El 8 de septiembre de 2006 publiqué en mi extonto Foro Planetario el siguiente Editorial, que relataba el atropello de Luis D'elía. La atmósfera mental de intolerancia y violencia continúa vigente en quienes se han apropiado del poder en nuestro país, por lo que el arrtículo resulta aún pertinente.
M.G.M, Octubre 25 2012
Douglas Tompkins en el reino del revés
Mientras las teorías conspiracionistas de apropiación de los territorios
nacionales por parte de supuestas corporaciones internacionales,
enturbian el discurso colectivo y alimentan el imaginario paranoico de
las mayorías -la gleba que pasó de la esclavitud bajo el señor feudal a
la descerebralización final bajo el yugo feliz del consumismo
tecnocrático-, los sátrapas de turno continúan haciendo negocios
millonarios, entregando tierras al mejor postor, sin el más mínimo
control ni regulación fidedigna de protección ecológica. Y mientras
tanto utilizan como cortina de humo la figura de alguno que,
seguramente, no “cooperó” con ellos lo suficiente.
Argentina es un paraíso extraño. Despampanante delirio surrealista donde los hombres pensantes son perseguidos y los microcéfalos entronizados.
El magnate estadounidense Douglas Tompinks ha sido sistemáticamente demonizado porque cometió el atropello de pretender que miles de hectáreas de maravillosas tierras vírgenes bajo las que bullen cientos de miles de litros de agua potable, podían ser preservadas como reserva planetaria.
Bajo la sombra de los millones de argentinos que no saben, están ausentes o no contestan, un antropoide desaforado –espécimen arquetípico de la raza de neandertales, tardíos pero numerosos, que aún medran y mandan en los umbrales del Siglo XXI- irrumpe en las tierras de Tompkins en una suerte de “recuperación” comunitaria…
Podemos estar tranquilos. Los campos argentinos no quedarán nunca bajo el poder y la mirada de “ecologistas extremos” que sin duda ocultan “diabólicos” planes, el super-funcionario Luis D’Elía se encargará de evitarlo. No hay duda de que D’Elía pondrá nuevamente esas tierras –y muchas otras- en manos de aquellos verdaderamente “capacitados” para preservarlas a la altura de las necesidades ecológicas y planetarias que este dramático tiempo globalizado nos exige…
Las leyes y los poderes que se aplican por estas latitudes, son extrañas. Así como un progenitor que no cuida adecuadamente a sus hijos, podría ser legalmente despojado de sus derechos sobre ellos, los que no tratan adecuadamente la tierra y sus recursos, deberían perder sus derechos sobre ellas, los que podrían pasar a quienes están capacitados para hacerlo. Se prioriza aqui el derecho de la criatura inerme frente a la falta de responsabilidad de su guardador natural, como debería priorizarse -y aún con mayor rigor y celo- a la tierra que nos sustenta y nos cobija y sin cuyos recursos desapareceríamos junto con el resto de las especies de este maravilloso planeta, que pareciera haber tenido la desgracia de albergar al mono equivocado.
Douglas Tompkins cometió el pecado de comprar esas tierras con el objetivo de convertirlas en una reserva. Si estuviera construyendo fábricas contaminantes y generando más negocios, seguramente no hubiera sufrido el atropello al que se ha visto expuesto en estas tierras tan extrañas.
Douglas Tompinks debe, sin duda, tener "oscuras" intenciones...Los que viven motivados únicamente por la codicia y el afán de beneficio personal ilimitado no pueden creer que exista un millonario que sea tan "idiota" como para desear hacer algo por el planeta antes de abandonarlo.
¿Y cómo van a terminar, finalmente, esas tierras? ¿Quién las va a comprar o a explotar más adelante? ¿De qué mejor manera van a ”servir” al patrimonio nacional o a las necesidades de las mayorías?
¿Quién está mejor capacitado para preservar esos recursos, que deben beneficiar, no sólo a las generaciones presentes y futuras sino al ecosistema, Douglas Tompkins o Luis D’Elía?
Que cada uno saque sus propias conclusiones. Hasta que el destino que venimos forjando cada día -a horcajadas de la indiferencia. la locura, la ignorancia y el espanto- finalmente nos alcance.
Manuel Gerardo Monasterio