7.9.11






Ariel Canzani ha muerto.
Ariel Canzani murió en 1983.
Su muerte representó la crisis más profunda de mi vida.
Ariel Canzani fue más que un padre para mí.
Fue el hombre que me reconoció y me recibió como Poeta.
Con él publiqué en sus Ediciones Dead Weight, distribuidas por la legendaria Editiorial Losada,
mi "Vigilia sin Tregua", en 1978.
Fuimos el clamor.
Lo demás, es irrelevante.
Lo demás fue haber nacido en un país
que asesina a sus poetas y profetas.
No se trata ya de fama o de nimiedades semejantes.
Se trata apenas de poder sobrevivir.

Ya estamos largamente de retorno, Ariel querido.
De las naves incendiadas no quedan ni cenizas.
Somos como un Robinson Crusoe que jamás pudo volver.

Me dejaste, sin saberlo, lo mejor de tu vida en tu hija Sylvia Cecilia, que hace 22 años me acompaña en este largo exilio que he sufrido quedándome en mi patria.

Ariel Canzani D. -"de" de Dupou- como firmó todos sus libros. Varios de los cuales fueron publicados con el sello de su amigo Arturo Cuadrado, y tantos que fueron publicados en diversos idiomas.
Estoy ahora mismo viendo "Viaje al Gris", con el característico alfabeto cirílico de la edición Búlgara.

Ariel Canzani, que durante diez años publicó una Revista Internacional de Poesía que fue un lujo para su país y para la lengua castellana.


Ariel Canzani, que fue secuestrado en 1977 y llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada durante tres días que pudieron haber sido tres siglos, porque nada volvió a ser como antes. Y a los cinco años se murió del cáncer que le plantaron allá. Con posteriores llamadas periódicas hasta pocos días antes de su muerte, donde le siguieron recordando que ya nunca más podría volver a escribir sin mordaza.

Ariel Canzani, que soñó con un Socialismo que se le terminó de naufragar en Cuba, a la que visitó primero como intelectual selecto, junto con otros artistas de Argentina. Entonces vino exultante, había encontrado la Arcadia legendaria!
Pero unos años después, volvió solo, como capitán de un buque mercante, anónimo, sin invitaciones. Y entonces vio otra Cuba. Una Cuba que le inspiró la amargura de su "Carta Abierta a Cuba", que aún no ha visto la luz pública y que habré de publicar alguna vez.

Y allí terminó de derrumbarse.

Y se nos cayó.
Se nos cayó para siempre.


El primer poema que sigue a continuación, fue recitado el día en que acompañamos sus restos -como suele decirse- al Cementerio de Olivos. Habló también en esa ocasión -entre otros- su gran amigo, el dramaturgo, también ya fallecido, Agustín Cuzzani.

Los demás poemas son todos rigurosamente inéditos, hasta un punto, ya que fueron traducidos al Italiano, por una joven linguista de aquella nacionalidad, como parte de su tesis doctoral en la Universidad de Trieste.

Ariel combinó el ejercicio de la poesía con su profesión de marino mercante. Luchó contra el Negro en todas sus versiones macabras. Y fue un oceánico amante de la vida, representada, de manera muy particular, en la exuberancia nutricia de los pechos femeninos. Estos detalles servirán, quizás, para vislumbrar algunas de las imágenes que siguen a continuación.


Poemas a la muerte de Ariel Canzani
por Manuel Gerardo Monasterio




Ariel Canzani
(Entre los Astros)


No le canto a tu envoltura,
ya no habitas esta sombra.
Ya ni cartas ni astrolabios
hacen falta, otra Luz
guia el rumbo de tu proa.

El coloso ha vuelto a Casa,
al Océano dichoso,
al Océano profundo.
Y nosotros nos quedamos
con el nudo pavoroso:
nos quedamos con el mundo.

Ya tus ojos acarician lo Deseado,
y no sufres de la sal,
de tu sed inagotable
de poeta enamorado.
Ahora bebes, ya sin pausa,
del Pezón inmarcesible de los Astros.

Y nosotros continuamos navegando,
por el negro, por la sed, por el quebranto.
Tirioneando burdamente de la estéril
urdimbre del espanto.

Ya no hay freno ni cadena,
no hay metralla ni uniformes
que se opongan a tu canto.
Y nos dejas mientras tanto
nuestras torpes ilusiones,
la trivial economía
y el absurdo cotidiano,
y la dura letanía de las bombas:
el desastre planetario.

No te has muerto,
trovador afortunado,
sobrevives sin embargo
del horror al que nosotros
hemos sido condenados.

Nosotros,
los fantasmas.
Fantoches de la bruma
que sacuden su tiniebla
y que te llaman.

Nuestras voces,
nuestros gritos,
nuestros gestos,
nuestras gestas,
nuestro llanto
de ultratumba
no te llega.

Ya lo Negro no te alcanza.
Otras Manos luminosas,
otras Manos más hermosas
con dulzura te reclaman.


Buenos Aires, en un Julio imposible de mil novescientos ochenta y tres





Canzaniana


América explotada,
sangrando a borbotones.
América entregada
por burdos batallones
de hienas deformadas,
de hienas y bufones.
Ladrones de la patria
que manchan uniformes
y ostentan grandes nombres
de glorias olvidadas...
Y escupen con la estafa
del aire que respiran
la sombra venerada
de aquellos bien nombrados,
de aquellos que llevaron
su hombría entre las manos.

Ariel, tú que sigues navegando,
bien lo sabes –quizás mejor que antes-
las cosas no han cambiado,
los cerdos hollarán
la dignidad de nuestra gente
hasta dejarnos solamente
oligofrénicos castrados.

Mira el escenario:
muertos los unos,
los otros asustados,
y tantos por el mundo
tratando de olvidar
-inútilmente-
la muerte ignominiosa de lo amado.

Si pudiera no mirar,
regalar medio cerebero,
idiotizarme en un momento
o acaso Iluminarme
y convertirme en esquimal!

Dame, Ariel, entre los astros,
tu palabra de oso sabio:
¿Qué hace un hombre con su vida
cuando el aire se le torna irrespirable?




Mondo Cane



Escapaste, oso astuto,
porque viste que el asunto
se ponía muy pesado.
El infierno se ha cerrado
-el mundo es tan malo
que no se puede competir-
y el diablo se ha mudado
a un apartment en Wall Street.

Mientras tanto nos dan
mucha heroína,
cadillács de terciopelo,
comodísimas letrinas
que perfuman nuestros pedos,
disimulan las orinas
y nos hacen recordar
con piadosa displicencia
aquel mundo primitivo
que habitaron los abuelos.

Y nos dan, por sobre todo, buenas tías,
tiernas hembras en pelota
que nos hagan olvidar esta rutina
de saber que estamos muertos.
Muertos, Ariel, muertos y jodidos,
recontrajodidos y follados
en un mundo podrido
donde el término medio
supone estar medio terminado.


Dime, oso sabio,
qué tal se anda por allí,
y cómo se vive en el espacio,
y guárdame un lugar,
te lo suplico,
para que pueda yo también
gozar del Hogar ansiado!





Dreamed Dreamer






Me dicen que has muerto,

que ya no viajas más,

que nunca más anclará

tu presencia en los puertos

ni andará navegando

tu hombría la mar.



Me dicen que has muerto.

Que tus ojos azules

son tan sólo silencio.

Ojos de mar,

ojos sin tiempo,

ojos que quiero

arrancar de mis ojos

y no logro olvidar.



Me dicen que has muerto.

Ariel, mi poeta,

que has muerto, mi padre,

y que no volverás.

Y descubro

de pronto

mi muerte,

certera.

Y dudo de que tú:

Poeta,

de que yo:

Poeta,

hallamos existido

alguna vez.



Adios,

fantasma querido.

Adios pasión,

ilusión de presencia.

Adios mi clamor,

mi vigilia sin tregua.

No nos hemos visto nunca

y ya no volvemos

a encontrarnos jamás.







Noticia




Sin coro,

sin trompetas,

sin mitades

de página

en diarios de mierda

-quizás algún jueves

aparezca un poema-

Sin aviso,

ni clamor,

ni poesía,

te has ido, Ariel,

de este mundo

al que nunca

hemos venido.








Estupor sin pausa




Para qué?

Es tan cruel

el día si ahora

sé que allá,

en medio de la mar,

ya no crece el Cormorán

en amapolas de combate.


Para qué?

Si no he de tener

el placer delicioso

de tu dulzura y tu cólera,

con ambas tan generoso!



Para qué?

Si nunca más tu canto,

si nunca más tu risa franca,

si nunca más tu mirada de fauno,

de dios, de criatura.



A qué seguir andando

por esta tierra

de sombra y desengaño

si de pronto se nos vuela

la esperanza con rostro

de hombre y de montaña!




Dame Océano, Poeta


Vamos, Ariel,
dime un poema.
No te has muerto,
no te creo.

Dame sal y cormoranes,
dame algas y delfines,
dame sueños de petreles.

¿Recuerdas esa noche
al pie de tu refugio?
Estábamos los tres,
tú, yo, mi compañera,
Y tú nos recitabas
una a una las estrellas!

Recuerdas, amigo,
recuerdas, poeta,
recuerdas, marino,
recuerdas ahora
por encima de la tierra!

Recítame, oso viejo,
un pedazo de tu mundo,
del mundo apetecido
en que te encuentras.

Recítame,
alégrame,
envía un sol
recienacido
a mi tiniebla!




Agosto de 1983
 

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