En una oportunidad una persona, para
finalizar una discusión, me espetó en tono muy serio y grave, “yo soy ateo, no
se olvide de ello.”
Y allí terminó la cuestión, lo que
íntimamente me produjo una emoción de tanta gracia que al rato no paraba de
reír.
Era esta una persona ya entrada en
años, pasados como quien escribe, los sesenta, y me preguntaba cómo un
individuo que supuestamente podría ya haber adquirido algo de madurez mental,
era capaz de incurrir en un disparate semejante.
Resulta que lo que me dijo, a mí me
sonó como “Vea usted, y no lo olvide, que yo soy “amickey”, esto vendría a ser
algo así, como “yo no creo en la existencia real de ningún Ratón Mickey”.
Nadie en su sano juicio, pasados ya,
digamos los diez años de edad, podría argumentar algo parecido, pero aún hay
millones de adultos en el mundo que proclaman, y hasta se jactan, de “ser
ateos”. Sin comprender la cuestión elemental: que todo lo que podamos decir con
respecto a D... ( y hasta la mera palabra) es una mera concepción especulativa
de nuestra frondosa imaginación, un constructo producto de nuestra capacidad
ideativa, que padece de una insuficiencia evidente frente a un tema semejante.
Habida cuenta de lo que sabemos hoy,
esto es, la dimensión descomunal y monstruosa del universo, cualquier idea o
pergeño que pueda surgir en nosotros acerca de, no digamos ya definir, si no
siquiera comenzar a imaginar, algo acerca de ese ALGO que es inmanente y
trascendente en relación con esa medida inconmensurable y por tanto más allá de
toda medida, resulta risible, como para desternillarse de risa, salvo que sea
dicho en serio, como lo dicen estas personas, porque entonces, más que a risa,
mueve a compasión.
Dado nuestro tamaño y capacidad de
comprensión en relación con “inmensurables” que por su condición se nos tornan
objetivamente intangibles, cualquier suposición que nos podamos hacer con
respecto a ELLO no es más que una especulación irrelevante, y carente del más
mínimo sentido.
Por lo que podríamos decir con
respecto a “ateos y creyentes” militantes, de los que el mundo está rebosante,
es que tantos unos como otros padecen del Efecto conocido como
“Dunning-Kruger”, que consiste en el incompetente que es incapaz de percibir
siquiera su incompetencia con respecto al tema acerca del cual está
pretendiendo opinar.
Parafraseando a un gran escritor y
visionario podríamos decir, que nosotros los humanos, tenemos tanto derecho a
conocer la Verdad como el hocico de un cerdo. Lo que muchísimo antes había
llevado a los grandes místicos y hermetistas medievales a referirse con
respecto a ESO INMENSURABLE como “Mysterium Tremendum”, y muchisimo después
llevó a decir a quien esto escribe, que cualquier cosa que podamos decir acerca
de D... es una Blasfemia, lo que posiblemente llevó a Ludwig Wittgenstein a
concluir su célebre Tractatus Logico- Philosophicus, con el siguiente Axioma
final ” De lo que no se puede hablar, mejor es callarse. .”
Manuel Gerardo Monasterio, Jardines
de Prometeo, a las 12.23 del 28 de Junio de 2017 (del falso calendario)