8.4.08

Si hicieramos un collage con los políticos argentinos, saldría un cuadro a la “Hierionymus Bosch”. Porque esto es surrealismo extremo, pero un poco tardío.
Los surrealistas murieron hace tiempo, pero claro, esto es Argentina, y nosotros somos un poco lentos. Como que somos unos de los últimos bastiones del Freudolacanismo. Mientras que la Ciencia en serio, cuando recuerda a aquellos fósiles, es para reirse.

Y así están las cosas.
Si Dalí fuese argentino, hubiese sido pintor de paredes.

Tenemos, por un lado, una “hegeliana” cuyo asesor filosófico –se dice-es el inefable José Pablo Feinmann. ¿No hubiera sido mejor tener a la Mona Jiménez como asesor? Digo, hubiese sido parecido pero mejor: todo en joda pero menos peligroso. Por lo menos a nadie se le ocurriría confundir a la Mona Giménez con un filósofo.
En el caso de Feinmann, mucha gente se confunde.

¿Y si esta “neo-hegeliana”, evoluciona como “evolucionaron” los hegelianos?
¿Qué nos espera mañana?
¿Stalin?

La “hegeliana” tardía ha dicho, además, que debemos acabar con la perplejidad.
¿Habrá descubierto, finalmente, el principio universal de todas las cosas?
Porque si no fuese así, me parece que aún nos queda perplejidad para rato.
Por otra parte, el fin de la perplejidad es el final –es decir, la terminación, la destrucción- de toda inquietud filosófica e incluso de la evolución de la inteligencia.
¿Qué nos estará sugiriendo?
¿Un lobotomía universal?
A favor de eso, tiene mi voto incondicional.
Sería interesante volver para atrás, ya que como homínidos “pensantes” no nos ha ido como para estar orgullosos.

La señora defiende hoy las banderas de la "izquierda", la inoperante izquierda argentina, que no es más que muchos ceros a la izquierda, que ahora roban por derecha.


Luego tenemos a la señora cuyo partido es reconocido por una sigla que a su vez nos recuerda a un gran filósofo griego discípulo de Platón (¿O era un magnate griego casado con la mujer de Kennedy?)
Un gran amigo mío me comentaba que estaba muy contento con el equipo de gobierno que esta señora había presentado. Y yo le contesto que yo también estoy contentísimo con ese equipo. Es más, si quedara solamente el equipo y se fuera ella, mi voto estaría con ellos.
Pero, ¿qué quieren que les diga? Yo debo ser un tipo demasiado suspicaz, porque no termino de confiar en alguien en cuyo discurso logran convivir sin inconvenientes Foucault y el Vaticano. Debemos otorgarle el mérito del coraje y de haber superado –aparentemente- la evidente androfobia que la atormentaba hasta no hace mucho. Cuando habla de un hombre-cualquier hombre-mostraba los dientes. Ah, y se sacó la cruz grandota que llevaba siempre colgada.
Debo admitir que ver a Santiago Kovadloff en su equipo, representa para mí un deleite incontenible al tiempo que aumenta mi compasión por el insigne filósofo –en medio de las hienas, buitres, cerdos y caimanes de la política vernácula-. Supongo que el filósofo, en el fondo de su corazón, oculta una vocación de veterinario, de otra manera su actitud participativa resulta incomprensible.

Y está el engañoso Dr.Lavagna,cuya miserable estratagema para robarle votos a la gran Católica Foucaltiana no podrá ser lavada ni aún apelando a la magia homónima de su apellido.

Los hermanitos de San Luis, genuinos representantes del surrealismo mágico con una vida política y personal en la que conviven “Alien”, “Feos, sucios y malos”, “E.T.” y “Un maldito policía”.

El neandertal D’Elia, que en cualquier país medianamente serio tendría su vivienda permanente en una vitrina del Museo de Ciencias Naturales, pero en Argentina medra, manda y cobra sueldos y dietas millonarias.

No hace falta seguir citando la lista de maravillas y esperpentos que conforman la vida política nacional para comprender el triste predicamento en que se encuentran los ciudadanos medianamente honestos y medianamente lúcidos en este país que se presenta, tácitamente, como “popular y peronista”.

Hay una sola frase que, se me ocurre, puede explicar, aunque se trate de un consuelo insuficiente, la exquisita tragedia de haber nacido en la desafortunada Republica del Plata:

Bad Karma
 

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