pegoteo descomunal! ¡Cuántas expectativas, cuántas pretensiones, cuantas necesidades!
N: Pero, entonces, es acaso el amor una experiencia vedada al hombre, es eso lo que tú dices?
M: Digo, y lo he dicho claramente, que no es amor lo que amor insistimos en seguir llamándolo. Digo que mientras hay necesidad, apego, expectativa, esperanza, hay un terreno donde el amor no puede florecer. Digo que confundimos amor con deseo, con lujuria, con necesidad, y que incapaces de ver las cosas tal cual son las disfrazamos para que luzcan diferentes. Y digo que ese es el mayor horror. No ver lo que es como es. Pretender embozarlo para que se más bonito o más acorde con un supuesto ideal. Y lo mismo hemos hecho con todo. Lo ideal ocupa el lugar de lo real, y creemos que ya estamos viviendo ese ideal, lo que anula cualquier impulso por producir algún cambio.
El amor fluye en el hombre en estado natural. Un estado contra el que estamos luchando desde siglos por medio de la educación, de la religión, de la política, de la ciencia y de toda nuestra red de llamadas “relaciones humanas”.
N: Tú acabas de decir que todo lo que hemos hecho desde hace siglos es atacar el estado natural del hombre. ¿No es así?
M: Por supuesto. Es un hecho muy simple de entender. A ese proceso le hemos puesto el nombre de “civilización”, asociándolo más tarde con el concepto de “Evolución”…En realidad no sé si es conveniente seguir adelante.
N: No. Quiero que sigamos adelante. Por favor.
M: Bien, entonces. Hemos inventado una excusa para todo nuestros movimientos, esa excusa se llama “civilización” y está relacionada con lo que llamamos “evolución”. Sólo que sólo la forma evoluciona, y eso a expensas de una tremenda problematización.
N: ¿Está apoyando algún tipo de “primitivismo a la John Zerzan”?
M: No estoy apoyando nada! Sólo intento describir la cada vez más difícil situación en la que estamos inmersos por nuestra incapacidad de aceptar la naturaleza.
N: Pero esa es una postura estática, es como decir que el hombre no debería haber salido de la caverna o bajado de los árboles!
M: No estoy incluyendo en mi discurso ningún “debería”, eso lo traes tú. El discurso de la civilización está cargado de teleología, de supuestas motivaciones y necesidades que yo simplemente no veo más que en nuestra imaginación. Por otra parte, considero que Zerzan está bastante lúcidamente ubicado en muchas de sus aserciones. El asegura que desde los tiempos cavernarios el hombre ha ido creciendo en angustia y desolación.
N: ¡Pero ese es el precio del crecimiento, de la evolución!
M: Bien. Pero la cuestión es preguntar si ese “precio” es adecuado. Si todo esto realmente vale ese precio, o si por lo contrario, todo este proceso se encuentra tremendamente sobrevaluado.
Cuando los llamados conquistadores europeos llegaron a estas tierras, había allí diversas culturas que no entendían ese concepto de “civilización”, culturas que simplemente vivían de acuerdo con los ritmos naturales.
Para distinguir el nivel de miopía y de estupidez en el que se encuentra el llamado hombre moderno, podemos citar unas palabras del célebre escritor Ray Bradbury, palabras que sólo pueden proceder de un sistema de percepción severamente alterado. Cuando no hace mucho un periodista le preguntó a Bradbury cómo se sentía él con respecto a la exploración espacial, contestó: “Muy entusiasmado. Como cuando llegamos trayendo la civilización desde Europa, y aquí no había nada, excepto unas pocas tribus…” Esa es la visión del hombre “civilizado” que esas tribus y esos estilos de vida no representan nada, sólo de esa manera ha sido posible barrerlas con todos los medios a disposición de la “civilización”. Los pueblos autóctonos, sencillamente, no habían desarrollado eso que hace que representa el motor de la civilización y del estilo de vida que hemos impuesto: la codicia. Sólo una mente rebosante de codicia puede crear algo semejante. La codicia, con su deseo de posesión sin límites. Y Bradbury sintetiza todo lo que el hombre “civilizado” piensa y siente con respecto a la “civilización”, es decir, está convencido de que es algo bueno y deseable.
N: Pero, ¿acaso no lo es, a pesar de todos sus defectos? ¿Vas a negar que gracias a esa civilización el hombre se ha liberado de muchas penurias, pestes, miseria?
M: ¿Qué hombre? ¿Cuántos hombres? ¿Quiénes? ¿Conoces las cifras de la gente que realmente se beneficia de la llamada “civilización”? La sociedad de consumo sólo puede permanecer sosteniendo un sistema de distribución completamente desigual. Lo cual, quiero que entiendas, no es el punto que me interesa, en absoluto. No me interesa que esta sociedad sea maligna, cruel, impiadosa. Eso es un hecho. Lo único que sí me interesa es denunciar todo el tremendo montaje armado para negar esas condiciones. Todas las maniobras intelectuales y toda la hipocresía utilizada en aras de vendernos esta sociedad como algo “bueno” o al menos como lo mejor que podría pasarnos en comparación con otras posibilidades.
N: ¿Por qué dices que “permanece sosteniendo un sistema de distribución desigual”?
M: Porque la misma índole del despilfarro y la acumulación de desechos, lleva a la evidente conclusión de que, si la mayoría de la humanidad consumiera y desechara al ritmo de la clase alta y media alta, el mundo colapsaría en muy poco tiempo sólo bajo el peso de los desperdicios y la polución. Entiende esto, por favor, todos los argumentos que pretende mostrarnos todo esto como algo sofisticado, evolucionado, son falaces. Seguimos operando, indefectiblemente, bajo el imperio de las leyes de supervivencia biológica, sólo que en lugar de aceptarlo tácitamente, como los “primitivos”, tratamos de ocultar nuestro salvajismo por medio de todos los artilugios posibles, lo que nos vuelve intrínsecamente perversos.
¿Qué diferencia hay en materia moral, por ejemplo, entre la vida sexual del tardío imperio Romano y la de muchos sectores de las clases acomodadas europeas?
N: El orden sexual Romano en esa época era muy laxo.
M: Desde ya. Los niños eran incluidos en la vida sexual general a partir de los siete años, más o menos. Hoy nos encontramos con una descomunal red de pornografía infantil, turismo sexual pedófilo, mayormente sostenido –aunque no excluyentemente- por individuos de elevados recursos económicos. Es decir, prácticas mantenidas en buena parte por individuos que están en la parte alta de la pirámide social, banqueros, artistas, ejecutivos, empresarios, profesionales.
N: Pero por lo menos, esa gente obtiene el repudio generalizado, no la aprobación de la población.
M: ¡Precisamente! Pero, ¿Cómo repercute hoy en los niños, las víctimas, esas conductas?
¿Qué niños sufren más daño psíquico? ¿Los del mundo romano, que se habituaban a esas prácticas como parte de la normalidad cotidiana de su cultura o los actuales, que se sienten manoseados, vejados y lastimados, no tanto por las prácticas en sí, sino por toda la carga psicosocial asociada y la mirada perversa que por un lado rechaza con gran violencia estas actitudes, pero al mismo tiempo sostiene un sistema legal y punitivo demasiado laxo. Si se acepta que este tipo de crímenes son, como piensa la mayoría, de lo más execrables, no debería temblarnos la mano para imponer penas feroces a los delincuentes pedófilos. Sin embargo, no lo hacemos.
Entiéndase que en este momento particular de nuestro análisis, continúo más allá de cualquier juicio moral. Esa no es la cuestión. La cuestión que me interesa es, esencialmente, la de la doble vida que es una constante en esta civilización. Una doble vida y una hipocresía que era desconocida en el llamado mundo antiguo, y mucho más aún en el llamado mundo “primitivo”. En el mundo antiguo había crímenes que se consideraban intolerables, y la pena era como mínimo la muerte. Hoy, nuestra confusión ideológica, no nos permite saber bien hasta donde podemos llegar a permitir ciertos desmanes. Y mientras nuestro juicio moral oscila, los crímenes continúan cometiéndose bajo el amparo solapado de una sociedad que alienta blanduras inconcebibles frente a felonías que por otra parte, considera monstruosas. Concretamente, la realidad es que la perversión de los crímenes pedofílicos nos parecen menos importantes que sostener nuestros conceptos e ideales acerca de la misericordia y lo que entendemos por una actitud “humanista”. Finalmente, los derechos de los niños no terminan de ser lo suficientemente dignos de ser protegidos como para que dejemos de defender nuestra lenidad ideológicamente sustentada, y apliquemos castigos ejemplares a los ofensores.
Hay en toda nuestra actividad social, una doble o triple o cuádruple intención, muy propia del judeocristianismo, cuya doctrina bíblica se basa toda ella en el ocultamiento, en la vergüenza, en temer mostrarnos frente a dios, en el repudio de nuestra “desnudez”, de lo que somos, aunque no podamos nunca, obviamente, dejar de ser lo que somos, sea lo que fuere que seamos.
Cuando en el mundo “primitivo” el individuo más poderoso deseaba algo, si podía, lo tomaba, arriesgando al menos su pellejo. Pero no daba explicaciones acerca de su conducta, ni aportaba argumentos paliativos, atenuantes o explicativos de su deseo o de su accionar. No había subterfugios. No había necesidad de ocultar el deseo.
Hoy, sólo por dar un ejemplo, cuando la administración Bush ataca Irak, primero argumenta que es a causa de que hay allá “armas de destrucción masiva”, luego aduce que es para llevar la “democracia” a ese pobre pueblo oprimido. Las últimas cifras de Octubre de 2006, dan aproximadamente un número de 650.000 civiles muertos. Todo este proceso es altamente ilustrativo del nivel de perversión y de maldad que caracteriza al hombre “civilizado”. En realidad se ataca Irak por toda una serie de razones que jamás aparecen en el discurso oficial. Intereses económicos, dominio del suministro de petróleo, necesidades geopolíticas de presencia armada en la región, demostración disuasoria de poder, e incluso, “limpieza poblacional” para que la región sea repoblada con otra gente o se reserven recursos futuros para las necesidades de otros grupos étnicos.
Hay temporadas en que muere más gente por día en el Congo Oriental, por influencia de la codicia de la civilización, que los que murieron en las Torres Gemelas.
Mientras que el hombre más primitivo, y vamos ahora a las culturas ágrafas, o a las culturas que habitaban ese territorio que hoy ocupan los Estados Unidos, sólo mataba para paliar sus necesidades inmediatas, acumulaba muy poco, vivía con un intenso sentido de su presente, el civilizado acumula, despilfarra, miente, disfraza, poluciona.
No podemos, es imposible, superar la ley elemental de supervivencia biológica que manda en nuestra existencia de manera inexorable. Sólo podemos contorsionarnos, retorcernos, intentar vanamente tratar de ocultarlo. Lo que cada vez nos hará menos naturales y por lo tanto, mucho más crueles. Al revés de lo que creen los adalides de la religión y la cultura, que los valores morales y religiosos nos han hecho más “evolucionados”. Por el contrario, nos han hecho más perversos y más retorcidos, y muchísimo más hipócritas.
El “buen” hombre actual de clase media alta, quizás carezca del valor para matar directamente a otro, pero su estilo de vida se sostiene, inexorablemente, mediante un complejo proceso que incluye la “trituración” de otros cuerpos humanos en los lugares más distantes, o más cercanos. Sólo que, como correcto hijo de la calamidad judeocristiana, se las amaña para hacerse el idiota y mirar para otro lado.
En el documental “La Pesadilla de Darwin”, Hubert Sauper ha mostrado -con una elegancia de recursos siempre al margen de golpes bajos que hubieran sido muy fáciles de lograr tocando un tema semejante-, cómo la codicia ha “reconstruido” toda una población y ha modificado el ecosistema del lago tropical más grande del mundo en pos de ganancias económicas. Mwanza, una población de unas 262.000 personas, ha sido remodelada de acuerdo a las necesidades de unos empresarios que decidieron imponer un nuevo estilo de vida en la década de los sesenta. Hasta esa época, convivían el Lago Victoria una gran cantidad de especies ictícolas. En aquel momento se decidió sembrar en el Lago Victoria la perca del Nilo, una especie muy voraz que acabó con todas las otras especies y se convirtió en una fuente de ingresos enorme. La perca del Nilo alcanza gran tamaño y peso. Hoy se calcula que dos millones de europeos la tienen en su dieta cotidiana. El documental muestra a los aviones cargueros rusos que transportan cientos de toneladas por día para ser llevadas a los mercados europeos. Pero esos mismos aviones llegan a la región con armamento y municiones. Abreviando un tema extenso: los hombres de la región se convierten en pescadores y en soldados, las mujeres en prostitutas, el Sida lo diezma a todos, diversas empresas, mientras tanto, ganan fortunas.
En síntesis, el genocidio que se realiza sistemáticamente planificado en distintas regiones de África, es el más perverso que se haya visto en la historia. No se los liquida de una sola vez, se los destruye por etapas, de tal manera que en camino a su total extinción, cumplan con esclavitudes variadas y todo el “jugo” de sus vidas al servicio de sus pacientes e insaciables asesinos. Y no podemos olvidar en esta aprovechamiento completo de toda la “carne Africana”, el enorme servicio que estas víctimas de la maravillosa civilización provee a todos aquellos occidentales que desean purgar -¿Cómo un intestino?- su consciencia, “misionando” en las feraces tierras africanas.
Entre ditirámbicos aleluyas, te deums y mea culpas, todo el cristianismo organizado de las más diversas facciones encuentra en África el más exquisito campo de entrenamiento para ejercitarse en las penitencias y las mortificaciones tan apreciadas por esta cultura de sadomasoquistas perversos que llamamos con el más notable de los desparpajos “la sociedad occidental y cristiana”, el primer mundo…
Esta muerte “de a pedazos” del África negra es un negocio comercial y “espiritual” sin precedentes en la historia conocida.
N: Dos cuestiones. La primera, en diversas ocasiones has hablado del sadomasoquismo religioso. La segunda, te he escuchado asimismo referirte a los “nazis” como gente “más decente” que los jerarcas actuales.
M: Vamos a la primera. La historia del cristianismo organizado es, literalmente, un manual de prácticas perversas y escatológicas. Lo cual puede ser comprobado por cualquiera que se dedique a estudiar la vida de la mayoría de los “santos” del catolicismo. El santoral está repleto de comedores de esputos, secreciones y excrementos de los enfermos, automutilantes, sufridores crónicos a repetición y esperpentos psicopatológicos de toda índole, con algunas excepciones aquí y acullá que sólo confirman la regla.
La segunda cuestión requiere de algún matiz. Cierto que me habrás escuchado decir más de una vez, aún sabiendo a lo que me arriesgo en un mundo de analfabetos funcionales que no saben siquiera escuchar, que “malos eran los de antes”. Que el nazismo, como todo movimiento inspirado en ideales paganos, “iba de frente”. Hitler dijo lo que iba a hacer y lo llevó a cabo en cuanto pudo. Los nazis realizaron sus “limpiezas” étnicas plena luz del día sin disculparse de nada.
Los que detentan el poder hoy en día, están realizando las mismas “limpiezas” étnicas de siempre, pero intentando taparlo todo y arrojando todas las cortinas de humo posible.
Cuidado! No estoy diciendo en ningún momento que esté a favor de las purgas étnicas llevadas a cabo por los nazis. Debo aclararlo porque no faltará algún microcéfalo que me espetará el consabido epíteto para estas ocasiones.
N: Tú dices “las mismas limpiezas étnicas de siempre”. Amplía, por favor.
M: La actitud “genocida” es una práctica natural. A diferencia de lo que la gente puede llegar a pensar, es una conducta íntimamente motivada por los más primarios mecanismos biológicos. Implica hacer desaparecer los genes extraños para que prevalezcan los propios. Todas las especies viven haciendo eso “desde siempre”. El problema se presenta cuando grupos de una especie poseen los medios para realizar genocidios masivos, destrucciones totales.
N: Según tú, ¿genocidios no masivos o totales estarían bien?
M: ¿Qué tienen que ver los conceptos de “bien” o “mal” en todo esto. Por favor, no incluyamos juicios de valor moral en contextos de investigación que no los exigen. Estoy meramente describiendo una realidad biológica, no interpretando esa realidad biológica de forma tal que satisfaga nuestras necesidades emocionales. Quizás allí radica el quid de toda la situación, en ver las cosas como nos gustarían que fuesen. Tal vez el universo, simplemente, no se adapte de ninguna manera a nuestras expectativas morales.
De hecho, nuestros conceptos de bondad y misericordia, están generando una cantidad de nuevos problemas que se perfilan como insolubles en la medida en que sigamos alentando ese conjunto específico de conceptos. Ninguna otra cultura humana conocida ha cuidado, protegido y ampliado la supervivencia de los deformes, los inválidos, los terminales, los subnormales y los muy ancianos. Eso no sólo implica una inversión concreta en términos de recursos constantes, sino asimismo el crecimiento demográfico de una población que, en un contexto biológico más primitivo, no tendría posibilidades de supervivencia. Estos individuos se reproducen y adquieren número y poder en la sociedad, generando progresivamente un nuevo sistema sobreimpuesto al natural de la “supervivencia del más apto”.
Nuestros conceptos morales están modificando –más bien torciendo- muchas leyes naturales con consecuencias imposibles de predecir adecuadamente, aunque lo que ya vamos viendo no parece muy halagüeño.
N: ¿Cómo interpretas las tareas de evangelización cristiana llevadas a cabo en África desde hace muchos años?
M: La interpreto de la misma manera que puedo interpretar la “evangelización” en todo el mundo desde que los cristianos primitivos fueron deglutidos por el gran infundio romano. La domesticación de los negros cumple las mismas funciones que en otros sitios. La doctrina del cristianismo organizado ha servido siempre para mantener a los más débiles en un estado de sujeción moral y terror religioso muy propicio para que los dueños del poder económico puedan seguir engrosando sus vientres lo más tranquilos posibles. A los pobres, a los aplastados, a los marginados inconcebibles, se los apacigua con ensoñaciones de bellos paraísos extraterrenos.
N: ¿Cómo comparas con esto las teorías reencarnacionistas prevalecientes en la India?
M: Esencialmente, cumplen la misma función. Pero debo decir, de una manera más perversamente sofisticada. Porque cuando alguien sufre tremendas penurias, mediante la teoría de la reencarnación se le atribuyen además esas desgracias a la misma víctima. Es decir, si tú sufres grandes calamidades en esta existencia, ha de ser porque en vidas anteriores fuiste el ejecutor de grandes maldades. Es un sistema exquisitamente perverso que mantiene a la gente en la inopia más anquilosante, ya que desalienta la acción y lleva a la abulia, de cualquier manera, siempre habrá tiempo de mejorar y vivir mejor en otras vidas futuras…
Pero, permíteme volver un momento al tema de “La pesadilla de Darwin”. Creo que aqui podríamos aplicar otra de mis hipótesis, la de que los Edvours* sembraron en el planeta su especie favorita –el hombre- para que, como la perca del Nilo, se fuera devorando a todas las demás especies. El bocadillo favorito de los Edvours es el sufrimiento y la sangre humana…
Estudiando “antropología” habrás visto con qué gusto el hombre ha derramado sangre a lo largo de los siglos, siempre con más unción y celo, cuando lo hacía en nombre de su dios o dioses. Recordemos la Inquisición, y yendo a otras civilizaciones-de entre decenas, entre la que podríamos citar al culto primitivo de la madre Kali- la de los aztecas. Se calcula que en el momento de apogeo de sus salvajismo religioso se sacrificaban ritualmente unas 25.000 víctimas al año. Los sacerdotes tenían sus largos cabellos constantemente untados con sangre humana, y los lugares de sacrificio estaban tan hediondos por la putrefacción de la sangre cadavérica, que hasta los toscos y rudos conquistadores españoles no podían tolerar la pestilencia.
Pero, asimismo debo agregar, que el panorama es mucho más complejo que eso, porque la humanidad tuvo algunos amigos de entre las filas de los dioses, de allí Prometeo y Gilgamesh, entre otros. Alienígenas disidentes que se enfrentaron con sus propias cúpulas sufriendo grandes penurias por ello. Estas “guerras entre dioses” también han quedado registradas en los antiguos relatos de todas las culturas.
Tolkien y otros escritores, quizás hayan expresado a través de sus cuentos más verdades que la mayoría de los libros de la historia oficial…
N: Según tú, ¿no es posible salir de este pandemonium de explotación y crímenes, que dan total crédito al lema de Hobbes de que “el hombre es un lobo para el hombre?
M: Mientras nuestras estructuras religiosas y morales, y nuestros fantasmagóricos constructos psicolinguisticos sigan teniendo el poder que tienen sobre la mentalidad colectiva, los asesinatos continuaran. Nos guste o no, hay cripto-mecanismos de autorregulación en la especie humana, debido a que no cuenta con predadores suficientemente poderosos como para mantener su crecimiento demografico dentro de los límites convenientes para el ecosistema planetario. El avance tecnológico ha traído consigo una mayor resistencia vegetativa para la especie, generando aún más conflictos biologicos con las demás especies y con todo el ecosistema. La realidad que los “poderosos” conocen pero que nadie admite abiertamente, es que hay demasiada gente para el estilo de vida consumista y polucionante que llevamos.
¿Cuál sería el mal menor? Realizar nuestra propia autorregulación biológica, porque como cualquier otra especie, requerimos de regulación. Hemos ido acabando sistemáticamente con la mayoría de nuestros predadores, hemos luchado con bastante éxito contra el enemigo bacteriano. En lugar de rasgarnos las vestiduras deberíamos ABRIR los ojos, y veríamos que las grandes potencias están realizando tareas eugenésicas a su gusto, según sus propios parámetros e intereses y sin un consenso científico globalizado.
Habría que diseñar planes eugenésicos racionales, controlando y regulando los nacimientos, dejando de apoyar regular y sistemáticamente la reproducción de los más débiles y biológicamente empobrecidos. Pero esto es imposible de llevar a cabo. Ahora mismo muchos de los que estén leyendo esto me estarán odiando por la sencilla razón de que son incapaces de pensar originalmente, individualmente, sin que de inmediato sean dominados por la milenaria programación cultural y religiosa.
Los mismos que se persignan y encienden el incienso cuando uno habla de estos temas, prefieren que nazca un niño que habrá de sufrir las penurias más increíbles durante una corta y horrorosa vida llena de pesares, dando primacía absoluta a ese concepto de “vida” meramente vegetativa, como si ese concepto de “vida” fuera algo sagrado, incalificadamente, en sí mismo. Yo les preguntaría: ¿A quién o a qué sirven “celebrando”el horror de sufrimientos que ninguno de nosotros puede realmente imaginar?
Esas atrocidades sólo pueden ser el resultado de una “mente religiosa”…
La perpetuación de semejantes dislates, al margen no sólo de cualquier pensamiento racional sino también de una compasión genuinamente comprendida, son rezagos de una mentalidad primitiva al servicio de oscuros designios que operan desde las sombras inaccesibles que se ciernen sobre la humanidad desde sus orígenes.