4.5.13

Hoy por la mañana al levantarme, 
tropecé con la última de mis musas, 
muerta al amanecer. 
Al caer la tarde se me acercaron un par de sutiles
ninfas agitando sus primorosas alas.
Creo que la visita de una ninfómana
hubiese resultado más entretenida... 
Pero sea como fuere, los poetas estamos condenados
a estos clichés que hacían las delicias de Rubén Darío,
pero que a mí me aburren soberanamente.
Por eso, siguiendo el consejo 
de mi amigo Enrique González Martínez, 
habré de retorcerle sin piedad el pescuezo
al próximo cisne que se me acerque.

25 de Agosto de 2007
 

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