Durante todo este Via Crucis en ningún momento me surgió la clásica pregunta "¿Por qué a mí?"
Mi pregunta fue y es mucho más disruptiva, y apunta más profundo, y penetra disolviendo las creencias más estúpidamente arraigadas en nuestra increíblemente estúpida humanicidad:
¿Por que a cualquiera, por qué a TODOS?
Si incluso yo, infame microbio irrelevante, soy capaz de apiadarme, y no le daría esto ni siquiera a mi supuesto peor enemigo y ni aún podría ofrecérselo siquiera al hombre más perverso de la tierra...
Quién podría crear a consciencia algo semejante?
Hay momentos en que creer en un dios personal resulta mucho más inquietante que el ateismo.
8.7.20
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