28.6.17

En una oportunidad una persona, para finalizar una discusión, me espetó en tono muy serio y grave, “yo soy ateo, no se olvide de ello.”
Y allí terminó la cuestión, lo que íntimamente me produjo una emoción de tanta gracia que al rato no paraba de reír.

Era esta una persona ya entrada en años, pasados como quien escribe, los sesenta, y me preguntaba cómo un individuo que supuestamente podría ya haber adquirido algo de madurez mental, era capaz de incurrir en un disparate semejante.
Resulta que lo que me dijo, a mí me sonó como “Vea usted, y no lo olvide, que yo soy “amickey”, esto vendría a ser algo así, como “yo no creo en la existencia real de ningún Ratón Mickey”.

Nadie en su sano juicio, pasados ya, digamos los diez años de edad, podría argumentar algo parecido, pero aún hay millones de adultos en el mundo que proclaman, y hasta se jactan, de “ser ateos”. Sin comprender la cuestión elemental: que todo lo que podamos decir con respecto a D... ( y hasta la mera palabra) es una mera concepción especulativa de nuestra frondosa imaginación, un constructo producto de nuestra capacidad ideativa, que padece de una insuficiencia evidente frente a un tema semejante.

Habida cuenta de lo que sabemos hoy, esto es, la dimensión descomunal y monstruosa del universo, cualquier idea o pergeño que pueda surgir en nosotros acerca de, no digamos ya definir, si no siquiera comenzar a imaginar, algo acerca de ese ALGO que es inmanente y trascendente en relación con esa medida inconmensurable y por tanto más allá de toda medida, resulta risible, como para desternillarse de risa, salvo que sea dicho en serio, como lo dicen estas personas, porque entonces, más que a risa, mueve a compasión.

Dado nuestro tamaño y capacidad de comprensión en relación con “inmensurables” que por su condición se nos tornan objetivamente intangibles, cualquier suposición que nos podamos hacer con respecto a ELLO no es más que una especulación irrelevante, y carente del más mínimo sentido.
Por lo que podríamos decir con respecto a “ateos y creyentes” militantes, de los que el mundo está rebosante, es que tantos unos como otros padecen del Efecto conocido como “Dunning-Kruger”, que consiste en el incompetente que es incapaz de percibir siquiera su incompetencia con respecto al tema acerca del cual está pretendiendo opinar.

Parafraseando a un gran escritor y visionario podríamos decir, que nosotros los humanos, tenemos tanto derecho a conocer la Verdad como el hocico de un cerdo. Lo que muchísimo antes había llevado a los grandes místicos y hermetistas medievales a referirse con respecto a ESO INMENSURABLE como “Mysterium Tremendum”, y muchisimo después llevó a decir a quien esto escribe, que cualquier cosa que podamos decir acerca de D... es una Blasfemia, lo que posiblemente llevó a Ludwig Wittgenstein a concluir su célebre Tractatus Logico- Philosophicus, con el siguiente Axioma final ” De lo que no se puede hablar, mejor es callarse. .”

Manuel Gerardo Monasterio, Jardines de Prometeo, a las 12.23 del 28 de Junio de 2017 (del falso calendario)


22.6.17

Usted llegó al poder en momentos muy graves para los destinos de nuestra desventurada nación. Veníamos de un gobierno que había hecho de la venalidad, el nepotismo y el latrocinio institucionalizado, una liturgia cotidiana de proporciones épicas e inéditas, en un país con una extensa tradición en este perverso ejercicio del gobierno.

 Las expectativas con respecto a su gestión eran, sin duda, mucho más altas que lo que su capacidad, su visión y su estatura moral podían ofrecer.
Pero a pesar de todo ello, era difícil imaginar que sus exiguos talentos pudieran llegar a medrar tan bajo.

No ha traído usted nada nuevo a su gestión presidencial, lo cual, en estos momentos cruciales de la nación en particular y del mundo en general, representa prácticamente una tragedia.

El nepotismo continúa. El latrocinio descarado y expuesto del anterior gobierno, está adquiriendo durante su gestión un giro mucho más artero y perverso, ya que los anteriores robaban cuanto menos para sí, pero usted lo hace para la banca internacional y las multinacionales, que varios de sus ministros abiertamente representan.

Nadie podía en rigor de justicia esperar cambios rápidos, que estaban más allá de la capacidad de cualquier presidente electo en una situación semejante, pero la superficialidad, la malversación ideológica, la pobreza de ideas innovadoras e indispensables para un nuevo y urgentemente necesario modelo de nación, unidos a su discurso tan trivial y pueril que en un individuo de su edad lo tornan en literalmente indecente, ha superado sin duda la imaginación de miles de argentinos.

Usted desconoce los problemas reales de las clases oprimidas de nuestro país, y su condición socioeconómica familiar y temprana, no sólo no lo exime, sino que, por el contrario, lo obliga a formarse en valores, virtudes y conocimientos indispensables para el ejercicio del más alto puesto gubernamental si esas eran sus aspiraciones. Nobleza Obliga (o debería Obligar)

Usted desconoce las privaciones que la población de ciudadanos mayores de nuestro país está sufriendo, y no sólo eso, sino que además se prepara para intensificarlas mediante modificaciones previsionales que harán aún más penosa la ya precaria existencia de nuestros ancianos.

Usted no ha demostrado al día de hoy, luego de 18 meses de gestión, nada que nos permita dudar de lo que ya conocíamos: sus mediocres condiciones. Pero poco a poco, y de manera inexorable hasta que –Dios así lo quisiera- se demuestre lo contrario, está usted manifestando oscuras características que muchos no sospechaban.

Estos no son tiempos para continuar repitiendo la misma historia de siempre.
Y si usted cree que puede continuar con el curso que se ha propuesto, esta vez la población se va a encargar de hacerle conocer la magnitud de su error de una manera históricamente ejemplar.

En pos de servir de manera vil y genuflexa  las pretensiones de las  castas económicamente dominantes, viene usted cercenando sistemáticamente los aportes, no sólo a los desposeídos de siempre, sino también a la cultura, a la ciencia, y a una educación que ya hace agua desde mucho tiempo atrás por todos los costados de su mediocridad y obsolescencia.

 No aparecen, ni siquiera en el horizonte de su discurso y su gestión, propuestas que apunten a poner en marcha el enorme potencial de crecimiento social y económico que nuestro país sobradamente posee.
Sr. Presidente, comience a hacer algo que lo honre, antes de que sea demasiado tarde y termine usted de socavar las últimas esperanzas de una nación que espera, desde el principio de su historia, el “levántate y Anda” que la riqueza de su territorio y de sus habitantes se merecen.

Manuel Gerardo Monasterio


 

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