27.9.12


Toda serie o telenovela tiene algún personaje que la define para siempre. Tal es el caso, para mí, con el personaje que compone Joaquín Furriel. "el Turco Nasif". Se gana la pantalla y queda para la antología de las composiciones actorales de primera línea.

Eugenia Tobal, excelente.

Jimena Barón también compone un personaje recordable.

Los demás muy bien.

Luciano Castro haciendo de sí mismo-el honesto muchacho de barrio- no llega a la altura de su contrincante, un "malo" con algunas resplandecientes facetas luminosas que lo rescatan del infierno de apariencias en el que transcurre su existencia.

Lito Cruz, perdido tras un personaje que no le alcanza y que inevitablemente lo achica, y al desdibujársele el personaje que le ha tocado en suerte, por momento se repite peligrosamente. Y es lo que hay, no siempre le puede tocar el monstruoso abogado que compuso magistralmente en "El Elegido".

Algunos otros están asimismo muy bien logrados, "Guachín" (Abel Ayala) y en particular Damacio (Pablo Cedrón) que se mete de manera excelente en la piel de un ex-boxeador devenido estrafalario detective privado con salidas surrealistas para ser recordadas por mucho tiempo.

"Carrizo" (Esteban Lombardo) también muy logrado con su despliegue de barbaridades propias del sórdido arrabal del que proviene -y del que, como tantos otros, no habrá de salir nunca a pesar del dinero y de la efímera fama que le regala su pupilo, el Turco-.

Victorio D'Adelassandro (Rafael) como hijo del "Oso" (Goity) acaba de venir de otra película que gira alrededor del boxeo y es un muchacho con excelente proyección actoral.

Como tantas veces, todo se mueve en torno a ese "malo" no tan malo, lleno de pequeñas ternuras desesperadas que se filtran en medio de su brutalidad irreversible, y que coloca a Furriel en un nivel superlativo como actor.






Es evidente que uno va a contrapelo de estos tiempos: de sus éticas y sus estéticas.

“Gran película”, “una de las candidatas para enviar al Oscar”, son algunos de los comentarios que se leen de la película de Pablo Trapero, “Elefante Blanco”.

Si uno ha dedicado casi dos horas de su existencia a mirar una película, considero que tiene derecho de juzgarla como su criterio mejor lo disponga.

Quizás tenga la desgracia de conocer algo acerca de lo que esta película intenta describir…Los curas villeros, el Padre Mugica y su sombra, y la miseria absurda de algunos lugares del Siglo XXI que contradicen la idea sobrevalorada que la mayoria parece tener acerca de la civilización y de sus avances tecnológicos.

El señor Trapero ha pretendido describir algo que él –no tengo  duda al respecto- no comprende. Es más, no tiene la menor idea de eso que pretende describir.

No hay un solo momento de estatura, de profundidad, de comprensión de lo que representa el fenómeno Cristiano de “dar la vida por y para los pobres”.
 La única “intimidad” que Trapero nos muestra es la de una escena completamente inncesaria –pero tal vez indispensable para un director que no tiene nada ni fuera ni debajo de la manga-en la que un pobre diablo disfrazado de cura mantiene relaciones sexuales con una asistente social. Y eso es casi todo lo que Trapero tiene para decir de los sacerdotes “tercermundistas” –cualquier cosa que este apelativo pueda ya significar-.

 El cura en cuestión es un belga, relativamente joven aún, que parece estar tan a gusto y con tanta comodidad en su rol de sacerdote como un perro en un bote o un desventurado turco en la neblina.

En un extraño momento que supone ser de ternura entre los dos curas –ahora agregado el principal protagonista, Ricardo Darín- el curita más joven llora por algún ignoto pecado o abandono de su pasado, que desconocemos, y del que nunca nos enteraremos. Lo único que nos dice el libreto es que está perdido y que intenta paliar su vacío existencial sin rumbo intercambiando vanas secreciones con otra pobre desesperada que también, como él, vive remando al pedo en un mar de dulce de leche.

Sabemos muy bien lo que son las villas. Pero conocemos también la profundidad del Evangelio y el martirio de los fieles que están dispuestos a cumplir con el mandato de Jesucristo hasta el fin.

Pero esta película parte de una mirada izquierdosa y barata, remanida, demodé, muy de una Argentina con pretensiones intelectuales que no alcanzan ni para hacer una película que resulte profunda, interesante, y muchísimo menos remotamente entretenida o atractiva. 
Sí, ya sé que Trapero no nos quiere entretener, nos quiere mostrar lo que él considera que son las villas de los curas villeros. Tal vez nos quiera espantar, y lo logra sin duda, pero por razones diferentes a las que posiblemente haya pretendido.

Trapero no tiene idea de quien fue Mugica, eso es evidente. Por supuesto que tampoco conoce, ni lo que es un genuino sacerdote, ni lo que es el Evangelio llevado a la práctica hasta las últimas consecuencias. Porque las últimas consecuencias no son morir como un perro a manos de un policía pelotudo en una escena que, como el resto de la película de principio a fin, no tiene el más mínimo gollete.

Pido disculpas por mi lenguaje vulgar, pero esta película tiene todo lo que desborda del posmodernismo que nos toca vivir y que me resulta despreciable hasta los límites últimos de una tolerancia que ya no tengo para toda esta porquería que nos quieren seguir vendiendo como "progreso"…
Los llamados “artistas” de hoy en día siguen colgados de una suerte de dadaísmo nihilista del que no salen –o no pueden o no quieren salir- ni para atrás ni para adelante.

Qué le vio Ricardo Darín a esta propuesta?
Tal vez necesitaba plata? No tiene pinta.
A lo mejor piensa como Trapero…Quién sabe…

Argentina viaja a la deriva como esta película, con esa misma estética y esa misma ética. De la nada hacia la nada para nada.

Como oscuro consuelo podemos decir que el resto del mundo, cada día se parece más a Argentina. 
Todos se va emparejando hacia el fondo.

Finalmente, parece que Trapero conoce mucho mejor el mundo de su anterior película: “Carancho”.

En cuanto a “Elefante Blanco”, el director, para mí, se ha ganado otro nombre que podría agregar al suyo, algo que tendrá seguramente más sentido para los viejos como yo, que solíamos escuchar hace mucho, en el barrio, el cantito casi cotidiano de “trapero…botellero”…






24.9.12




"No me gusta la gente ni los animales, y Dios ya me está cansando"
Pierre, el agnostico


“Me preguntas por qué soy agnóstico, y por qué no incluyo a Dios en mis expectativas?

Y no lo incluyo por dos motivos que te comentaré a continuación:


Todo lo que he amado y todo lo que amo, si ya no ha desaparecido va en camino de hacerlo de manera inexorable.

¿Puede Dios evitar este fenómeno aparentemente natural?

Si Dios no puede concederme que lo que amo –empezando por mi mismo-no desaparezca
¿Para qué necesito incluir a Dios en mi vida?
Este es el primer motivo, vamos ahora al segundo.



Si todo lo que amo, comenzando por mí mismo, no estuviese desaparecido o en vias de desaparecer, finalmente el hastío, un hastío más intolerable aún que la sensación de pérdida inminente, lo invadiría todo de una manera insoportable. 
De tal manera que, si todo lo que amo viviese eternamente –empezando por este "yo" que tantas veces me resulta aborrecible- buscaría en algún hipotético momento 
la manera de de matarlo o hacerlo desaparecer.

¿Podría Dios hacer, primero, que lo que amo esté conmigo para siempre y, segundo, que no me hastiase yo nunca de lo que amo en una eventual –e inconcebible para mí- eternidad?


Esas dos cosas serían para lo único que necesitaría incluir a Dios en mi vida, 
pues para todo lo demás, me las arreglo solo.

Si Dios no puede hacer eso, entonces Dios está tan jodido como yo, y me resta tan solo darle un abrazo, recibirlo como a un hermano e invitarlo a tomar una copa conmigo!"



De la novela de Manuel Gerardo Monasterio, "El Sìndrome de Estocolmo", cuando Pierre, le confiesa a Julio César Rojas las razones de su agnosticismo

19.9.12


"La gente gime contra el peligro de la dictadura militar, 
por­que la democracia no funciona. Mientras la democracia no funcione no hay nada que temer. El peligro es que la gente vaya a las urnas. Así como un feto no puede votar, los peronistas, comunistas y radicales deberían declararse insanos; electoralmente insanos. 
¿Qué más prueba de su in­capacidad querés?». 

Jorge Luis Borges

16.9.12

Argentina es como una prostituta, bellísima pero llena de mañas.
No importa qué bien la trates, ni qué delicado y obsequioso te comportes con ella,
nunca podrás estar completamente seguro de que al entrar tú al baño no te robe la billetera

7.9.12

hace algunos años publiqué mi diagnóstico de la "presidenta", a la que consideraba una oligofrénica funcional -sin el más mínimo tono de sorna- más precisamente, una "oligotélica" (ver mi republicación del artículo de 2008 aqui: http://manuelmonasterio.blogspot.com.ar/2012/06/el-factor-kirchner.html)

No ha ocurrido nada que me lleve a modicar mi opinión, y una enorme cantidad de situaciones que me la han confirmado...Entre miles de ejemplos, algunos recién salidos del agujero negro que ocupa el lugar usualmente encefálico en los individuos más o menos "normales...

"Sólo hay que tenerle temor a Dios, y a mí, en todo caso, también un poquito";  "el que inventó el pañal descartable está a la altura de Bill Gates" y -que me perdone la santa madre Iglesia- los anticonceptivos lograron la liberación femenina".

Cristina, la "Santa Iglesia" podrá perdonarla o no (en realidad, más que perdón necesita usted un buen tratamiento psiquiátrico), la que no puede perdonarla, es la fisiología humana, si tuviera usted idea de los daños que los anticonceptivos hormonales puden producir  en las casi niñas que hoy en día los utilizan, no podría haber dicho semejante disparate. 

Mientras usted habla tan fácilemente de "liberación femenina" en nuestro país todos los días aparecen mujeres muertas o ferozmente golpeadas en manos de machos salvajes y asesinos (cuando hacen las denuncias, a veces se mofan de ellas, y el sistema judicial es tan inoperante que si se meten en él, lo más seguro es que sus maridos las maten antes de que consigan nada)...Miles de niñas y mujeres son secuestradas, violadas y vendidas como mercadería para ser destruídas en antros inenarrables, mientras el sistema y la sociedad se dedican, quizás, a escuchar las imbecilidades que usted derrama a través de la "cadena nacional"...
Sabe qué, Cristina, muchos -pero muchos- argentinos consideramos que quizás ya sea hora de "tirar la cadena"...
 

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