Pórtico de Prometeo
Soy la fragancia última del íntimo jardín ametrallado.
¿Dónde estás? ¿Dónde estoy?
Debajo de la verde marea de mierda
que consume a la humanidad como una gangrena gaseosa.
Y todo cabe en ese trozo condensado de maldad viciosa:
los héroes y los sueños, los bríos de la sangre y el alma de la rosa.
Todo reducido a una miseria de papeles pavorosa.
Yo no tengo redención, la Vigilia me condena a verlo todo sin remedio.
Voy a morir clamando, voy a morir cantando, voy a morir rugiendo,
voy a morir quebrando el ensueño de los perros. Voy a morir blasfemando,
voy a morir escupiendo sibilantes estrellas como doncellas tiernas recién incendiadas.
Horrorosas-luminosas verdades que nadie puede negar y que no sirven para nada.
Porque los dioses controlan nuestra sangre programada.
Neurogenética espacial que tú, ingenuo hermano,
morirás sin siquiera sospechar. dioses amorfos,
dioses idiotas que jugáis con nosotros desde el paraíso absurdo
como los sueños de vuestra imaginación babosa.
Yo no soy más que un alimento fugaz,
bocado intrascendente en la cena cósmica.
Pero necesitáis de mí! De mi pasión inextinguible
y de mi sufrimiento sin fin.
Blasfemo por ti, ignorante hermano,
que no comprendes el misterio del infausto Prometeo.
El buitre caerá sobre mí sin fin,
arrebatándome cada noche un pedazo de cerebro
que habrá de renacer para darle
nuevamente noche a noche de comer.
Clamo por ti, que graciosamente me has crucificado
y habrás de hacerlo cuántas veces tus dueños lo crean necesario.
Yo no soy más que el alimento blasfemo
que provoca indigestión a nuestros dioses.
Tú nunca lo podrás comprender.
Nadie quiere vislumbrar certezas tan dolorosas.
Yo no tengo más remedio,
he nacido condenado con los ojos siempre abiertos.
Y el programa está sellado:
tú a dormir el sueño de los perros,
y yo, Oh temblor inmarcesible,
sometido sin fin a velar tu infame sueño!
Manuel Monasterio (1990)
27.5.16
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