24.9.12
"No me gusta la gente ni los animales, y Dios ya me está cansando"
Pierre, el agnostico
“Me preguntas por qué soy agnóstico, y por qué no incluyo a Dios en mis expectativas?
Y no lo incluyo por dos motivos que te comentaré a continuación:
Todo lo que he amado y todo lo que amo, si ya no ha desaparecido va en camino de hacerlo de manera inexorable.
¿Puede Dios evitar este fenómeno aparentemente natural?
Si Dios no puede concederme que lo que amo –empezando por mi mismo-no desaparezca
¿Para qué necesito incluir a Dios en mi vida?
Este es el primer motivo, vamos ahora al segundo.
Si todo lo que amo, comenzando por mí mismo, no estuviese desaparecido o en vias de desaparecer, finalmente el hastío, un hastío más intolerable aún que la sensación de pérdida inminente, lo invadiría todo de una manera insoportable.
De tal manera que, si todo lo que amo viviese eternamente –empezando por este "yo" que tantas veces me resulta aborrecible- buscaría en algún hipotético momento
la manera de de matarlo o hacerlo desaparecer.
¿Podría Dios hacer, primero, que lo que amo esté conmigo para siempre y, segundo, que no me hastiase yo nunca de lo que amo en una eventual –e inconcebible para mí- eternidad?
Esas dos cosas serían para lo único que necesitaría incluir a Dios en mi vida,
pues para todo lo demás, me las arreglo solo.
Si Dios no puede hacer eso, entonces Dios está tan jodido como yo, y me resta tan solo darle un abrazo, recibirlo como a un hermano e invitarlo a tomar una copa conmigo!"
De la novela de Manuel Gerardo Monasterio, "El Sìndrome de Estocolmo", cuando Pierre, le confiesa a Julio César Rojas las razones de su agnosticismo
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