Usted llegó
al poder en momentos muy graves para los destinos de nuestra desventurada
nación. Veníamos de un gobierno que había hecho de la venalidad, el nepotismo y
el latrocinio institucionalizado, una liturgia cotidiana de proporciones épicas
e inéditas, en un país con una extensa tradición en este perverso ejercicio del
gobierno.
Las expectativas con respecto a su gestión eran, sin duda, mucho más
altas que lo que su capacidad, su visión y su estatura moral podían ofrecer.
Pero a pesar
de todo ello, era difícil imaginar que sus exiguos talentos pudieran llegar a
medrar tan bajo.
No ha traído
usted nada nuevo a su gestión presidencial, lo cual, en estos momentos
cruciales de la nación en particular y del mundo en general, representa prácticamente
una tragedia.
El nepotismo
continúa. El latrocinio descarado y expuesto del anterior gobierno, está
adquiriendo durante su gestión un giro mucho más artero y perverso, ya que los
anteriores robaban cuanto menos para sí, pero usted lo hace para la banca
internacional y las multinacionales, que varios de sus ministros abiertamente
representan.
Nadie podía
en rigor de justicia esperar cambios rápidos, que estaban más allá de la
capacidad de cualquier presidente electo en una situación semejante, pero la
superficialidad, la malversación ideológica, la pobreza de ideas innovadoras e
indispensables para un nuevo y urgentemente necesario modelo de nación, unidos
a su discurso tan trivial y pueril que en un individuo de su edad lo tornan en
literalmente indecente, ha superado sin duda la imaginación de miles de
argentinos.
Usted desconoce los problemas reales de las clases oprimidas de nuestro país, y su condición socioeconómica familiar y temprana, no sólo no lo exime, sino que, por el contrario, lo obliga a formarse en valores, virtudes y conocimientos indispensables para el ejercicio del más alto puesto gubernamental si esas eran sus aspiraciones. Nobleza Obliga (o debería Obligar)
Usted
desconoce las privaciones que la población de ciudadanos mayores de nuestro
país está sufriendo, y no sólo eso, sino que además se prepara para
intensificarlas mediante modificaciones previsionales que harán aún más penosa
la ya precaria existencia de nuestros ancianos.
Usted no ha
demostrado al día de hoy, luego de 18 meses de gestión, nada que nos permita
dudar de lo que ya conocíamos: sus mediocres condiciones. Pero poco a poco, y
de manera inexorable hasta que –Dios así lo quisiera- se demuestre lo contrario,
está usted manifestando oscuras características que muchos no sospechaban.
Estos no son
tiempos para continuar repitiendo la misma historia de siempre.
Y si usted
cree que puede continuar con el curso que se ha propuesto, esta vez la
población se va a encargar de hacerle conocer la magnitud de su error de una
manera históricamente ejemplar.
En pos de
servir de manera vil y genuflexa las
pretensiones de las castas
económicamente dominantes, viene usted cercenando sistemáticamente los aportes,
no sólo a los desposeídos de siempre, sino también a la cultura, a la ciencia,
y a una educación que ya hace agua desde mucho tiempo atrás por todos los
costados de su mediocridad y obsolescencia.
No aparecen, ni siquiera en el
horizonte de su discurso y su gestión, propuestas que apunten a poner en marcha
el enorme potencial de crecimiento social y económico que nuestro país sobradamente
posee.
Sr.
Presidente, comience a hacer algo que lo honre, antes de que sea demasiado
tarde y termine usted de socavar las últimas esperanzas de una nación que
espera, desde el principio de su historia, el “levántate y Anda” que la riqueza
de su territorio y de sus habitantes se merecen.
Manuel
Gerardo Monasterio
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