Para un humanista que ha dedicado más más de cincuenta años al hombre, sus posibilidades y su trascendencia, el espectáculo actual no podría ser más desalentador.
En pleno Siglo XXI, aún vemos a los seres humanos envueltos en conflictos similares a los de hace cinco mil años. Podrán llamarnos, ingenuos, soñadores quizás, pero creímos en que era posible algo más.
La humanidad está condicionada de manera irreversible por fuerzas extra dimensionales que exceden nuestra capacidad de reacción.
Mientras escribo esto, la India, un supuesto faro del mundo en lo espiritual, se encuentra nuevamente involucrada en un conflicto con Pakistán.
Más todo lo demás...
Vivimos condicionados por atavismos ancestrales, mecanismos automáticos de supervivencia, repeticiones sin fin. Mal que nos pese, no hay tanta diferencia entre nosotros y los perros de Pavlov.
Vuelvo otra vez a esa frase magistral de los esoteristas medievales: "Mysterium Tremens".
Todo es un inmensurable Misterio que está más allá de nuestra capacidad de comprensión.
Finalmente, hay un solo milagro por el que vale la pena vivir y morir -lo que quizás sea lo mismo-
el Amor.