Todavía estamos esperando que el benevolente y magnánimo “occidente civilizado y cristiano” responda por los crímenes cometidos contra la persona de Wilhelm Reich por los organismos policiales de los Estados Unidos de América, gran adalid de la democracia representativa que se publicita en todas partes como “el mejor de los sistemas posibles de gobierno”.
El 3 de Noviembre de 1957, moría de un ataque cardíaco en la prisión del país en el que Reich se había asilado escapando de la Alemania Nazi. En una suerte de macabra inversión de los valores, mientras el gobierno de los Estados Unidos lo perseguía a él, por el horroroso “crimen” de investigar las raíces de la vida en su ámbito más esencial y profundo, simultáneamente contrataba a los científicos nazis que habían trabajado durante la guerra fabricando bombas de temible destructividad y desarrollando las “bellezas” de la guerra química. Y mientras Wherner von Braun florecía fabricando los sueños espaciales norteamericanos, Wilhelm Reich era encarcelado por develar el secreto de la vida y denunciar los horrores de la muerte concentrados en las experimentaciones atómicas y en la escalada productiva de las sustancias químicas, los pesticidas, las radiaciones y los deshechos tóxicos que están convirtiendo nuestro habitat planetario en una verdadera bomba de tiempo que está explotando –aquí y ahora- a través de letales etapas sucesivas cuyo mortífero horizonte ni siquiera llegamos a imaginar.
Pero en honor al hombre, para tantos desconocido, veamos, sintéticamente, cómo se desarrollaron los hechos.
En 1919, siendo aún estudiante de medicina, tiene su primer encuentro con Sigmund Freud. En enero de 1920 es nombrado miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. En 1922 termina su carrera como médico y comienza una intensa práctica fundada, esencialmente, en el trabajo de campo con la ciudadanía de a pie. Mientras sus colegas intentan captar a la población de clase alta y media alta, Reich trabaja con los obreros y obreras investigando la higiene sexual y organizando seminarios de esclarecimiento para poder alcanzar la meta de una sociedad “genitalmente” sana.
Comienzan sus primeras publicaciones.
Investiga sin pausa. Trabaja en pos de la higiene sexual de la población, profundamente perturbada por siglos de represión organizada.
Se compromete con la Internacional Socialista.
Sigue publicando.
Mientras tanto, entre las sombras, sus colegas psicoanalistas conspiran para destruirlo. Entre una multitud de ínfimas maldades que se arremolinan en enjambres, le envidian profundamente a su mujer, con la que mantienen un matrimonio evidentemente vital, apasionado y libre. La personalidad de Reich, por supuesto, no ayuda. En algún momento, asqueado por las faltas éticas de algunos de los más prominentes psicoanalistas de su tiempo, dice: “Con mis pacientes, sean mujeres o varones, jamás mantengo relaciones sexuales”. Es demasiado. ¿Qué les queda a sus colegas que manosean las partes pudendas de sus pacientes femeninas durante las sesiones con la excusa de la "abreacción y la catarsis"? ¿ Y de los que se acuestan con sus cuñadas? Y en fin, de todos los onanistas del movimiento psicoanalítico que son, por cierto, abrumadora mayoría.
Abreviaremos la larga historia que los interesados podrán encontrar sin dificultad en las profusas biografías.
Lo enemistan con Freud. A Freud, para entonces, ya no le cuesta mucho enemistarse con cualquiera que no se pliegue a la ortodoxia patriarcal de la que ha terminado enamorándose. Las ideas de Reich son excesivas, no sólo para los psicoanalistas –que se ahogan (antes y ahora) en una cucharada de vida verdadera- sino también para sus camaradas comunistas. La revolución de Wilhelm Reich es en serio. Nadie está preparado para algo semejante.
En 1932 lo expulsan del partido comunista alemán.
En 1933, Freud le anula el contrato de edición de su Charakter Analyse. Reich lo publica a sus expensas.
Comienza su largo peregrinaje. Se traslada a Suecia. Al poco tiempo es expulsado de Suecia. Viaja a Dinamarca, donde vive con el pseudónimo de Peter Stein.
En 1934 el Secretario de la sección alemana de la Sociedad psicoanalítica le anuncia a través de una carta que “su nombre ha sido eliminado de los registros de la sociedad”.
Continua investigando y escribiendo. Enseguida se traslada a Noruega donde vivirá durante cinco años. Allí comienzan sus descubrimientos trascendentales, que deberían haber modificado radicalmente la visión que la humanidad tiene de la vida. Sin embargo, lo empujaron a su martirio final.
Descubre el “bion”.
Los psiquiatras y biólogos noruegos desencadenan una batalla campal contra él a partir de estos descubrimientos que, lógicamente, rechazan fervientemente. Y No utilizo “fervientemente” en vano.
Reich ha logrado lo inimaginable. Ha descubierto que la libido no sólo existe, sino que además, es una presencia real, viviente y mensurable en el laboratorio.
Esto es, por supuesto, absolutamente intolerable. Los psicoanalistas están desesperados. Pero, ¿es que a este hombre nadie le ha dicho que eso es un invento de Freud? Un constructo conceptual que sirve de materia prima para que los psicoanalistas podamos masturbarnos mentalmente en prolongadas –y costosas- sesiones sin solución de continuidad. ¿Y nuestras publicaciones? ¿Adónde irían a parar? Cientos de tomos donde se encuentran condensadas en densas ristras de criptogramas todas nuestras elaboradas poluciones! Litros de poluciones, nocturnas y diurnas, que más tarde habrán de transmutarse en las tetas benevolentes o asesinas de Melanie Klein o en el nudo borromeo del grande y maravillosos onanista francés y en su reverendísimo nombre del padre que son –Dios no admita lo contrario-artilugios completamente inútiles pero funcionales a los propósitos indispensables de la gran marea masturbatoria universal!
Reich es el enemigo número uno.
Lo que pretende representa un atentado mortal contra la caterva de loros desplumados que viven amurallados en los recintos herméticos de sus inexpugnables intelectos.
Hay un ingente negocio entre ellos…y la realidad.
En 1939, se dirige hacia Estados Unidos. La cuna de la libertad –la única libertad que conoce esta sociedad- donde será finalmente masacrado en nombre de la “peste emocional”. Como Servet y como Giordano Bruno. En pleno Siglo XX del Occidente liberado de las garras del fascismo de Mussolini y de Hitler…
El occidente de los aliados, de los buenos, de los buenos cristianos.
Más publicaciones. Más persecuciones. Quema de libros. El FBI asaltará su casa para robar sus documentos, destruir su laboratorio, romper sus equipos. Y ponerlo en prisión bajo la única escandalosa maniobra legal que les resulta accesible: “Ejercicio ilegal de la medicina”. Escándalo. El más absoluto y descarado escándalo.
Muere en la cárcel de un ataque cardíaco, como recordamos al comienzo.
¿Asesinado? En parte asesinado. Reich ha cooperado, por supuesto. Es tempestuoso, incontrolado, colérico, incansable, y además fuma como una chimenea. ¿Un poco loco, quizás? También. Si gozara de la cordura aplastante de los cuerdos no sería el genio desbordante que ha sido. Un genio al que la ciencia actual todavía no alcanza a comprender. Tal es el adelanto de su pensamiento. Un pensamiento que surge de la salud mental y emocional sin bloqueos. Algo muy escaso en esta sociedad. La salud mental y emocional de un hombre libre. La biografía de Reich podría llevar como subtítulo: El drama inenarrable de un hombre sano viviendo entre enfermos.
Y a pesar de todo, tarde o temprano, tendrán que aceptar que los trabajos de Reich son esencialmente correctos: La existencia está sustentada desde y sobre una energía viviente y palpable. Llámesela Orgón, Prana, Mana u Od (o con cualquiera de los múltiples nombres con los que se la nombrado en los diversos sistemas). Sin esa energía en las que “respiramos, nos movemos y somos”, no hay vida.
Y Wilhelm Reich fue el primer hombre de la historia conocida que científicamente la descubrió y experimentó con ella dentro del marco de la metodología científica en la que se había formado, impecablemente. Sin influencias de la religión ni del ocultismo (que conoce este fenómeno desde hace siglos)
Mal que pese a quien le pese, sea el FBI, la Food and Drug Administration o la venerable Sociedad Psicoanalítica Internacional.
Requiescat in pace. Todos ellos. Nunca Wilhelm Reich. A quien le auguramos siglos de cañonazos de luz contra las tinieblas de este y de todos lo siglos por venir.
Salud!
Manuel Gerardo Monasterio
Jardines de Prometeo
6/12/2007 a las 18 horas