19.2.16


Disgresiones en tono menor por Sivainvi (Manuel Gerardo Monasterio)
24/04/2005
Publicado originalmente en mi Foro Planetario



La sociedad occidental apesta, hiede desde cualquier ángulo que se la encare. Y se encuentra ahora mucho más nauseabunda que nunca, cuando sus adalides pretenden hacernos creer que se encuentra en la cima de su gloria; que sus méritos la convierten en la dadora del mejor de los mundos posibles: que no es posible ni siquiera pensar seriamente en una estructura diferente. La sociedad occidental judeo-cristiana se basa esencialmente en el doble, triple o cuádruple discurso. Es el monumento universal a la más desfachatada hipocresía. Para sostenerse ha invertido la actividad incesante de toneladas de neuronas de sesudos intelectuales, economistas, científicos, y por supuesto, sacerdotes y pastores, que nos demuestran con millones de sofismas y datos imposibles que lo mejor que podemos y debemos hacer es continuar besando amorosamente los grilletes y cadenas que representan la clave fundamental para que el sistema siga funcionando. Y son –o fueron- las religiones organizadas las principales encargadas de someter el alma de los hombres para que sus cuerpos se entreguen dócilmente a la robotización colectiva. Y dije “fueron”, porque su nefasta labor ya está prácticamente concluida. Ahora hemos pasado casi por completo al estadio siguiente. Salimos de la trituradora de los confesionarios para caer en la retorta de los científicos. Poco importa que algunos lúcidos como Bergson hayan visto que “la ciencia es ciencia-ficción”, es inútil vocear esas verdades de a puño, porque como certeramente proclamó Marcuse, “la ciencia es el Mito del siglo XX”.

Salimos de la mirada de los sacerdotes para caer bajo la mirada de los científicos. Las astucias de la Iglesia, tan sofisticadas en su tiempo, se han convertido hoy en un pasatiempo inocente comparadas con la inefable sutileza con que la ciencia, siempre en nombre de alguna inefable benevolencia, se asoma impúdicamente sobre los cuerpos y las almas. La Iglesia, dejando tantas cosas a cargo de los Misterios, otorgaba todavía espacio para el libre deambular interno de sus víctimas. Ahora, sin embargo, todo ha sido salvaje, universal y ultérrimamente manoseado, desde afuera y desde adentro, desde todos los costados accesibles de la carne inerme y de la mente, inundadas de química y mensajes. Nos someten a una continua endoscopia generalizada. Analizan hasta el último detalle de nuestra desgraciada anatomía y de nuestra mente atiborrada de palabras. Todo en pos de nuestro bienestar, sí señor, porque el bienestar –“el bienestar personal”- es el bien absoluto. 

No lo dude usted, no lo dude ni un segundo. Avéngase a las pruebas, entréguese a la encuesta. Venga, venga, que vamos a enseñarle cómo debe comer. No importa si mañana le decimos que ayer nos equivocamos, porque en realidad los huevos no eran malos, es el pollo que le recomendamos el que produce una enfermedad irreversible. Discúlpenos, nosotros se lo dimos, es verdad, pero entonces no sabíamos, después nos enteramos. El avance de la ciencia exige sacrificios. No llore, venga, tómese este Prozac que otro santo de la ciencia fabricó, precisamente para usted y este momento que está usted viviendo. Su hijo está muriendo, eso es inalterable, pero mire, mire qué maravilla! No se amargue, venga y mire, ¿cuántos hijos quiere? Aproveche, los tenemos de oferta esta semana. ¡Ni comparación con el de antes! Estos son a medida y tenga en cuenta que no tendrá necesidad de molestarse: podemos evitarle el riesgo de la cópula con su mujer que, debe usted saberlo, es un acto potencialmente peligroso, como el M.I.T. ha demostrado de manera irrefutable. Venga, venga y mire, ¿no son acaso bonitos? Estos los acabamos de preparar recién, in vitro, limpitos, sin necesidad de esa inmundicia del acople carnal y sus infames secreciones. Lo estamos liberando, querido amigo, de ese acto repugnante y aburrido. Porque, vea usted, ¿que es en definitiva, el sexo? Un subproducto del sistema límbico y de la excitación del tálamo con escasa o casi nula producción de actividad cortical. Vea, mire nuestros datos, estudie usted un poco nuestras tablas, hemos medido todas las funciones posibles durante el acto sexual de 100000000 de parejas. Lo tenemos aquí, todo clasificado, y nosotros, como no somos sacerdotes, sino los nuevos santos, no le ocultamos nada y todo lo ponemos a su disposición. Aquí no hay más secretos como antes. Venga, amigo, no sea tímido. Esto es suyo, sí señor, los registros poligráficos completos de cuando pilló desprevenida a su mujer en la cocina. Mire, vea estas frecuencias, lea estos informes miográficos, no se excite con los números, por favor, déjenos eso a nosotros, usted no está calificado, confórmese con saber lo que nosotros le informamos.... Su mujer...a ver a ver, sí, aquí está, hembra caucásica, 34 años, blablablabla...Pero, amigo, esta mujer esta muy enferma, ¿cómo? ¿que nosotros la estábamos tratando? ¿cuándo? Enfermera, tráigame el expediente....Sí, efectivamente, tiene usted razón, pero qué barbaridad! ¿quién ha sido el responsable de semejante disparate? ¿Yo? Sí, tiene usted razón, pero mire, vea, se han confundido las historias y eso ya no es culpa mía. Mire, señor, en definitiva esto está todo mal, se han equivocado en el diagnóstico y por lo tanto en la medicación. No era eso lo que tenía que tomar, era esto otro. ¡ Pero no, señor, suelte usté ese frasco! Es inútil, ya es muy tarde, su mujer es una enferma terminal. Cálmese, por favor. No es culpa mía, en realidad no es culpa de nadie, o como si lo fuese, es imposible encontrar al responsable. ¿Qué quiere usted que hagamos? La ciencia tiene límites, señor! No somos dioses, jugamos, solamente. Pero, mire cuánto hemos avanzado! Bueno, señor, a no faltar! Baje usted la voz! Le aconsejo que se asesore bien, estamos protegidos. Su mujer, lo que se dice su mujer, no se la podemos restituir, pero no se preocupe, el seguro se hará cargo, siempre que sobreviva usted a los trámites del juicio....

De estas cosas, quizás, habría que hablar en serio, pero el solo hecho de que hayamos llegado hasta este punto y con este grado de mansedumbre, te confieso, deprime lo suficiente como para tomárselo muy en broma.

¿Qué pueden esperar los que son considerados marginales en una sociedad semejante, que crucifica cotidianamente a sus “ciudadanos honestos”? Un pequeñísimo ejemplo lateral de cómo opera este sistema lo tenemos en los homosexuales. Durante siglos sufrieron mofa, persecución, tortura y muerte en todo ámbito dependiente de la benévola jurisdicción de la piadosa sociedad cristiana (lejos quedó la tranquilidad en la que habitaban –sin siquiera sospechar que eran “diferentes”- bajo los auspicios de la “retrasadísima e infernal” sociedad pagana). Los efectos de todos esos siglos de brutal condicionamiento y feroz “reeducación” los vemos finalmente en nuestra época: acorralados, debilitados y vencidos terminaron por sucumbir convirtiéndose finalmente… en un movimiento organizado. Ahora son casi una corporación. ¿Qué otra cultura ha logrado milagro semejante? Las víctimas que ella produce acaban convencidas, cuando más esclavizadas se encuentran, de haber triunfado. Tú, divertido amante de tu propio sexo que antes te entretenías libremente con tu amiguito, ahora cada vez que se encuentran estás, de alguna forma, cumpliendo con una reivindicación sindical. La cultura establecida ha logrado que los homosexuales -que antes eran un grupo que trataba de pasar desapercibido y no estaba sistemáticamente clasificado- pasen a ser completamente investigables. Eso sin contar todo el espontáneo placer del que han ido drenando a toda la cuestión en camino, como todo lo demás que late bajo el sol, a su más mecanizada burocratización. 

Otrora la Iglesia sustentaba el poder de la información de manera mucho más primitiva. Ahora los métodos han adquirido alambicadísima sofisticación. Pronto terminarán de saberlo todo acerca de ti, y cuando lo sepan todo lo usarán para lo mismo de siempre, DOMINARTE, sólo que ahora de forma más omnímoda. El sistema que utilizan es similar a la especialidad de los ingleses, quienes en contubernio con los japoneses ocuparon una pila de años para implantar el vicio del opio en China. Lentamente, hasta que uno termina pidiendo por favor a sus victimarios aquello que va continuar sustentando el vínculo de su esclavitud. ¿Nos daremos cuenta alguna vez del inmensurable precio que estamos pagando por nuestras heladeras, lavarropas, pasadiscos, microondas, y toda la maraña de confortables chucherías a cambio de las cuales hemos entregado el alma?

El esclavo romano, el siervo medieval, y mucho después, también el ciudadano soviético, tenían consciencia de su oprimida condición. Esta consciencia ha desaparecido en la sociedad capitalista avanzada, donde podemos observar el grado de esclavitud en relación directamente proporcional al placer y la satisfacción que la gente demuestra en relación con aquello que, precisamente, mantiene su servidumbre. Lejos también están los tiempos en que el esclavo negro sabía cual era su situación, su amo al menos debía cuidarlo en la enfermedad y atender a su estado físico porque precisaba de él. En tiempos en que la Iglesia tenía el monopolio de la servidumbre humana, la experimentación espiritual estaba prohibida. Antiguamente la Iglesia exigía del hombre el cuerpo, en pos de la salvación del alma. Hoy, para salvaguardar el cuerpo y otorgarle paraísos artificiales, ya el hombre ni siquiera recuerda la existencia del alma…

Hoy se puede experimentar, por supuesto, siguiendo las rutas trazadas meticulosamente por los popes y gurúes científicos que a través de su ingente red mediática –con el periodismo mundial incluido, a sabiendas o ignorantemente- difunden cotidianamente los circuitos, diagramas y mapas de todo “viaje” que hayamos realizado o que alguna vez vayamos a realizar. Antes se dominaba por medio de la falta de información –el conocimiento estaba en manos de una minoría- hoy se domina por exceso de ella, porque es evidente que la mayoría no tiene ni el tiempo, ni la disposición ni en general la más remota idea de qué hacer con toda esa información. Pero eso sí, como la información está supuestamente a disposición de todos ahora podemos continuar, mansos y felices…¡Alégrate! Afortunado habitante del Siglo XXI, la globalización democrática avanza velozmente, pronto pasará por la puerta de tu casa... Los tiempos de la tremenda opresión han terminado, ahora, finalmente, somos libres!

Sivainvi (Manuel Gerardo Monasterio)
 

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