8.8.19


Decía con su usual criterio Tomás de Aquino: “Teme al hombre de un solo libro.”
Y constantemente aparecen, aquí y allá, y en todos los órdenes, los típicos reinventores de la rueda.
Es por ello que en Antroposíntesis, cultivamos la obsesión de indagar las raíces genésicas del conocimiento, es decir, qué y cómo han pensado los que pensaron antes acerca de cualquier disciplina que tengamos entre manos. Cualquier otro enfoque implica o una ignorancia un tanto grosera o, en el peor de los casos, deshonestidad intelectual. A favor de la mayoría de los que opinan y hasta enseñan biodescodificación actualmente debemos decir que, mayormente, les cabe la primera definición.
Cualquiera con una mínima formación en medicina antropológica y psicosómatica -y enfatizo “mínima”- sabe perfectamente que hubo interpretación psicosomática de la enfermedad mucho antes que Hamer. Y que la teoría de Hamer, lejos de representar la última piedra filosofal en la materia, no es más –tampoco menos- que una teoría con algunas facetas muy elegantes, pero también con falencias e insuficiencias, por decirlo suavemente, bastante burdas, cual es la negación de todo el trabajo anterior de decenios de investigación en el área relacionada con su llamada “Nueva Medicina”.
Ya uno de los grandes fundadores de la Medicina Antropológica, Viktor Von Weizsäcker, expuso lo que él llamó, literalmente, “el lenguaje de la enfermedad”, mucho antes por cierto que Lacan formulara su célebre frase de “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”.
El gran Juan Rof Carballo fue aún más allá, y elaboró los primeros intentos de interpretación de “el cuerpo como lenguaje”, esbozando incluso una incipiente pero apasionante hipótesis acerca de la interpretación de los elementos bioquímicos orgánicos.
¿Qué es la vida celular sino un constante intercambio de información que se transmite del núcleo al citoplasma? ¿Y el lenguaje de cuatro letras de los ácidos nucleicos? ¿Y la secuencia linear de los veintitantos aminoácidos que componen toda proteína?
Es por esta razón que Rof Carballo estudiando estos fenómenos represores, derepresores y reguladores interpreta que operan de una forma “dialogal”. Este Lenguaje es para Rof Carballo algo literalmente “implícito en el más entrañable funcionamiento de la materia viva”.
La complejidad de tal “Lenguaje” es casi por definición elusiva a cualquier teoría que pretenda reducirlo a una serie de cuatro o cinco reglas de interpretación. Y es por ello que la Teoría de Hamer –y asimismo y por supuesto la “biodescodificación”, muchos de cuyos lineamientos el mismo Hamer rechazó enfáticamente- no puede representar más que un “idioma” entre muchos otros idiomas de interpretación de ese LENGUAJE.
Por eso en Antroposíntesis no nos cansamos de repetir que estamos muy lejos de trabajar con “las tablas de la ley”, y que más por criterio que por humildad, nos vemos compelidos a operar con lo que llamamos “MCO”, esto es, Modelos Conceptuales Operativos, que están por definición en constante revisión y que se validan, revalidan o invalidan a través de la constante práctica clínica.
Una vez planteado todo esto, es fundamental puntualizar que la mera comprensión o interpretación del síntoma y su lenguaje particular, no conllevará necesariamente la curación, porque la realidad es que, a pesar de todas las pretensiones al respecto (que son multitudinarias) jamás han existido en la naturaleza enfermedades per se, sino ENFERMOS particulares, individuales, únicos e irrepetibles. Y cada enfermo aparece en el momento de la llamada “enfermedad” en un instante preciso de su historia biológica, sociológica y espiritual, con un cantidad particular de recursos ( o la falta de ellos) en ese instante preciso. Algo que en realidad es tan evidente, que hasta el Derecho Penal en la mayoría de los códigos internacionales, prohíbe a los médicos “garantizar resultados”, porque se sabe que esto es imposible, y que incurrir en esa afirmación presupone un fraude.
Sorprende por lo tanto, que la actividad médica, que no es Ciencia en el sentido en que lo son la física o la matemática, sino una disciplina que se nutre del método científico, aliente pretensiones absurdas, cual es el negar la validez de cualquier método de tratamiento que no se imparta en las “instituciones universitarias oficiales”.
Así como en Antroposíntesis indagamos acerca de la génesis de todos los procesos que competen a nuestro estudio, hemos hecho lo propio con los orígenes de la medicina “oficial moderna”, y resulta que una buena parte de sus despropósitos surgen de un acontecimiento de larga data, pero que culmina más o menos en 1910, cuando el Grupo Corporativo Carnegie (al que se sumaron en ese esfuerzo luego los grupos Rockefeller y Morgan), cuando contratan a un señor llamado Abraham Flexner (que tenía un hermano médico, pero no era médico él mismo) a quien encomiendan la tarea de presentar un extenso estudio que demuestre que todas las facultades médicas que no enseñen la medicina basada en la aplicación de fármacos químicos (una industria incipientemente millonaria y creciente) debían ser descartados por el gobierno. En 1912 el Sr.Flexner termina su estudio, lo presenta ante el Senado de los Estados Unidos y a los pocos años de más de veinte facultades que enseñaban Homeopatía o la llamada entonces Medicina Ecléctica (basada en las enseñanzas de Thompson)…no quedaba…ninguna.
Que cada cual saque sus propias conclusiones al respecto, teniendo en cuenta que hoy las grandes corporaciones farmacéuticas mueven las más grandes fortunas por año a nivel mundial.
Lo más grave, es que los programas educativos de las facultades de la medicina oficial están intensamente condicionados por las necesidades y proyectos de las grandes compañías farmacéuticas, que son sin duda modeladoras del pensamiento médico a través de inversiones económicas que desafían la imaginación. Y aquí resulta oportuno citar al “niño malo” de la epistemología, Paul Feyerabend, cuando escribe: “Las ciencias actuales son empresas de negocios basadas en principios de negocios, la investigación en las grandes instituciones no está guiada por la Verdad y la Razón, sino por el mayor rédito, y las grandes mentes de hoy cada vez se mueven más hacia donde está el dinero…”
Resultaría tan ridículo negar los aportes de la medicina oficial como sus limitaciones, pero el problema es que los cultores de dicha medicina parecerían estar al tanto de los primeros sin prestar atención a las segundas. Es fácil percibir que la mayor parte de los logros de la medicina oficial han llegado del campo que más se ha desarrollado en los últimos 100 años, el tecnológico. Y es asimismo sencillo darse cuenta de que las falencias más serias proceden del aspecto que a nivel mundial ha quedado en estado de desnutrición: la comprensión de la entidad humana como una Compleja Urdimbre Biológica, Sociológica y espiritual, y no una suma de fragmentos mecánicos pasibles de ser atendidos como a cualquier máquina.
Ningún profesional serio de la salud que practique en general una medicina no oficial, sería capaz de privar de los tratamientos efectivos de la medicina oficial, entre los que podemos contar las prácticas quirúrgicas de todo tipo, área en que la medicina “moderna” ha avanzado ostensiblemente. Desde el punto de vista farmacológico tenemos los antibióticos, con la exclusiva indicación de que sean utilizados con la máxima racionalidad y sin excesos, algo que sabemos que usualmente no ha ocurrido ni ocurre. Otra patología que podemos indicar es la hipertensión arterial. Hace años atrás un hipertenso de cuarenta o cincuenta años difícilmente llegaba a los sesenta. Es por ello que no conozco ningún homeópata serio y de formación médica coherente que niegue a un paciente de mediana edad que aparece con un cuadro hipertensivo la opción de las drogas de síntesis química, y la razón es muy sencilla. Manejar esa hipertensión por las vías naturales implicaría en general una modificación en los hábitos de vida del paciente que muy pocos estarían en situación realista de practicar, por lo que la relación riesgo/beneficio en este caso estaría a favor de la droga o drogas indicadas, ya que su aplicación puede ampliar el rango de vida de manera radical, como la práctica clínica lo ha demostrado sin lugar a dudas en los últimos cincuenta años.
Ahora bien, vemos que los avances de la medicina oficial tecnológica tienen su mayor área de aplicación en las afecciones agudas y en algunas muy específicas afecciones crónicas, pero en el grueso de las patologías crónicas en general la medicina oficial se ha mostrado evidentemente insuficiente e incluso altamente peligrosa, lo cual es fácil de comprobar observando la doliente procesión de enfermos que deambulan sin solución de continuidad de uno a otro especialista sufriendo los efectos colaterales e iatrogénicos de prácticas poco racionales y ya más que inefectivas, perjudiciales e incluso aceleradoras del padecimiento y hasta de la mortalidad.
Otra barbaridad muy practicada es la de demonizar los tratamientos alternativos del cáncer. El principal ataque que recibió el Dr.Hamer –entre una miríada de ellos- fue el de atribuirle algunas decenas de “muertos” atendidos por él. Este es un argumento tan estólido que me resulta hasta vergonzoso tener que aclararlo, pero la situación de la triste realidad del estado mental humano en general me lo exige. El Dr. Hamer atendía pacientes que ya llegaban a la consulta en un estado mórbido de gran intensidad, como ocurre usualmente con estas patologías como el Cáncer, que son estados Sistémicos, Degenerativos y Progresivos. Por una cuestión elemental de sentido común no citaré el historial de muertos que tienen “en su haber” algunos de los oncólogos más famosos del mundo en la medicina oficial (entre los que conozco a varios) Si se les aplicará la misma vara con la que se midió al desventurado Hamer, la mayoría perderían su matrícula como le pasó a Hamer y además pasarían en prisión más años de los que le tocaron a Hamer!
Hoy, más que nunca, necesitamos una Mirada Global y Sistémica, para toda la vida en general y para la Medicina en particular.
Lo que propongo en Antroposíntesis es ni más ni menos que volver a la Ciencia, a la Ciencia Pura con mayúsculas. Es fundamental que comprendamos nuestros alcances y nuestras limitaciones, y que basemos nuestra práctica y nuestra enseñanza en hechos concretos y no en ideologías, y muchísimo menos en el sesgo avieso de intereses completamente ajenos a la Verdad y el Bien que los humanos merecemos por nuestra misma inalienable Condición Humana.
Tenemos que Aprender a Vivir, lo que implica Aprender a Pensar, a Sentir y Actuar de una manera acorde con ese Conocimiento.
Tenemos que Conocer con precisión el alcance de nuestras posibilidades actuales y también de nuestras actuales limitaciones, para poder ampliar las primeras y acotar las segundas. Y por sobre todo tenemos que entender que la Naturaleza es mucho más vasta, más amplia y más grande de lo que nuestra imaginación puede concebir, y que la mayor parte de esas Grandeza reside en el ámbito de lo que para nosotros todavía resulta Invisible. Pero sabemos que está allí. Hay que abrirse pues, con ánimo científico indeclinable y con la máxima honestidad, a investigar ese Ámbito de lo Invisible de donde han procedido y continuarán procediendo todas las maravillas con las que hemos ido tomando contacto y continuaremos haciéndolo, a lo largo de miles de años de evolución.
Dr.Manuel Gerardo Monasterio, Villa Giardino,Córdoba,Argentina a las 14.35 del 8 de Agosto de 2019

3.8.19


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