Mientras los genuinos Cristianos se aprestan a dar una vez más Testimonio de Cristo, y están dispuestos a entregar sus cuerpos, que son del mundo, en la Guerra Santa que ya ha ha comenzado, el Papa de Roma se inclina ante los dioses del mundo. El Papa pide vacunas para todos, el Papa abraza el Nuevo Orden Mundial regido por los que aborrecen a Cristo y niegan la Presencia Divina en el Hombre, y se ufanan diciendo que no hay alma, que la Consciencia está en el cerebro, que el hombre no es más que un acontecimiento casual de intercambios físico-químicos...Y cuando digo Testimonio, utilizo la palabra original que define a los Mártires, que son ni más ni menos que Testigos de Cristo, en la vida y en la muerte. No haremos como tú, Papa Inversus, no hay negociación posible para nuestras almas con los poderes de este mundo.
No diré más, el apóstata abominable (protector de pedófilos, que como él, son hijos de la oscuridad y mancillan la Inocencia) no merece ni una palabra más de quien esto escribe....Le cedo ahora la palabra a Antonin Artaud, que le escribió a otro Papa, de una manera que le cabe al Papa actual mejor que a cualquier otro Papa...
“Tú no eres el confesionario, ¡oh Papa!: nosotros lo somos.
Compréndenos y que los católicos nos comprendan.
En nombre de la Patria, en nombre de la Familia, impulsas a la venta de las almas y a la libre trituración de los cuerpos.
Entre nuestra alma y nosotros mismos, tenemos bastantes caminos que transitar, bastantes distancias que salvar para que vengan a interponerse tus tambaleantes sacerdotes y ese cúmulo de aventuradas doctrinas con que se nutren todos los castrados del liberalismo mundial. A tu dios católico y cristiano que -como los otros dioses- ha concebido todo el mal:
1. Te lo has metido en el bolsillo.
2. Nada tenemos que hacer con tus cánones, índex, pecados, confesionarios, clerigalla; pensamos en otra guerra, una guerra contra ti, Papa, perro.
Aquí el espíritu acepta confesarse ante el espíritu.
De la cabeza a los pies de tu mascarada romana, triunfa el odio a las verdades inmediatas del alma, a esas llamas que consumen el espíritu mismo. No hay Dios, Biblia o Evangelio, no hay palabras que puedan detener al espíritu.
No estamos en el mundo. ¡Oh, Papa confinado en el mundo!, ni la tierra ni Dios hablan de ti.
El mundo es el abismo del alma, Papa contrahecho, Papa ajeno al alma; déjanos nadar en nuestros cuerpos, deja nuestras almas en nuestras almas; nosotros no necesitamos tu cuchillo de claridades.”
Antonin Artaud, 1925