Argentina, una vez más
Martes.7.ago.2007
DFiraio Corrientes al Día
"Cómo va a ser la Patria esta inmensa laguna en que
andamos braceando con desesperación, nadando contra corriente y empantanándonos
sin poder ir ni atrás ni adelante; esta casona derruida donde respiramos aire
gastado, comemos pan duro o vemos cada día cosas que nos dan en el rostro,
estamos vejados por el cretinismo ambiente y creciente, soportamos vergüenzas
nacionales. Entonces la Patria real ¿es muy chica? No lo sé, puede que si,
puede que no. Pero la Patria son ustedes”. (Leonardo Castellani).
"Volver a hablar de mi país es como retornar una y otra
vez a un cáliz de amargura sin fin. Y sin embargo vuelvo, como el perro bíblico
que vuelve sobre su vómito a regurgitar el alimento que ya estuvo en su vientre
alguna vez". De "Elegía a un niño crucificado"; Manuel
Monasterio, 1992
De una punta a la otra de esta Argentina grande y extraña,
se habla y se vuelve a hablar siempre de lo mismo sin decir nunca prácticamente
nada. Pero hay gente que vive precisamente de eso, e incluso ganan bastante
bien. Mientras que otros hemos perdido el sueño y la cordura en pos de
convertirnos en una voz clamante en el desierto de tantas "almas
inclinadas hacia a la tierra"...
Pero es una vergüenza que alguien como yo se queje, mientras
en el momento que escribo esto un niño, cuyos huesos sobran en un par de manos
grandes, se disuelve entre las grietas de una ignorancia inconcebible que se
alimenta de lo que se llama por estas tierras -con un desparpajo inaudito-
"democracia". Una "democracia" que sólo sirve a los
intereses de unos estafadores profesionales disfrazados de políticos, que
necesitan muchos "changuitos" y "gürisitas" bien
hambreados, bien hundidos en el lodo de la pobreza neurobiológica inmarcesible
para que puedan luego ir a las urnas a votar por
ellos.
En Argentina votan los muertos y los idiotas. Y me refiero a
los idiotas en serio -sin menosprecio alguno- a los discapacitados severos y
profundos que están en el padrón electoral nacional y cuyo voto vale lo mismo
que el de cualquier otro ciudadano que tenga algo más de idea de lo que está
haciendo, o de lo que lo obligan a hacer. Porque en Argentina además, el voto
es obligatorio. Y que no se le ocurra a alguien hablar de "voto
calificado". No señor, esto es una verdadera DEMOCRACIA, y por eso su voto
vale lo mismo que el del enfermo neurológico profundo que está con usted en el
padrón. ¿Y por qué no habría de valer igual? Si los votos de ambos junto con el
mío y el de
millones valen finalmente lo que valen, es decir, lo que una
cagada de paloma. Esto es, no nos sirven a todos nosotros, a la Nación, pero
son indispensables para los que han usurpado el poder en nombre de la
"democracia". Ellos necesitan muchos niños hambreados en esa edad en
que el daño neurológico de la desnutrición es irreversible, para sostener esta
infamia, mal llamada "democracia",que precisa de millones de esos
votos esclavos procedentes de la incompetencia cívica que ellos mismos fabrican
de
una punta a la otra del país del que se han apropiado.
Porque Argentina es un Proceso y un Castillo de Kafka donde
todos los días tenemos -varias veces en el día- la misma sensación de Deja-Vu.
Y todos los días al fin del día terminamos convertidos, como Gregorio Samsa, en
el mismo insecto a merced del mismo funcionario -presidente, gobernador o diputado-
que se presenta ante nosotros con un nombre diferente que saca de la misma
galera -aparentemente infinita- de la codicia sin fin y del egotismo sin
pausa....Y la estupidez sin mengua, de un pueblo que sigue dando vida a tanto
degenerado serial disfrazado de político y con apetencias de eterno
funcionario.
Decía Leonardo Castellani, "La antigua monarquía
francesa estaba sustentada por las cuatro columnas de Iglesia, Universidad,
Nobleza y Gremios -incluso aquí los Parlamentos-que tenían su vida propia y a
las cuales no era cómodo ofender; de manera que Luis IX por ejemplo,
teóricamente 'rey absoluto', podía hacer muchísimas menos
cosas -y prepotencias- que un presidente democrático-liberal de la República
Argentina..."
Y sería, digo yo, caer ciertamente en un pozo de gran
ingenuidad, pensar que la democracia nos pone a salvo del absolutismo.
Precisamente al revés, porque no hay autocracia más feroz que la difuminada del
amorfo "demos", que es como llamaban al pueblo los griegos.
Es por todo esto que no puede sorprendernos absolutamente
nada de lo que la actual administración nacional haga o pretenda hacer. Y
considero además que la mayoría de las criticas que hoy día reciben el Sr.
Presidente y su Primera Dama son profundamente insustanciales y, finalmente,
completamente irrelevantes. Ellos son en realidad "culpables" de una
sola falta: la de ser una mera clonación de la indigencia política hereditaria
que aqueja desde siempre a este país.
Nietzsche se planteó un par de preguntas que deberían ser
asimismo relevantes para nosotros, "¿Cómo llego a ser lo que soy?" y
"¿por qué sufro siendo lo que soy?" Hemos llegado a ser lo que somos
por un conjunto de pensamientos y la práctica constante de esos pensamientos.
El conjunto de pensamientos se cristaliza en una actitud, una actitud frente a
la vida, una actitud ante los otros. Una imagen de nosotros mismos que se
plasma en una conducta. Una conducta en lo personal y en lo social.
En Argentina la testosterona circulante es poca, de pobre
calidad y muy mal distribuida. Será por eso que somos famosos por nuestras
mujeres histéricas y ahora también por nuestras mujeres machorras. Porque
parece ser que a pesar del discurso soberbio de los machos argentinos las
señoras están tan insatisfechas que terminan por asumir el rol masculino. No
porque las mujeres manden, eso lo han hecho siempre, sino por la manera en que
pretenden hacerlo por estos lares.
Porque debe haber pocas cosas más desagradables que una
mujer que trastoca su pudor -casi un significante de su identidad- por la
postura chabacana de imponerse a los gritos moviendo las manos como aspas de
molino. Uno esperaría, como mínimo, que un poco del dinero recaudado a lo largo
de muchos años de ejercer el "próspero negocio" que representa la
política en este país, hubiese sido invertido en tratamiento psicológico y
entrenamiento emocional para aminorar y conducir esos visibles horrores del
carácter.
La mujer verdaderamente poderosa no necesita ejercer su
autoridad como un capataz de esclavos en época de la conquista. Mi abuela, que
era analfabeta, tenía la Presencia como para imponer el orden -tantas veces
necesario a pesar de las veleidades afiebradas de la mal entendida
"democracia" y la aún peor interpretada "libertad"- con una
sola
mirada.
Pero mi abuela era una pobre campesina europea "sin
pajaritos raros en la azotea" y acá estamos en la Argentina posmoderna de
la pizza y del champán, la Argentina tilinga de los
millonarios-tipo-sopa-instantánea y de los políticos que viven la política como
sacarse la lotería, y de un pueblo que lo permite porque a lo mejor sueña con
poder participar de alguna manera de las ganancias de esa lotería mal habida.
La Argentina de los militares capones que necesitan que sus
mujeres hagan en público las veces de hombre; que no son capaces de admitir lo
que es tan evidente que lo sabe todo el mundo: que hicieron las cosas mal,
horrorosamente mal. Que no tuvieron los atributos de su masculinidad bien
puestos antes, y menos los van a tener ahora -que ya no tienen poder alguno-
como para pedir perdón como Dios manda por los desmanes de los que fueron
responsables en una guerra que tenían derecho a entablar, pero nunca-jamás de
la forma chapucera en que lo hicieron. Hicieron las cosas tan, pero tan mal,
que hoy los asesinos terroristas pasan por mártires, y muchos de los que
pusieron bombas debajo de las camas de gente durmiendo han pasado a ser
"jóvenes idealistas". Y varios de los ideólogos y terroristas que
llevaron a la muerte a verdaderos jóvenes idealistas son hoy prósperos
empresarios que se nutren del capitalismo que decían entonces combatir.
Aquellos fueron los militares de entonces y son también los
de ahora. Porque Argentina es tan indefinida que no ha sido capaz de generar un
solo dictador como la gente. Un dictador que en su momento, como un padre
responsable, hubiese puesto las cosas en marcha para sentar el ejemplo
indispensable a las generaciones por venir. Porque como dijo San Agustín -uno
de los escasos y verdaderamente grandes filósofos que dio el catolicismo-
"los pueblos corrompidos sólo pueden ser gobernados por tiranos".
Pero también, como dijo Leonardo Castellani, "es necesario que (el
dictador) sea santo. Porque el grado de violencia que un hombre tiene derecho
de infligir a otros hombres corresponde, por lo menos, al grado de amor que les
tiene. La violencia infligida por el odio es siempre contagiosa y volvedora:
rebota sobre el violento."
Pero esto es Argentina, donde los políticos honestos se
suicidan como Lisandro de la Torre o terminan en la miseria como el Dr. Ramón
Carrillo y los pensadores y profetas como Castellani son exonerados de todos
sus cargos, se les prohibe ejercer su oficio y se los condena a pensiones de
hambre.
Y es por eso que en Argentina volvemos siempre, de mala
manera y a los tropezones, a generar autócratas de segunda y tercera categoría
como los que hemos tenido en los últimos años. Políticos pequeños, tan pequeños
que se creen que verdaderamente merecen el poder que han recibido. Que ignoran
o soslayan que se encuentran con el poder entre manos por arbitrio de la
corruptela y el desorden generalizados y se lo toman tan en serio que se
olvidan del valor puramente instrumental de su mandato. Y hacen todo -y
bastante mal-para el estado, y nada para la Nación. Olvidando que el estado no
es más que una maquinaria dentro de la nación y que su único objeto es servir a
la nación, que es la gente.
Shakespeare escribió en su Hamlet "si le dieran a cada
hombre lo que se merece nadie se libraría de una buena paliza". Y los
argentinos tenemos lo que nos merecemos, porque esto es lo que somos.
Pero como yo no creo en el karma de mis colegas hindúes de
la manera en que ellos creen, continúo pensando que a lo mejor algún argentino
se merece otra cosa distinta que la que hoy está recibiendo. No yo, porque yo
ya soy un hombre grande y lleno de vicios y puedo tolerar la paliza que me
toca. Pero no podré aceptar jamás como un hecho natural que en el momento en
que escribo esto, un niño, cuyos huesos sobran en un par de manos grandes, se
disuelva entre las grietas de una ignorancia inconcebible que se alimenta de lo
que se llama por estas tierras -con un desparpajo inaudito- "democracia".
(*) Enviada a
Corrientes al Día por el Dr. Manuel Monasterio desde su propio sitio Foro
Planetario (6 de Agosto de 2007).