Publicado en "La Voz del Interior" Domingo 11 de Diciembre de 2011
En San Marcos Sud, los médicos señalan que han crecido "demasiado" los casos de cáncer y lo atribuyen al uso desmedido de agroquímicos.
San Marcos Sud. Trece muertes por cáncer en lo que va de 2011 en una población de tres mil habitantes es un dato que inquieta en San Marcos Sud. La cifra surge de la estadística del Hospital Vecinal, cuyo director Raúl Martín, afirma que la situación es “peor año tras año” en este pueblo del departamento Unión, en plena zona agrícola, a 217 kilómetros al sudeste de Córdoba.
El médico afirma que constantemente se detectan cánceres de tiroides, colon, cerebro, testículos y ginecológicos. “Los tengo con nombre y apellido. Todos son conocidos, vecinos o amigos”, apunta.
En 2002, los fallecidos por cáncer fueron tres sobre un total de 31 muertes en el pueblo. Nueve años después, asegura que fueron 13 sobre 31. Esa cifra alarma.
El médico interpreta que las patologías están directamente relacionadas con el uso indebido o exagerado de agroquímicos. A esto, Martín agrega más casos de nacimientos con complicaciones y muertes prematuras, que llegan a una por año, y hasta dos abortos espontáneos por año antes de los seis meses de gestación.
“Es demasiado para una población con tres mil habitantes”, opinó.
En la década pasada se generó un grupo ambientalista local que logró algunos cambios en el manejo de sustancias peligrosas, pero los casos se siguen multiplicando. Nora Murcia es nutricionista y le diagnosticaron cáncer de tiroides. Es una de las voces que reclama medidas definitivas para detener las fumigaciones en campos pegados al pueblo.
Mirando al este. Cuando ese grupo se movilizó, años atrás, llegó a localizar en un plano cada problemática. De la calle principal hacia el este, en cercanías de campos que fumigan al lado de la zona urbana, se concentraban los casos de cáncer y malformaciones. Las alergias, en tanto, aparecían más hacia el oeste, próximas a la planta de una cerealera.
María Esilda Pagnone es médica y se volvió de Buenos Aires a su pueblo natal en busca de un ambiente más amigable por leucemia. Es otra de las voces que busca reinstalar la discusión por el impacto de las fumigaciones.
María trabaja de auditora en el Pami y asegura que los inconvenientes de salud son comunes en la zona.
“Recorro clínicas de Saira, Noetinger, Leones y Marcos Juárez. En todas pude constatar el aumento de casos de cáncer de próstata y colon, y en gente joven”, señaló la médica, en un marco de preocupación.
Agua a cielo abierto. Ella cree que la clave está en el agua que se toma en la zona y pide que al menos se investigue. “La planta potabilizadora que está a cinco kilómetros del pueblo tiene los piletones a cielo abierto, rodeados de campos en los que fumigan todo el tiempo”, afirmó.
Por cierto, en el pueblo muchos no comparten esas preocupaciones.
Las mujeres más movilizadas argumentan que más de la mitad de la población está relacionada en forma directa o indirecta con la actividad agropecuaria y creen que eso condiciona los reclamos.
El médico Raúl Martín coincide: “la gente está preocupada, pero es muy mansa”. Para él, “no hay voluntad política de cambio”, aunque se esperanza en que las nuevas generaciones tomen conciencia.
“De otro lado”. Aldo Nin es un productor agropecuario que tiene su campo pegado al pueblo, hacia el este. Afirma que no tiene previsto dejar de fumigar porque realiza todas las prácticas dentro de la ley de agroquímicos.
“Cada vez que tengo que fumigar, pido permiso a la Municipalidad. Llevo la receta de un ingeniero, con el producto que se va a utilizar, y un aplicador autorizado lo realiza cuando corresponde. Tenemos la precaución de fumigar con productos de banda verde, que son autorizados e inofensivos para la salud humana. No voy a hacer nada fuera de la ley ni para perjudicar a nadie. Tampoco voy a cerrar el campo”, aseguró al ser consultado por La Voz del Interior .
Sobre las inquietudes por casos de cáncer, opinó que “están exagerando un poco”, y sostuvo que “si fuera real lo que dicen, ya no habría más gente en el pueblo”.
Para Nin, el origen de las enfermedades hay que buscarlo en otros lados: “Tenemos un basural a cielo abierto hacia el sur donde se queman residuos. Cuando sopla viento de ese lado, no se pueden abrir las ventanas. Y están los criaderos de cerdos y gallinas que tiran excrementos y sobras a un canal pegado al pueblo y eso termina en el río. Esas cosas son más contaminantes que las fumigaciones, que sí son controladas”.
Nin planteó que “no hay un estudio serio” que determine el impacto ambiental y lo reclamó para “esclarecer lo que se dice”.
Restricciones
Ordenanzas locales. Una docena de localidades cordobesas dictaron normas propias exigiendo más limitaciones a las fumigaciones en campos pegados a las zonas urbanas.
Ley provincial. Esas normas locales fijan zonas de resguardo, es decir, ciertas distancias respecto a barrios poblados en las que se prohíbe toda fumigación. La ley provincial admite fumigaciones, con algunos productos, y bajo ciertas normas de control, en campos pegados a pueblos.
Grupos. En una quincena de localidades se han creado grupos de vecinos, identificados como la red Paren de Fumigar, que reclaman por estas cuestiones y piden una nueva ley provincial que prohíba las fumigaciones aéreas y limite más las terrestres.