4.10.15



Publicado en Foro Planetario el 13 de Marzo de 2006






Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.

Ernesto Sábato


“Es mejor ser violentos, si hay indolencia en nuestro corazón, que ponernos el manto de la no-violencia para cubrir nuestra impotencia”


Gandhi





Estoy escuchando a Malcom X, con su estentórea y poderosa voz resonando a pesar de haber sido brutalmente llamada a silencio hace ya muchos años. Pero la voz de Malcom X no puede ser silenciada mientras haya vida humana sobre este planeta. Es una voz que parte del centro mismo de la condición esencial del hombre. Una condición que no puede ser silenciada a pesar de todos los esfuerzos organizados en ese sentido a lo largo de los siglos.
Africa, cuna del hombre, ha sufrido y sufre penurias indecibles bajo la mirada “benevolente” de cuanta organización mundial existe desde las Naciones Unidas para abajo. Allí van todos a purgar su conciencia. Es un excelente campo de deportes para los necesitados de hacer penitencia. Mientras otros colegas de religión y de raza inventaron y diseminaron el Sida por todo el continente negro al tiempo que Africa misma es un enorme campo de experimentación para los laboratorios multinacionales.
Es difícil vivir y ser Hombre. Es difícil. Duele y averguenza.


“¿Qué diferencia representa para los muertos, los huérfanos y los indigentes, que la salvaje destrucción se realice en nombre del totalitarismo o del sagrado nombre de la libertad o la democracia?”


Gandhi




Mientras tanto Papá Bush habla del eje del bien y del mal. Y los líderes musulmanes quieren armarse con la bomba atómica...Y entonces, el hombre medio se encuentra ante la terrible disyuntiva de tener que estar en esta ocasión del lado de Papá Bush y su comparsa mundial de asociados. Ya es suficiente tragedia que algunos países tengan la bomba atómica, lo único que nos falta para la catástrofe final es que más países la adquieran....En particular naciones que viven bajo el signo de un fundamentalismo absoluto. Y estamos aplastados entre el fundamentalismo del dinero y el fundamentalismo de la religión dogmática. Y el odio. Un odio que, parafraseando a mi hermano José Alberto Alfonsi, aún no termina de encontrar su cauce (“El odio es un amor que aún no ha encontrado su cauce” J.A.Alfonsi)

No hace falta ser muy lúcido para darse cuenta de que, como tantas veces en la historia, no se trata de una guerra entre “buenos y malos”. Es difícil encontrar a los “buenos” en esta contienda. Poca bondad se observa en cualquiera de los bandos.

Antes este panorama desolador, la mayor parte de la gente, abatida, se dedica a pensar sólo en sí misma y en su familia, autocentrados y abstraidos de la totalidad, bajo la ilusión de que no hay nada que puedan hacer para modificar la situación global. Pero, ¿qué pasaría si la enorme mayoría de la gente “de a pie” se levantara una mañana con la monolítica aspiración de no seguir más adelante con esta sangrienta farsa? Si se dedicaran sólo a decir NO, todos a la vez...
Los que llevan la nave mundial hacia el desastre no tienen el poder que la gente les atribuye. Su poder no es en realidad más que el resultado de la inercia, de la ignorancia y la abulia colectiva.
El mayor de los males es mirar, pasivamente, como hacen el mal los que gobiernan


“La indolencia es un estado delicioso pero pertubador. Debemos hacer algo para ser felices”


Gandhi



Salir de la inercia exige una “Metanoia”, es decir, un cambio radical de mente. Que es en realidad la palabra que en el evangelio se traduce algunas veces erróneamente como “arrepentimiento”. No es arrepentirse, es no volver jamás a repetir lo mismo porque se ha producido un cambio radical en la conciencia. La verdadera revolución de la conciencia. Esa, y no otra, es la madre de todas las utopías. Que una vez alcanzada, nos abre las puertas a todas las otras, que a partir de allí dejan de ser utopías para convertirse en realidades posibles. Si la mayoría de la humanidad decidiese “parar el mundo” hasta lograr un cambio radical hacia un bien mayor, el mundo se transformaría a imagen y semejanza de ese pensamiento inamovible. Pero para eso hay que salir del narcisimo colectivo para el que se nos educa en la sociedad del consumo y del despilfarro. Hay que tomar conciencia de la Unidad, autorregular la codicia, y tomar conciencia que ningún bien genuino y duradero puede devenir de fundar el supuesto crecimiento de la propia existencia en el sufrimiento del prójimo, bajo cualquier forma que esto se emboce.
Y este mensaje es bastante más antiguo que la “nueva era”.
Es, precisamente, lo que enseñaba alguien al que citan y nombran la mayoría de los gobernantes de esa sociedad occidental que lidera el camino de la humanidad hacia su catástrofe final. Ese mensaje original, claro, inconfundible, fue convertido en esa suerte de trasvestismo letal que se fue dando a conocer como cristianismo organizado.
Aquel Hombre también dijo: “No se puede servir a Dios y a mamón”. Para los que no tienen claro lo que “mamón” significa, un sacerdote muy culto en las escrituras, que se llamó Leonardo Castellani, lo puso en lenguaje vernáculo para que de una vez por todas nadie vuelva a confundirse: “No se puede servir a Dios y al patacón inmundo” ("patacón" es la moneda, el billete)

Que cada cual siga haciendo con su prójimo lo que su conciencia le dicte, y que se haga cargo luego de las consecuencias de sus actos. Pero por favor, aunque más no sea por una vez, abandone la hipocresía de llamarse “cristiano” quien no se empeñe en poner en práctica en su vida cotidiana la palabra viviente de Jesucristo.


 

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