3.11.23




En 1988, dos jóvenes argentinos sin vinculaciones partidarias, publicamos un texto seminal que, desgraciadamente, resulta hoy de una vigencia apabullante. Fue recibido, como casi todo lo valioso que ocurre en este país nuestro tan ajeno y distante, con una paradigmática indiferencia, quebrada solamente por el jubiloso recibimiento de Don Arturo Frondizi, que a partir de ese libro nos abrió las puertas de su corazón y de la Fundación que llevaba su nombre...Y por el plagio de Saúl Menem, quien robó una frase literal de nuestro libro para utilizarla en un discurso de su campaña.
Han transcurrido 35 años desde que planteamos de manera radical la problemática endémica de Argentina, mucho antes de que la Sra. Lilita Carrió ni siquiera soñara con hablar de corrupción. Planteamos los horrores de un estado omniabarcante y su solución: la creación de un estado más pequeño, pero mucho más funcional y eficiente. Describimos los problemas de la Educación, o la falta de ella, sobre todo en materia de Valores y Virtudes. Indicamos con claridad meridiana las miserias de una clase dirigencial rapaz, sin formación ética, sin espíritu solidario, sin vocación de servicio, laborando únicamente en pro de satisfacer sus miserables apetencias personales. Propusimos penas ejemplares para el prevaricato y la corrupción de los funcionarios públicos, la modificación del sistema penitenciario para convertirlo en fábricas y escuelas de trabajo y, en fin, dejamos sentadas las bases fundacionales para la construcción de una República plena y veraz.
Ya estamos muy lejos de nuestra juventud pujante y esperanzada que nos llevó a soñar con un país de gente próspera, solidaria y educada, y es imposible describir la tristeza que nos embarga al ver la ciénaga en que nos hemos convertido.
Pero a pesar de todo, de mi gloriosa ausencia de expectativas, de mi realismo a rajatabla y de un panorama que se muestra más desalentador que nunca, aún sigo apostando por esta tierra nuestra, tan ajena y distante, y estoy convencido, aunque no llegue a verlo, que Argentina será algún día uno de los Faros del Mundo, y no sólo nuestros hijos y nietos no tendrán que abandonar su país, sino que vendrán de todas partes a refugiarse en estas maravillosas tierras del sur.
 

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