No puedo porque no quiero olvidarte.
Será verdad entonces lo que dijo Schopenhauer,
que en el hombre hay mucho de voluntad
y bastante de representación.
Lo cual se me ocurre debe ser una tragedia,
porque esto duele con primor,
con dolor tan fino, tan profundo y exquisito
que te digo: el amor ha de ser un juego
inventado por los chinos en sus ratos de ocio
-tenebrosos, me imagino-
entre su pólvora ruidosa,
sus jugosos tallarines
y sus libros portentosos:
sus hermosos cuentos chinos.
El caso es que cada loco
con su mambo o su bolero,
y yo tengo en la cabeza un agujero
por el que entra y sale tu nombre todo el día,
y en mi seso suena y resuena
y pasa como un tranvía
que no cesa de pasar
por las neuronas de su vía
-que son por desgracia neuronas mías-
Tus pasos no me dejan ya dormir,
los escucho día y noche
en la terraza de mi mente
y te juro que me abriría
de un pistoletazo la frente
si supiera que ibas a salir.
Pero sé que todo es inútil,
porque lo único útil en mi vida es recordarte,
porque no puedo porque no quiero olvidarte,
como dije alguna vez, como dijo Schopenhauer.
De mi novela Y Juramos con Gloria Morir
11.5.20
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