Hace muchos años me llamaron de una radio para que hablara del llamado
“fin de los tiempos”, es decir, Apocalipsis y Armagedón.
La palabra “apocalipsis”, traducida como “revelación”, viene literalmente de
“quitar el velo”, “poner al descubierto”, e incluso, “quitar lo que estorba”, en este caso, con respecto a nuestra percepción de la realidad. Eso que “estorba” o mejor aún, que obnubila, no está puesto allí de casualidad, es el resultado de un acto deliberado de ocultamiento.
No tuvo mucho “éxito” mi intervención radial, ya que los conductores de turno esperaban, quizás, algo más al estilo Hollywoodense de catástrofes telúricas, tsunamis, diluvios o lluvias de fuego… Lo que yo dije no pareció interesarles, ni mucho menos conmoverlos. Yo dije que Armagedón (esto es, la batalla final) había comenzado, y que se estaba librando en el Alma de los hombres.
Hemos observado una exacerbación tremenda de este proceso a partir del fin de la segunda guerra mundial. El escenario estaba preparado desde fines del Siglo XIX, con el deslumbramiento de la humanidad frente a los crecientes hallazgos de la ciencia. El “Zeitgeist” (esto es “el espíritu de los tiempos”) de aquella época se respiraba en todas partes: los grandes problemas humanos iban a ser superados gracias a los nuevos descubrimientos de la técnica y la industrialización creciente. Pero entonces cayó, sobre la esperanza y el entusiasmo colectivo, la Gran Guerra. A veces se olvida el impacto que ésta tuvo, en particular, sobre la intelectualidad europea. Los sueños e ideales de una era de oro se desmoronaron ante la brutalidad de semejante acontecimiento, en que, además de la masacre globalizada, se utilizaron por primera vez armas químicas en forma del Gas de Mostaza.
Esto produjo una profunda depresión colectiva. Es en esta época en que encontramos los gérmenes de la “liquidez posmoderna” que advendría mucho más adelante. Surge el existencialismo (no confundir con la Filosofía Existencial), una visión intensamente pesimista y un nihilismo subyacente y creciente debajo de todas las formas culturales.
Luego, la segunda guerra mundial. Tengo que abreviar, para que este texto resulte accesible para quienes en estas épocas vertiginosas no tienen disposición más que para lecturas breves.
El nazismo ganó la guerra, algo que la mayoría ignora completamente. Las mentes científicas creadas en aquel fermento pseudo-nietszcheano del “Übermensch”, totalmente mental y sin alma, se las repartieron entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en un proceso que se conoce históricamente como “Proyecto Paperclip”. Y estas mentes fueron las que construyeron la realidad que estamos viviendo hoy, algo que se comprueba fácilmente observando el impulso tecnológico de proporciones geométricas que se da a partir de la finalización de la segunda guerra.
A partir de dicha época hubo otras influencias, mucho más profundas, ocultas y arteras, que no citaré aquí para no comprometer por ahora, en la mente de aquellos lectores ingenuos, sus ideas acerca de mi “salud mental”.
El escenario estaba listo, preparado, óptimo para lo que había que crear.
En 1974, en mi libro “El Planeta del Insomnio”, escribo: “El hombre actual vive en éxtasis frente al transistor”. Los nuevos dioses mandan, campantes y rampantes, los meros artilugios de la tecnología, las nuevas cuentas o piedritas de colores que los inermes “aborígenes” que se imaginan a sí mismos “civilizados” van a recibir…a cambio de su Alma.
Y luego se fue instalando todo lo demás. La Emasculación del Varón, con sus dos degeneradas variantes: el feminoide, laxo y dócil como un león castrado y lobotomizado y el bestial testosterónico no sublimado, violento y pornógrafo. Y la mujer, machificada, transformada en una absurda caricatura de la Femineidad Plena y Fuerte, desbordada por los eslóganes posmodernos de degradación de los Valores de la Maternidad (Pilar Fundamental de cualquier Sociedad que haga honor a su nombre) en pos de vaya a saber cuáles quimeras de supuestos “triunfos” en otras latitudes. La palabra “ama de casa” es pronunciada con vergüenza, casi con culpa, como si fuera una afrenta a la condición humana, cuando en realidad representa lo más Sagrado y Sublime que existe en la existencia humana, porque una mujer sometida, desvalorizada, aplastada, maltratada, violentada, y por lo tanto naturalmente resentida y frustrada, va a crear especímenes sociales a la exacta medida de esa contrahechura monstruosa en que se ha visto convertida por la ignorancia de una sociedad que ha olvidado de manera inconcebible los Valores que hacen que el Hombre esté a la altura de ese Nombre.
En 1990 escribí “La Nueva Era, el Neocyberg y otras Metáforas Apocalípticas” donde anuncié, sistemáticamente, no sólo lo que ocurría, si no lo que venía. Y lo que venía ya lo tenemos aquí: la llamada “Singularidad”, el Transhumanismo: la consubstanciación total entre el hombre y la máquina. El Imperio ultérrimo de una Tecnocracia que ni siquiera Marcuse o Henri Lefebvre y otros marxistas (bastante conscientes de la situación poscapitalista) podrían haber imaginado.
La “nueva era” como predije, fue convertida en una “rosada mariposita de mierda” que lo único que hace es ir cantando alegremente por todas partes su discursito de frasecitas automáticas de “amor, paz y buena onda”, mientras los Monstruos que dirigen los destinos de la humanidad se ufanan de ese “pacifismo” obsecuente con el Mal y completamente funcional al Poder Oscuro.
El “Neocyberg” ya está listo y disponible, fabricado a base de alimentos industrializados, genéticamente modificados y completamente desvitalizados; bombardeado con microondas, ondas ulf, vlf, lf, mf, hf, vhf, uhf, 4g y sobre todo EHG (Estupidez Humana Globalizada) y la juventud expuesta a todo eso más las luces estroboscópicas, los ritmos sincopados hipnóticos y las energías disruptivas de las discotecas de moda más la lluvia mediática de información disolvente de cualquier actividad superior de la corteza cerebral. Súmenle a ello, la alcoholización colectiva, las drogas recreativas de síntesis química y el adormecimiento global de los psicofármacos.
Los “gobernantes” trabajando arduamente en pos de cumplir –ciega e inconscientemente- las directivas de los Verdaderos Jefes que operan como siempre desde la Tiniebla y la Sombra. Y las comunidades mundiales como ovejas, sometidos la mayoría a ocupar su tiempo en la consecución desesperada de sus necesidades económicas inmediatas y los otros ocupados en las trivialidades de siempre cuando no en las perversiones que el ocio mal encaminado incita en las almas que viven “inclinadas hacia la tierra”.
La obligación moral irrevocable del intelectual, que ha dedicado su vida a investigar la compleja urdimbre del hombre y su cultura, es devolver a la comunidad constantemente los resultados de su esfuerzo y de su búsqueda, más allá de cualquier riesgo que ello implique.
Muchos me evaluaran como negativo o pesimista. Lamento profundamente que tomar contacto con la realidad resulte más o menos insoportable para aquellos que desean seguir durmiendo plácidamente sobre los horrores de una sociedad que ha perdido el rumbo de lo Sagrado y de la Vida Verdadera y que avanza alegremente hacia un progreso (palabra que significa literalmente sólo “ir hacia”) que lleva directamente al abismo de la disolución de la humanicidad como la conocemos y a la aparición de un nuevo engendro de características esencialmente anti-humanas.
Ya para finalizar, y ahora sí, sin temor a exponer la realidad más oculta de lo que ocurre a pesar de que muchos pensarán que me aparto del discurso “racional” para entrar en el ámbito de los divagues “esotéricos”, diré que lo que se está concretando globalmente es el proyecto Arcóntico. Y voy a explicar a qué me refiero, porque permanentemente leo o escucho las más disparatadas opiniones al respecto. Los Arcontes son entidades muy anteriores a la aparición de la Vida Orgánica, de hecho, no tienen posibilidad de manifestarse ORGÁNICAMENTE, y han sido enemigos primigenios de toda ORGANICIDAD. No pueden jamás tomar, por lo tanto, forma física, sólo pueden influenciar sobre la mente humana para convertirnos en algo similares a ellos, es decir, INORGÁNICOS. Cualquiera que estudie el proceso tecnológico del último siglo podrá ver esta tendencia de creación de artificialidad inorgánica, en todas partes. Aspiran a un Desierto planetario de Inorganicidad semejante al de los espacios inorgánicos y oscuros en los que ellos habitan, y han logrado en las últimas décadas avanzar a una velocidad vertiginosa hacia el único propósito que los anima.
La única defensa que tiene el humano consciente de esta situación es salvaguardar a través de práctica vivencial concreta (no sólo de la teoría) los Valores y características que dan substancia y sentido a lo Humano: Generosidad, Bondad, Solidaridad, Empatía, Inteligencia, Racionalidad (no racionalismo) Creatividad, Belleza, Criterio, Conocimiento y todo lo demás que hace a nuestra condición más elevada y digna de respeto.
Y estar Proactivos y Atentos!
Como dijo aquel Oculto y Desconocido Maestro “meditad y orad”, que es: estar atento a lo que pasa en mí y a través de mí y permanecer en sintonía constante con el Genuino Yo Soy que Soy.
Dr.Manuel Gerardo Monasterio (que no es, sálvelo la Providencia de ello, ningún “flower-child”...)
En Jardines de Prometeo, a la Hora Cero