30.3.09

Como una espiga esparcida

por un secreto viento

ha caído el amanecer

del que soy crepúsculo,

en esta feria de sortilegios,

esperpentos y vanidades.

Me arroja como una flor sobre la cara

la realidad sin numen del ser,

que es impermanencia.

Breve resplandor

por la rendija diminuta.

Sonido del pájaro

que canta una sola vez

en las tinieblas de una noche

Inundada de luces secretas.

Como siempre.

Y nunca más.

Una vergonzosa paz me envuelve.

La certeza de nuestra brevedad.

Fugacidad fraterna con aquella mariposa

a la que no presté suficiente atención.

Bondad es lo único que percibo

después del huracán.

Y una extraña paz

que jamás intentaré

volver a interpretar.

 

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